
De Groenlandia a la Antártida, los polos se revalorizan: Argentina debería tomar nota
Días pasados, desde este mismo medio, expusimos brevemente las razones geopolíticas que han llevado a que Donald Trump propusiera la integración territorial de Groenlandia en los Estados Unidos.
GEOPOLÍTICA06 de febrero de 2025

En el artículo mencionado argumentamos que la idea no era descabellada y que sobraban motivos, en materia de seguridad y recursos, como para que en Washington la propuesta de Trump seguramente fuera bien recibida.
Algo también podemos decir del otro polo, el sur, toda vez que en la Antártida nuestro país tiene reclamaciones territoriales. Y el pie para hablar de esto nos lo da un reciente artículo publicado en el diario The Telegraph, del Reino Unido, y cuyo autor es Tom Ough, titulado “La bonanza petrolera de la Antártida que podría salvar a Gran Bretaña —pero debemos llegar antes que Argentina—”.
El periodista dice algo que se sospecha hace ya mucho tiempo: la Antártida podría algún día convertirse en una enorme fuente de riquezas. Es cierto que el Tratado Antártico de 1959 prohíbe que en el continente blanco se lleven a cabo explotaciones de recursos, industrias y usos militares, ya que el Tratado establece la zona como un espacio compartido de paz y cooperación.
Sin embargo, la decisión de los Estados Unidos de avanzar sobre Groenlandia y el Ártico podría cambiar las reglas de juego. Y es lógico, los órdenes internacionales (y las normas, acuerdos y pautas de convivencia que estos conllevan) no nacen como el acuerdo de partes con igualdad de poder que defienden sus intereses de manera equitativa, tengan el tamaño y el poder que tengan. No; los órdenes internacionales nacen como proyección de los intereses de las grandes potencias, que son las que tienen las capacidades materiales y la voluntad política para crearlos, mantenerlos y protegerlos, pero por eso mismo también de “actualizarlos” cuando sus intereses lo requieren.
Es decir, si en algún momento un orden internacional limita la libertad de acción de una potencia en defensa de sus intereses, esta actuará para modificarlo del modo que más le convenga. Esto fue, es y será siempre así.
La decisión de Trump en relación a Groenlandia, una isla tradicionalmente protegida y con habitantes reacios al exceso de actividades industriales, inaugura “una nueva era en la explotación de petróleo y gas”, nos dice Ough, por lo que Gran Bretaña, con respecto a la Antártida, debería aprovechar y cambiar su actitud “mucho antes de 2048”, año en el que finaliza el Tratado Antártico. “El continente está poco explorado, pero su tamaño y su geología sugieren por sí solos que contiene enormes depósitos minerales”, afirma. Y no deja dudas sobre la motivación de sus palabras: “un patriota británico podría cerrar los ojos e imaginar las bombas de extracción de los yacimientos petrolíferos antárticos”.
Es lógico que perciba esto. En un mundo que se hace cada vez más pequeño, merced a la técnica y las comunicaciones, también se hará más viable la posibilidad de vivir y trabajar en el Polo Sur. De seguir avanzando el calentamiento global, se hará incluso más fácil esta situación.
Con la vuelta de la competencia estratégica, todos los rincones del mundo se convierten en motivo de observación y seguimiento. Entre la Patagonia y la Antártida existe un paso interoceánico, por lo que desde el punto de vista de la navegación adquiere también relevancia en el caso de un conflicto militar a nivel global.
La Antártida también es un escenario para la ubicación de bases que, por ser un espacio compartido, los Estados son casi totalmente libres de construir, por supuesto bajo el paraguas de la “investigación científica”. Desde algunas de esas bases se llevan a cabo trabajos de rastreo satelital, que se ven facilitados por la particular atmósfera que hay en los polos: el congelamiento de la humedad del aire mejora la descarga de datos que envían los satélites. Así, en la Antártida hay bases para el desempeño de los sistemas de posicionamiento GPS (Estados Unidos), GLONASS (Rusia) y Beidou (China).
Como sea, cuando hay competencia entre grandes potencias el mundo en sí como un sistema puede verse afectado. Más cuando ese sistema ya ha cambiado de una estructura unipolar a uno multipolar: Norteamérica ya no es el hegemón global como lo fue en los años noventa. Por eso vuelven con mayor énfasis las agendas de seguridad, competencia por los recursos, protección de conocimientos tecnológicos, estrategias de inteligencia, etc. Ough cita así a Bob Seely, miembro del Comité Selecto de Asuntos Exteriores del Parlamento del Reino Unido:
Estamos entrando en un período de la historia mundial en el que el internacionalismo liberal se verá sometido a mucha presión por parte del poder duro realista.
Como si fuera poco, Ough llama la atención sobre la decisión del presidente argentino, Javier Milei, de haber visitado prontamente la Antártida y de haber “atacado” a Gran Bretaña en el Foro de Davos. A muchos argentinos les sonará rara esta acusación, pero la política es también una cuestión de percepciones. Otro tanto podría haber dicho del presidente chileno Gabriel Boric, que realizó una visita a la Antártida un par de días antes que Milei, pero de este viaje el británico nada menciona…
Como sea, es verdad que nuestro país desde siempre ha tenido una política clara en materia antártica, con reclamaciones y presencias de larga data, geopolíticos y estadistas que hablaron frecuentemente de ella, y de que muchos la ven como parte de un sistema que también integran la Patagonia, el Mar Argentino y nuestras islas en el océano Atlántico. En el caso de la Antártida, la cuestión se complejiza por las superposiciones que existen en materia de reclamos territoriales: sobre lo que nuestro país considera propio, también hay reclamos de Chile y de la propia Gran Bretaña.
En un mundo al que han vuelto las políticas de poder entre grandes potencias, Argentina debería pensar muy bien lo que hace con su territorio. Por supuesto, desde ya con los que domina; pero indudablemente también con los que reclama.


La guerra en Ucrania: los realistas, el ilusionista y el diletante
Los hechos que tienen lugar en torno a Estados Unidos, Rusia y la guerra (reuniones entre Washington y Moscú, reacción de Kiev, confusión en Europa, etc.) no sólo produjeron un impacto en la política internacional, sino que, de súbito, crearon un despeje de la niebla suspendida hace ya tres años sobre la guerra y las intenciones de sus participantes, los directos y los indirectos.

Groenlandia y el Ártico en la geopolítica de los Estados Unidos
Las declaraciones de Donald Trump, con relación a la posible adquisición —e incluso uso de la fuerza— de Groenlandia para los Estados Unidos, llamaron la atención y pusieron en alerta a varios de sus aliados y socios europeos, desde luego principalmente a los daneses.

“Catástrofe humana”, dicen unos. “Viva la libertad, carajo”, exclaman otros. No se puede entender cómo todavía en nuestro país se forman “Boca-River”, mirando un partido de hockey.

EEUU, México y Venezuela se suman a la Alianza Panamericana de Supremos Consejos Escocistas
GEOPOLÍTICA18 de noviembre de 2024Con la incorporación de los nuevos Miembros, esta prestigiosa Alianza Panamericana, se convierte en la Organización Masónica Escocista, más grande y con mayor influencia de la región.

Eurasia como principal tablero de la geopolítica mundial
Eurasia sigue siendo el principal tablero de juego para dirimir la lucha por la supremacía mundial. Esto queda cada vez más en evidencia cuando se observan las luchas, frías o calientes, que se están llevando a cabo en su territorio.