Entrevista a Federico Storani, dirigente bonaerense del radicalismo: “Hacés un contra armado o tené cuidado”

Tras su encuentro con Axel Kicillof en La Plata, el ex diputado nacional y ex ministro de la Alianza conversó con Politicar sobre la actualidad de la UCR y la necesidad de construir liderazgos de convergencia que permitan presentar una alternativa al modelo que encabeza Javier Milei.

ENTREVISTAS 16 de julio de 2025Andrés MiquelAndrés Miquel
Federico Storani (1)

Al ingresar a su oficina, se observa el diploma del Congreso de la Nación por su paso como diputado nacional. Él mismo abre la puerta. A sus 74 años, Federico Storani recibe a Politicar para conversar sobre la actualidad de la Unión Cívica Radical, su labor militante en la provincia de Buenos Aires y su reciente encuentro público con Axel Kicillof. 

Pero también recorre el pasado. Un pasado lejano y otro cercano. Habla de aquella convención del partido en Gualeguaychú, en el año 2015, donde Ernesto Sanz “claudicó” ante el PRO. No se arrepiente de su acompañamiento en aquel momento, pero subraya su temprana partida de Cambiemos. 

No esconde sus críticas al modelo político que encabezó el kirchnerismo. Platense, miembro fundador de la Coordinadora y dirigente leal a Raúl Alfonsín, sostiene que le “dolió” cuando Néstor Kirchner pidió perdón en nombre del Estado en la ex Esma y no recordó el Juicio a las Juntas. 

Al mencionar a Alfonsín, no pasa por alto sus diferencias tras la firma del pacto de Olivos con Carlos Menem. Pero sus diferencias reales, políticas y concretas, son con Javier Milei y lo que denomina el Partido Autoritario Conservador. Por eso, también, le dedica unas definiciones a Maximiliano Abad que, a su juicio, quiere llevar a la UCR provincial a un acuerdo con La Libertad Avanza en contrapartida a lo que pregona su espacio, que hoy comulga con el ala que comandan Martín Lousteau y Facundo Manes. 

—¿Cómo vive la política hoy en día?

—La política la vivo con mucho interés y pasión. Para mi es algo muy importante, a diferencia de la moda actual de que la política es mala, para mí es lo contrario. Creo que es arte. Sé que en los últimos tiempos perdió prestigio, a veces por razones legítimas. 


 “A diferencia de la moda actual de que la política es mala, para mí es lo contrario. Creo que es arte”

—¿Cuáles son las tres palabras con las que define la gestión de Javier Milei? 

—Son adjetivos. Odio la crueldad y, a diferencia de lo que se presenta, esto no es nuevo y es anacrónico. Generalmente, el cambio se asocia a lo nuevo. La realidad es que el cambio es un concepto neutro, puede ser bueno o malo. También se lo suele asociar a lo nuevo, pero esto es parecido al esquema de Martínez de Hoz, de Menem y Cavallo, y de Mauricio Macri. Lo novedoso, que no es tan novedoso, es el shock. Esto de licuadora y motosierra son los instrumentos de la doctrina del shock. La licuadora para los ingresos y la motosierra para el Estado y sustituirlo por las corporaciones. 

“Esto de licuadora y motosierra son los instrumentos de la doctrina del shock. La licuadora para los ingresos y la motosierra para el Estado y sustituirlo por las corporaciones”. 

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—A pesar de que pasó un año y medio, ¿suele pensar en qué motivó a la sociedad a votar a Milei?

—Siempre hay que estudiar, profundizar y no subestimar. Creo que existían cuestiones objetivas, como lo que hablamos de falta de ejemplaridad y eficiencia. Eso tuvo como depositario el discurso del odio, con consignas simples que ya sucedían en otros lugares del mundo como Vox y planteos antidemocráticos. Creo que un gran sector de la sociedad votó desencantada y contra la casta. Uno podría decir que parte de la casta está en el gobierno, con el menemismo, Daniel Scioli, los legisladores de Catamarca, Tucumán, y también el radicalismo. 

—¿Considera que, como algunos dicen, la modalidad discursiva del kirchnerismo colaboró con ese caldo?

—Si. Por eso hablo que hubo y hay factores concurrentes y algunos predominantes. Creo que fue negativo el estilo y método del kirchnerismo. No es una novedad hablar de amigos y enemigos, pero si producís esa situación, y hacés uso y abuso con una dosis alta de soberbia y sectarismo, generás condiciones para que la respuesta sea igual. 

—¿La votación durante la Convención de Gualeguaychú en 2015 no potenció una derechización de la sociedad?

—Mi intervención en la convención de Gualeguaychú fue que debíamos buscar las dos reglas de oro del funcionamiento democrático: el equilibrio y el control. A su vez, también la posibilidad de la alternancia en el ejercicio del poder, para que no haya una concentración autoritaria que derive en casos de corrupción, que luego fueron muchísimos. Pero el primer paso era constituir un gobierno de coalición, cosa que no fue nunca. Por eso yo me desmarqué rápidamente. No me refiero a una coalición en cuestión de cargos, se trata de poder discutir las políticas públicas esenciales. No hubo eso. Por eso, muchos marchamos hacia la oposición. 

—¿No se arrepiente de aquella alianza?

—Si uno se pregunta por qué un tipo que piensa como yo estuvo en Gualeguaychú es porque veíamos que la tendencia del kirchnerismo era una tendencia hacia la hegemonía. Era el vamos por todo. El sectarismo de apropiarse de cosas que eran comunes e incluso formaban parte del consenso democrático. De repente, Kirchner se para un día en la ex Esma y pide perdón en nombre del Estado tras décadas. ¿Y Alfonsín que se fumó el juicio a las Juntas Militares o nosotros nos jugamos el pellejo con la Coordinadora en Semana Santa? ¿Kirchner nunca presentó un habeas corpus y valía más que todos nosotros? Eso te va generando una vacuna. 

—¿Dolió?

—Claro que sí. Al otro día Kirchner llamó a Alfonsín y le pidió disculpas, pero ahí surge la frase de Alfonsín donde dice que a las ofensas públicas se le piden perdón públicamente. La verdad es que no vas a comparar bajar un cuadro con el Juicio a las Juntas. Kirchner no integró la CONADEP y yo puedo contarlo porque lo viví. Todo eso va generando esa vacuna.

“La verdad es que no vas a comparar bajar un cuadro con el Juicio a las Juntas. Kirchner no integró la CONADEP y yo puedo contarlo porque lo viví. Todo eso va generando esa vacuna”.

—Lo menciona a Alfonsín, pero validó una alianza con Macri a quien Alfonsín definió como límite respecto a las vinculaciones políticas, ¿se lo reprocha?

—Siempre se planteó esa reflexión en el radicalismo. Pero el mismo Alfonsín, a veces, corría la línea hacia determinados lugares para mantener un liderazgo, pero volvía sobre sus pasos. De mis grandes diferencias con Alfonsín fue el pacto de Olivos. Él decía que no dejaba de contar los días para que se vaya el gobierno más corrupto de la historia. Una semana antes de la firma del pacto lo dijo en un encuentro en Ranelagh. Ojo que lo reivindico, fue un enorme líder que tuvimos que, seguramente, tuvo razón en el 99 por ciento de los debates que tuvimos. Pero en el pacto de Olivos creo que tuvimos razón nosotros, el sector de la Coordinadora. Lo debatimos en la convención de Santa Rosa en La Pampa. 

—¿Esta diferencia respecto al pacto de Olivos le quitó el apoyo de Alfonsín en la interna de 1994 en la fórmula con Rodolfo Terragno?

—Claro que sí. Fue la única razón. En ese momento, perdón que personifique, uno venía como heredero de su pensamiento. En 1993 fui candidato a diputado y sacamos el 30 por ciento de los votos. Éramos un partido sumamente competitivo. Menem había sacado el 40 por ciento y nosotros el 30. Pacto de Olivos mediante, la credibilidad del radicalismo cayó. Al año siguiente salió tercero en la provincia y en la Ciudad de Buenos Aires. Por eso surge la necesidad de la Alianza, donde la primera reunión en la confitería El Molino la hicimos con “Chacho” Álvarez y Bordón. 

—¿Qué falló en Cambiemos?

—Sigo convencido que era necesario controlar el poder por lo que ya describí. Además, la alternancia es sana. Pero como no hubo equilibrio ni control, uno se va rápidamente. Un sector de Cambiemos se apropió de la centralidad, que fue el PRO. Y no hubo una intención del partido que yo integraba para que fuera diferente. Lo de Sanz fue una claudicación. En la Convención dijo que tenía acordada otras cosas que no sucedieron. Por eso creo que mucho de lo que dijo, lo dijo deliberadamente para tener apoyos ese día. 

—¿Volvió a hablar con Sanz y planteárselo?

—Por supuesto que hablé, pero lo vi en actitudes claudicantes. Tenía un derrotero planteado, que venía de la mano de su retiro y convertirse en lo que es hoy, un lobbista. Y participa en la política con actores como Abad, al que él define como su ahijado político. Busca tener presencia fuerte en el Poder Judicial. Ahí radica principalmente el foco. Todas esas cosas no las podíamos ver antes. 

—¿Engañó al radicalismo?

—Hay que escuchar el discurso mismo en Gualeguaychú cuando era presidente del partido. Vendió algo que no era. Dijo que sería una coalición y con un ámbito de discusión de las políticas integrales. 

—¿Considera que Abad plantea una alianza del radicalismo con La Libertad Avanza?

—Sus encuentros con “Lule” Menem son públicos. Es un armador de Karina Milei. Pero, sobre todo, está más cercano en la inmediatez con Guillermo Montenegro, quien tiene una cercanía con LLA. Macri intenta resistir en la ciudad para tener su lugar, pero es más o menos lo mismo. En la provincia, Santilli tiene una pata en LLA y Ritondo está desesperado. Valenzuela ya se fue. Mi expresión sobre el grupo que lidera Maxi es que usa el mascarón de reflotar Juntos por el Cambio, como si se pudiera armar algo distinto de LLA, pero la verdad que todos los de JxC están en LLA. Usan los despojos del PRO para terminar en los brazos de LLA. Sino, que me expliquen lo contrario y que hagan la heroica y se presenten con la Lista 3. 

“Mi expresión sobre el grupo que lidera Maxi (Abad) es que usa el mascarón de reflotar Juntos por el Cambio, como si se pudiera armar algo distinto de LLA, pero la verdad que todos los de JxC están en LLA”

—¿Hoy cómo está el radicalismo?

—Creo que el radicalismo está atravesado por una profunda crisis como todas las fuerzas políticas. No somos una excepción. Pasa en el peronismo, en el socialismo con el baluarte que tenía en Santa Fe, partidos con raigambre y tradición. Es una crisis que tiene que ir procesándose. Pero, desde mi punto de vista, no hay mal que por bien no venga. Antes, el radicalismo tenía estrategia y era doctrinario. Uno de los legados de Alfonsín es decir que somos una socialdemocracia moderna, y eso no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora. La muerte del Papa muestra que hay un legado social cristiano. El pensamiento social demócrata y el social cristiano tienden a converger. 

—¿Eso quedó plasmado en la interna bonaerense del radicalismo?

—Al menos, desde lo propuesto por nuestro sector, sí. Del otro lado no creo que piensen tan claro lo otro. Hay intendentes que sólo quieren mantener su territorialidad. Lo que sucede es que el radicalismo está en las antípodas del tipo que dice que se levanta y le pega en la cara a Alfonsín o que Yrigoyen es el primer populista. Desde el Gobierno nacional lo critican a Alfonsín por el juicio a la Juntas y son reivindicacionistas de la dictadura. Pero no todo entra en un análisis tan ideológico, a veces toman decisiones por una cuestión más inmediata y es parte de todos los partidos porque perdieron profundidad de análisis. Me refiero a la profundidad de hacia dónde ir. Entonces, yo me tomo un café con Axel Kicillof y una mitad me aplaude y la otra mitad me dice que soy traidor.   

“Desde el Gobierno nacional lo critican a Alfonsín por el juicio a la Juntas y son reivindicacionistas de la dictadura”.

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—¿Qué significó esa foto?

—Yo quiero ser optimista. Muchísimos son los que me alientan y me dicen que este es el camino, que tenemos que tratar de buscar los denominadores comunes. Y hay otros donde persiste la vacuna. Me dicen que Kicillof es un hijo del kirchnerismo, el hijo preferido, y me preguntan cómo vas a estar ahí. Yo les digo que, si las fuerzas argentinas de origen popular permanecemos con estas taras antis, va a gobernar este partido conservador con sus matices por los siglos de los siglos. O vos haces el contra armado, aún sin garantía de ganar pero sí de competir con algo más razonable, o tené cuidado. Es un camino difícil.

—¿Y ese mensaje puede permear en el electorado radical?

—Lo que ha permeado mucho el anti. Creo que hay que pensar, más allá de que a veces no hay tiempo, en el abrazo de Perón y Balbín, que de pedo no conformaron una fórmula. Alfonsín se cansó de hacerlo, diciendo en cada discurso que bajemos las banderías políticas y se suba la azul y blanca en pos de conformar la unión nacional. Su gabinete fue plural. Incluso, la salida de la crisis del 2001 fue un ejemplo virtuoso de cómo fue posible que se salga de la convertibilidad con una coalición con espalda, con dos dirigentes como Duhalde y Alfonsín. El radicalismo 

—¿En ese momento no fue una buena experiencia la transversalidad?

—El armador de eso era Alfredo Cornejo, ¿qué planteo ideológico podía tener? Cornejo está a la derecha de Bullrich. Por eso Cobos termina de vicepresidente. No era un armado en serio. Yo planeo algo diferente. Con los que tienen una línea coherente de un progresismo en el radicalismo, tener una convergencia natural con sectores de origen popular del peronismo que permita hacerle cosquillas a esto que está gobernando.

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—¿Esta sería la salida a este contexto de cara a 2027?

—Casi que no veo otra manera. Podemos pensar en otros casos como el gobernador de Santa Fe, pero va a buscar la reelección en la provincia, entonces en 2027 no va a jugar. Creo que hay que ir desarmando espíritus del anti y buscar denominadores comunes de coincidencia en la agenda progresista. Hay que tratar de simplificar el discurso y contar hacia dónde vamos. 

“Hay que tratar de simplificar el discurso y contar hacia dónde vamos”. 

—¿Considera que, por las propias características de su modelo económico, el gobierno de Milei tiende a perder apoyo?

—En el lenguaje de la calle, algunas balas le van entrando. Lo de Libra entró. Creo que también fue muy rechazada la hipocresía y el cinismo respecto al Papa. Decir que fue el representante del maligno en la tierra o decirle imbécil, para después ir y derramar lágrimas de cocodrilo, son cosas que comienzan a generar otra cosa. Pero sacan un as de la manga, una definición o decisión, y hay gente que quiere creer en soluciones, como el FMI o el nuevo blanqueo, o que puedas comprar en el exterior con menos restricciones. Pero el consumo se desploma, la calidad de vida es cada vez peor. La clase media está hecha mierda. 

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