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Mientras la atención mundial sigue puesta en los frentes visibles de la guerra en Ucrania, en las sombras se está librando otra batalla mucho más decisiva: la de la inteligencia artificial aplicada al combate con drones. Y aunque pase desapercibido, Estados Unidos y la OTAN dependen cada vez más de la experiencia ucrania para no quedar relegados frente a China y Rusia.
POLÍTICA INTERNACIONAL02 de julio de 2025Punto de inflexión
El ataque ucranio del pasado 1 de junio contra bases aéreas en territorio ruso marcó un punto de inflexión: por primera vez, se impuso el consenso de que los drones no son solo una herramienta complementaria, sino el corazón de una nueva forma de hacer la guerra. Los tanques, los cazas y los barcos que simbolizaban el poderío militar del siglo XX hoy se muestran vulnerables frente a enjambres de pequeños dispositivos voladores baratos, adaptables y mortales.
Drones, bajas y velocidad: el laboratorio de guerra ucraniano
En el frente ucranio, más del 70% de las bajas en ambos bandos se deben al uso de drones. Estos dispositivos no solo destruyen tanques o refinerías: son igual de eficaces contra infraestructuras logísticas, trenes en movimiento o incluso tropas a pie. Y su letalidad se amplifica con el ritmo vertiginoso al que se desarrollan.
La innovación en Ucrania no ha surgido de grandes contratistas militares, sino de un ecosistema ágil de start-ups, que permite diseñar, producir y desplegar nuevos modelos en semanas, no años. Solo en 2025, Ucrania prevé fabricar más de cuatro millones de drones, muchos de ellos inexistentes hace apenas unos meses. Frente a esto, la industria armamentista de Estados Unidos y Europa —lenta, costosa y burocrática— parece anquilosada.
La OTAN sin Ucrania: un vacío tecnológico
Paradójicamente, mientras se discute si Ucrania debe ser incorporada formalmente a la OTAN, su papel como aliado técnico ya es clave. La guerra ha convertido a Ucrania en el único país del bloque occidental con experiencia real, capacidad de innovación acelerada y dominio del ciclo completo de desarrollo y uso de drones.
Liderazgo de China
En contraste, China controla buena parte de la cadena de suministro global, incluyendo el 80% de los componentes electrónicos que alimentan los drones rusos. Aunque Ucrania ha logrado reducir su dependencia tecnológica de China al 20%, Europa y Estados Unidos siguen muy rezagados, y su capacidad de defensa —o ataque— con drones dependerá de lo que aprendan (o no) de Kyiv.
Inteligencia artificial: la próxima gran disrupción bélica
Lo que viene es aún más perturbador. En el ataque del 1 de junio, Ucrania utilizó 117 drones, cada uno con un operador humano. Pero si hubieran sido drones autónomos con inteligencia artificial, el número podría haberse multiplicado por diez. La IA elimina la necesidad de comunicación por radio, inutilizando muchas defensas tradicionales como las interferencias, y hace posible lanzar ataques masivos, simultáneos y quirúrgicamente precisos.
Los riesgos crecen
Los riesgos también crecen. En China ya se han probado enjambres de drones que navegan por bosques en formación autónoma. Las capacidades que hoy parecen ciencia ficción —como el uso de reconocimiento facial para identificar y eliminar objetivos humanos— están a la vuelta de la esquina.
China controla casi toda la cadena de valor
Pero no todo es tan fácil. La IA exige gran potencia de cómputo, y los chips necesarios —como los de Nvidia, que pueden costar hasta 50.000 dólares— no pueden ser montados en cualquier aparato. Aun así, la industria tecnológica apunta a miniaturizar esas capacidades, y el día en que un simple teléfono tenga poder de IA suficiente para operar un dron autónomo está cerca. Con una excepción: China ya controla casi toda la cadena de valor de esos dispositivos, salvo los chips.
¿Hacia un nuevo control de armas?
Especialistas como Stuart Russell, de la Universidad de California en Berkeley, advierten hace años sobre los peligros de una proliferación descontrolada de drones autónomos. Su cortometraje Slaughterbots plantea un escenario distópico que hoy parece cada vez menos lejano. Sin embargo, en un clima de rivalidades crecientes, la posibilidad de un tratado internacional de control de armas parece remota.
El mundo ya ha cruzado un umbral
La realidad es que el mundo ya ha cruzado un umbral. Mientras el aparato militar occidental se adapta lentamente, como una vieja empresa ante la disrupción digital, los costos de no reaccionar a tiempo no serán solo económicos: serán humanos.
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