
Venezuela ante el riesgo de intervención militar extranjera
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En un intento por contener una escalada comercial con efectos globales, la Unión Europea y China alcanzaron un acuerdo provisional para aliviar las restricciones impuestas por Pekín a la exportación de tierras raras. El entendimiento se selló durante una tensa pero crucial cumbre de un día celebrada en la capital china. Sin embargo, más allá de los gestos diplomáticos, persisten fricciones de fondo sobre subsidios industriales, acceso al mercado y la guerra en Ucrania.
POLÍTICA INTERNACIONAL03 de agosto de 2025Restricciones chinas sobre siete minerales estratégicos
Las restricciones chinas sobre siete minerales estratégicos —clave para industrias europeas como la automotriz, energética y de defensa— habían generado alarma en Bruselas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebró el avance hacia un «mecanismo de suministro mejorado» que podría evitar cuellos de botella en el futuro. “Estos controles a la exportación han supuesto una importante presión para algunas empresas europeas”, advirtió.
Una tregua, no una reconciliación
Pese al avance parcial, Bruselas insiste en que el desequilibrio estructural en las relaciones comerciales sigue siendo insostenible. En 2024, el déficit comercial de bienes con China superó los 300.000 millones de euros, una cifra que podría aumentar en 2025 en un contexto de demanda interna débil en China y nuevas barreras comerciales impuestas por Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump.
Los subsidios estatales distorsionan la competencia
“Europa da la bienvenida a la competencia, pero esta debe ser justa”, dijo von der Leyen, y remarcó que el acceso desigual a los mercados y el exceso de capacidad industrial en China —alimentado por subsidios estatales— distorsionan la competencia global.
La cumbre no logró avances en aranceles europeos y vehículos eléctricos chinos
El presidente del Consejo Europeo, António Costa, compartió el diagnóstico: “Una relación comercial justa y mutuamente beneficiosa es posible y debe ser nuestro objetivo común”. Sin embargo, la cumbre no logró avances concretos en puntos clave como los aranceles europeos a los vehículos eléctricos chinos o las represalias comerciales de Pekín contra productos europeos como el brandy y la carne de cerdo.
Advertencias cruzadas y visiones contrapuestas
China, por su parte, adoptó un tono más optimista. El presidente Xi Jinping prometió «nuevas oportunidades» en la relación bilateral, pero advirtió contra medidas unilaterales por parte de Bruselas. También criticó la estrategia europea de “de-risking”, que busca reducir la dependencia económica de Pekín, y la calificó como una forma de “autoaislamiento”.
“Desacoplar y cortar las cadenas de suministro sólo dará como resultado el autoaislamiento”, afirmó Xi, defendiendo la idea de un mundo interconectado frente a los intentos occidentales de diversificar sus fuentes de suministro.
Ucrania, la gran grieta geopolítica
El otro gran desacuerdo fue el conflicto en Ucrania. La Unión Europea acusa a China de actuar como “facilitador clave” del esfuerzo bélico ruso, proveyendo componentes críticos para la industria militar del Kremlin. Pekín rechaza las acusaciones y mantiene su alianza “sin límites” con Moscú.
Von der Leyen fue contundente: “La forma en que China siga interactuando con la guerra de Putin será un factor determinante para nuestras relaciones en el futuro”. Costa también apeló a la responsabilidad global de China como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, subrayando que “la guerra en Ucrania va mucho más allá de Europa”.
Un cierre climático con sabor a poco
La cumbre concluyó con una declaración conjunta sobre acción climática de cara a la COP30, en un intento por mostrar voluntad de cooperación global. Pero el tono general del encuentro dejó en claro que, si bien el diálogo sigue abierto, el vínculo entre Bruselas y Pekín atraviesa una fase de desconfianza estructural y competencia estratégica.
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Brasil y Venezuela refuerzan vínculos con China y Rusia, desafiando la influencia de EE.UU. y promoviendo una política exterior más autónoma en la región.
La guerra comercial desatada por Donald Trump contra Brasil ha provocado una ofensiva diplomática relámpago de Luiz Inácio Lula da Silva. Apenas entró en vigor el arancel del 50% impuesto por Estados Unidos —un castigo que en el caso brasileño tiene un trasfondo político ligado a la protección de Jair Bolsonaro—, el presidente brasileño activó su agenda internacional con tres potencias clave: China, Rusia e India.
Mientras El Salvador celebraba el Día del Periodista en un ambiente marcado por el exilio y el silenciamiento de voces críticas, la Asamblea Legislativa, dominada por el oficialismo, aprobó la reforma constitucional más significativa desde 1983: la legalización de la reelección presidencial indefinida. Con 57 votos del bloque de Nayib Bukele y solo tres en contra, el Congreso allanó el camino para que el mandatario continúe en el poder más allá de su actual segundo mandato.
Mientras se acerca el plazo límite fijado por Donald Trump para un alto el fuego en Ucrania, Vladímir Putin redobla su apuesta. El presidente ruso, firme y sin señales de retroceso, declaró este jueves que los objetivos del Kremlin siguen intactos y que las fuerzas rusas “avanzan en todos los frentes”. En una rueda de prensa conjunta con el líder bielorruso Alexander Lukashenko, Putin también anunció el despliegue del primer lote de misiles balísticos Oreshnik, un nuevo paso en la modernización del arsenal ruso.
Brasil ha logrado un hito histórico en la lucha contra el hambre: según el último informe de la FAO, el país sudamericano ha salido del Mapa del Hambre de las Naciones Unidas, al reducir a menos del 2,5% el porcentaje de su población que padece inseguridad alimentaria severa. Es un dato que no solo destaca en el escenario regional, sino que consolida al presidente Luiz Inácio Lula da Silva como un referente internacional en políticas sociales.