
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
El peronismo bonaerense comienza a alinearse de cara a las elecciones provinciales que se celebrarán en septiembre. Luego de semanas de tensiones, cruces subterráneos y reuniones reservadas, este domingo se abrió paso una señal concreta de unidad: los principales sectores del PJ provincial habrían acordado avanzar con una estrategia común. El criterio para definir las candidaturas será pragmático: encabezarán las listas seccionales quienes mejor midan en las encuestas. Pero más importante aún, la conducción de la campaña quedará en manos del gobernador Axel Kicillof.
POLÍTICA 02 de julio de 2025 Daniel MuñonettoCon este nuevo esquema, el interrogante que emerge es qué papel jugarán los intendentes identificados con La Cámpora frente a una campaña liderada por el mandatario bonaerense. Nombres como Mayra Mendoza (Quilmes), Federico Otermín (Lomas de Zamora), así como Juan Ignacio Ustarroz (Mercedes) y Leonardo Boto (Luján), todos dirigentes cercanos a Máximo Kirchner, quedan ante la disyuntiva de cómo acoplarse a una estrategia donde la centralidad política ya no estará en manos de la organización sino del propio gobernador.
La relación entre Kicillof y La Cámpora ha estado marcada por tensiones, diferencias de estilos y miradas estratégicas distintas. Si bien comparten el diagnóstico sobre el rumbo nacional y han coincidido en muchos posicionamientos, en el armado político hubo cortocircuitos: desde la discusión por el rol de Máximo en el PJ bonaerense hasta los movimientos de Kicillof por construir un espacio propio con anclaje territorial y proyección nacional.
Ahora, con el gobernador al mando de la campaña, las estructuras locales de La Cámpora deberán decidir si acompañan con disciplina el nuevo liderazgo o si tensan la cuerda desde sus distritos. En algunos casos, como el de Mendoza u Otermín, se trata de intendentes con peso político y gestión consolidada, lo que les da margen para negociar en mejores términos. Sin embargo, la dinámica de una campaña provincial unificada exige alineamiento y coordinación.
En el fondo, lo que está en juego no es solo la campaña electoral, sino el futuro del liderazgo dentro del peronismo bonaerense. ¿Podrá Kicillof consolidarse como conductor del espacio? ¿Aceptarán los intendentes camporistas jugar bajo su órbita o buscarán preservar su autonomía? Las próximas semanas serán clave para ver si la unidad que empezó a construirse en los papeles logra traducirse en una arquitectura política sólida y funcional.
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La Argentina vive en estado de excepción y en la provincia de Buenos Aires empieza la temporada de los dolores de cabeza. La incógnita de qué ocurrirá con el presupuesto nacional se reproduce en territorio bonaerense con ingredientes propios. Una oposición que presiona y un oficialismo dividido cuyos antecedentes en la materia no auguran un panorama tranquilo.
Que el Tesoro de Estados Unidos haya bautizado a la Argentina como “aliado clave” en América Latina no constituye un elogio, sino una advertencia.
Mientras en el Instituto Cultural y el Teatro Argentino crecen las quejas de los trabajadores por el recorte de horas extras, la falta de materiales, cancelaciones y cambios inexplicables en las programaciones, Florencia Santout estaría destinando cuantiosos fondos estatales para intervenir en la política universitaria de la UNLP, a través de su organización, La Cámpora.
En la Legislatura bonaerense tuvo lugar ayer algo que hacía tiempo no ocurría y que a estas alturas ya es novedad: una sesión normal. Claro que se trata de una paz de circunstancias, porque los proyectos clave están en la otra cámara. Será el Senado, entonces, el escenario de las batallas complicadas.
En campaña, la política argentina convierte en gestos extraordinarios lo que son deberes básicos: presentar un presupuesto, no radicalizar discursos o aumentar partidas para educación y salud. Pero la reciente derrota legislativa del oficialismo, al no poder blindar los vetos presidenciales a las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario, mostró que el problema ya no es solo comunicacional: la “institución invisible” de la confianza, clave para sostener liderazgos y economías, comenzó a resquebrajarse. La democracia exige más que propaganda de lo obvio; exige resultados que fortalezcan credibilidad.