Al final todo es más simple

El lanzamiento de la campaña del frente La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires dejó claro que el presidente Milei ha prescindido de toda sutileza para adoptar la estrategia más vieja del mundo: identificar a un enemigo y proponer su destrucción.

POLÍTICA 15 de agosto de 2025
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Había prometido que iba a dejar de insultar, y anoche él mismo recordó esa promesa, que procedió a incumplir de manera grosera. Insistió en que abandonar el insulto le permitía concentrarse en el debate de las ideas, pero lo redujo todo a una sola idea, tan simple y tan vieja que apenas deja lugar para la discusión: hay un enemigo, y hay que destruirlo.

El presidente de la Nación, Javier Milei, lanzó ayer oficialmente la campaña del frente La Libertad Avanza (LLA) en la ciudad de La Plata. En realidad lo relanzó, porque ya se había apersonado en La Matanza, junto a los principales candidatos de esa alianza en la provincia de Buenos Aires, para una foto vergonzosa que pareció ser un paso en falso pero que resultó ser el preámbulo de lo que vimos ayer.

En efecto, aquel cartel con la leyenda “Kirchnerismo Nunca Más”, lejos de ser un exabrupto aislado, era la base de la campaña de la alianza libertaria en la provincia. La misma leyenda se multiplicó dentro y fuera del Club Atenas, en forma de carteles varios y también en el discurso de Milei y los de los candidatos que hablaron antes que él.

“Kirchnerismo nunca más”, dijeron todos o casi todos al menos una vez; Milei lo dijo cinco o seis veces. Incluso ironizó sobre el escozor que provocó el uso de esa consigna en otros sectores políticos y sociales. Esbozó la hipótesis de que el kirchnerismo había levantado la bandera del Nunca Más, es decir de los derechos humanos, para disimular la catástrofe que estaba produciendo en el país mediante la evocación de otra catástrofe anterior.

Se agradece en principio que Milei reconozca que el terrorismo de Estado fue trágico para la Argentina, habiendo fomentado la difusión en canales oficiales de discursos negacionistas y hasta reivindicatorios del accionar de la dictadura. Por supuesto que no lo dice en serio (su discurso y el de su gobierno están construidos a base de boutades), pero de todas maneras provee un punto de contraste.

Lo importante de anoche es que ese “Nunca Más” está operando exactamente en forma inversa a la consigna enunciada durante el Juicio a las Juntas y plasmada en el título del informe sobre sus crímenes. En el slogan de campaña libertario, “Nunca Más” remite en mucha mayor medida a los decretos de aniquilación de la guerrilla y al plan sistemático montado para perseguir y diezmar a quienes se opusieron al régimen dictatorial. Es un “Nunca Más” que habla de exterminio, de eliminación total.

De esta manera, el gobierno “libertario” (que no lo es) ha simplificado al extremo no sólo su estrategia de campaña, sino su discurso en general ante la sociedad: la idea ya no es brindar libertad para contratar y utilizar cualquier moneda, ni promover el crecimiento con o sin dinero, ni aplicar los principios de una economía rigurosa, ni demostrar que la desregulación y la apertura son recetas virtuosas. No: se trata pura y exclusivamente de eliminar al kirchnerismo, fuente de todos los males.

Es la receta más básica del libro de la política, ya aconsejada por Maquiavelo en El Príncipe, pero mucho más antigua que él: el consejero estaba simplemente formalizando el resultado de experiencias diversas a lo largo de varios siglos. Se trata de definir a un enemigo y atribuirle todo lo que anda mal, de manera que la estrategia natural a seguir sea su eliminación.

No sólo la consigna “Kirchnerismo Nunca Más” expresa esta noción sino también las expresiones utilizadas por el Presidente que remiten a ideas de corrupción, podredumbre, corrosión e incluso enfermedad (el kirchnerismo, o el socialismo, que para él vienen a ser lo mismo, sería un parásito cerebral que ataca a la gente y le impide pensar). A aquello que invade, que enferma, pudre y corrompe, hay que exterminarlo: es, después de todo, lo que procuramos hacer con los parásitos.

De los ocho candidatos que hablaron antes que Milei, sólo dos o tres esbozaron un discurso propositivo, con alguna idea sobre qué piensan construir cuando lleguen a la Legislatura bonaerense. Todos, incluso estos dos o tres, atacaron con virulencia al kirchnerismo, al que acusaron de haber destruido, humillado, degradado, roto y saqueado todo lo que estuvo a su alcance. A su turno, Milei tomó ese mismo discurso y lo elevó al cuadrado.

En cuanto a los insultos, jugó con la idea de no emplearlos pero dejar que la multitud que lo escuchaba lo hiciera por él. Varias veces explicitó, risueño, ese fenómeno: los presentes coreaban “Hijo de puta”, por ejemplo, cuando nombraba al gobernador Axel Kicillof. Era un acting que no le impidió volver a llamarlo “enano soviético” o hablar del pensamiento de izquierda como una enfermedad mental. La noción de insulto que empleaba parece bastante formalista.

Si a algo recordaron los momentos en que la multitud, en arranques presuntamente espontáneos, coreaba los insultos que el discurso del Presidente no explicitaba pero dejaba servidos, es a los Dos Minutos de Odio, ese dispositivo propagandístico utilizado por el gobierno de Oceanía en 1984. Porque, más allá de lo que puedan enunciar Milei y sus compañeros de ruta, la campaña de La Libertad Avanza no es una campaña de ideas, sino una campaña de odio.

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