Todos juntos a la hora del TEG

Tanto para el peronismo como para la derecha, en la provincia de Buenos Aires la negociación por los acuerdos llegó a la etapa en que se necesita considerar los reclamos de quienes ostentan el poder territorial. Dueños de una perspectiva que las cúpulas no siempre contemplan, los intendentes de UxP y el PRO intentan hacer valer sus pergaminos para ganar aún en la derrota.

POLÍTICA 27 de junio de 2025
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Si la política fuera un mero ajedrez, sería más fácil. No fácil, pero más fácil. Sería una cuestión de llegar a los acuerdos necesarios al nivel de las cúpulas, mover una ficha aquí, otra allá, y sentarse a esperar que la jugada dé frutos o que el oponente se equivoque.

Pero la política no es solamente ajedrez. En algún punto se parece más a ese juego de guerra que en su versión original en inglés se llama Risk y cuya adaptación local ya es un clásico de los clásicos: el TEG. Va en mayúsculas porque es una sigla. Significa “Tácticas y Estrategias de Guerra”. Y la política es un poco una guerra. Al igual que el TEG, tiene todo que ver con el territorio. ¡China ataca a Kamchatka!

Ajedrez en las cúpulas y TEG ¿dónde? En el territorio precisamente. Ese ámbito que no siempre tienen en cuenta los presidentes, diputados y ministros, pero en el que viven y respiran a diario los intendentes, guardianes del poder político en la base de la pirámide.

Ellos son los que primero perciben cuánto hay de realista y cuánto de descabellado en los manejos y digitaciones de las esferas superiores. Registran a la perfección el pulso de la tierra, de la calle. Y, nuevamente, resguardan el poder. A veces es imposible dejarlos de lado. Mucho de lo que se hace debe hacerse con ellos.

Da la casualidad (o no) de que, faltando muy poco para la etapa definitoria del escenario electoral en la provincia de Buenos Aires (es decir, el cierre de las listas de candidatos), tanto en el peronismo como en el espectro de la derecha haya llegado la etapa de prestarles atención a los jefes comunales. Ahora es el momento en que ellos se hacen oír y procuran, como políticos que son, hacer valer su cuota de poder.

Lo dijo el intendente de José C Paz, Mario Ishii, hace pocos días: “Es la hora del Pueblo”. Con lo que quería decir que es su hora, la hora de los alcaldes. También en el PRO advierten que está sonando la campana.

En Unión por la Patria (UxP), la disputa es interna: el sector que responde al gobernador Axel Kicillof y el que se referencia en la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner pujan por salir lo mejor parados posible en un acuerdo electoral para ir en una lista única, o, en su defecto, en una apuesta (perdidosa) a presentarse por separado. Por ahora todos dicen que aspiran a la unidad. Lo que no dicen es quién va a determinar la composición de las nóminas.

Ahí es donde entran a tallar los intendentes peronistas, que son muchos y que tienen mucho peso, especialmente en el conurbano. Los intendentes peronistas dicen que ellos deberían tener poder de decisión en la forma que tome la boleta final. Que las listas no deben salir de una reunión entre Kicillof y los emisarios de los otros sectores (Máximo Kirchner y Sergio Massa), un acuerdo de cúpulas que no contemple la territorialidad. Que los jefes comunales deben ser tenidos en cuenta.

Por cierto, hay resquemor porque en la trifulca de los mandamases naufragó, al parecer definitivamente, el proyecto para volver a habilitar la reelección indefinida de los alcaldes. Se obtuvo media sanción para que exista la re-re para diputados, senadores y concejales, pero no para ellos. Y la posibilidad de extender sus mandatos por varios períodos era una de las condiciones que habían puesto para apoyar sin ambages las iniciativas de Kicillof. Habrá que tenerlo en cuenta si la base se desmadra.

En el PRO, que se desvive por lograr un acuerdo electoral con La Libertad Avanza (LLA), la cuestión es más acuciante. El espacio libertario tiene, según las encuestas, el mayor caudal de intención de voto, muy pero muy por encima de sus socios amarillos; pero apenas tiene tres intendentes, y ninguno de ellos fue elegido por el partido de Javier Milei. Los intendentes del espectro de la derecha son todos del PRO. Son trece, y la mayoría de ellos no están contentos.

La advertencia que lanzan los alcaldes amarillos al interior del partido es que el PRO tiene que mantener su nombre, su esencia y, fundamentalmente, su gente en los distritos que gobierna. Se atajan de una posible invasión de candidatos libertarios a concejales y consejeros escolares que no sólo desvirtúe la identidad del partido sino que resulte desastrosa en términos políticos. Ellos saben bien que el espacio violeta está lleno de advenedizos, de figuras, digamos, poco presentables. Y no las quieren en sus boletas.

Nuevamente, llegó el momento de considerar la cuestión territorial, de ponerle quizás un parate al acuerdo de cúpulas que Cristian Ritondo viene jurando que ya casi, casi está cerrado. La advertencia de los intendentes es clara, y no es ajena, por supuesto, a la ambición de mantener su poder colocando a gente propia en las listas, igual que ocurre en el peronismo, por más que los ingredientes de la ensalada sean otros.

La postura de los intendentes descansa, repetimos, no sólo en su percepción, en su pulso, sino también en la cuota de poder que tienen. Y no existe poder sin amenaza. Ignorar a los jefes comunales es peligroso. Es exponerse a que en el territorio, en las calles de los barrios, no se milite la lista partidaria con demasiado ahínco, se haga una campaña a desgano o incluso se promueva el corte de boleta.

Como popes locales con intereses locales, los intendentes pueden ganar aún en la derrota. Ahí está su potencia. Y les llegó el momento de hacerla sentir.

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