
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La convocatoria a una marcha hacia el Ministerio de Desregulación pretende ser el debut de un espacio que aglutine los reclamos de sectores de la sociedad que no están representados por la burocracia cegetista. Está por verse si la movida, que nace de la propia estructura del sindicalismo, puede generar realmente algo nuevo.
POLÍTICA 25 de junio de 2025A esta altura, la Confederación General del Trabajo (CGT) es una máquina de defraudar. Su resistencia a concretar medidas de fuerza en momentos en que la clase trabajadora está constantemente bajo fuego, su renuencia a movilizar a las masas incluso cuando las masas se vuelcan a las calles de todas maneras, su opción por el comunicado de repudio en lugar del paro con movilización, ya son un meme, en el más estricto sentido de la palabra: una idea que prendió, que se difunde sola, básicamente porque la alimenta un núcleo de verdad.
La central obrera está en el centro de una crisis de representación, como señalaba aquí mismo Natalia Salvo, quien además le reprochaba “cierta tibieza”. Y esta tibieza es aún más irritante en esta hora en que se requiere mayor fuerza para oponerse a la destrucción. Es suficiente para hartar a cualquiera.
Claro que ni el hartazgo por sí solo ni la repetición de la queja son suficientes para cambiar las cosas. Lo que prolonga el status quo no es que la situación sea tolerable sino que no haya una alternativa convincente a esa situación. Al igual que ocurre con el gobierno de Javier Milei y su carácter obviamente deletéreo para la vida de la mayoría de la gente, que sin embargo se sostiene gracias a que la oposición política no logra articular una propuesta concreta para contrarrestarlo, así también ocurre con la burocracia sindical entronizada en su cima oscura y blanda.
Hoy, con una movilización al Ministerio de Desregulación que encabeza Federico Sturzenegger, pretende nacer esa alternativa necesaria, pero habrá que ver si efectivamente se da ese nacimiento. Lo que debuta con esta marcha es un frente gremial alternativo a la CGT (que no marcha, ni para, ni nada) y que aspira a ser la semilla de una central obrera “única” que supere a lo que hoy tiene el pueblo trabajador. El nombre es algo pomposo pero vale: Frente de Lucha por la Soberanía, el Trabajo Digno y los Salarios Justos.
No es muy alentador, quizá, que la idea haya partido del seno del propio sindicalismo tradicional, más concretamente de Rodolfo Aguiar, el titular de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Por otra parte, si algo puede pedírsele al caudillo de un gran sindicato es que haga precisamente este tipo de propuestas. Pero el nacimiento de algo nuevo raramente surge sin más de lo viejo, estas cosas no se dan en línea recta.
El antecedente más directo del surgimiento de un actor nuevo que vino a encarnar los reclamos de un amplio sector social no representado en la estructura de los gremios es, por supuesto, la aparición de las organizaciones piqueteras, que vinieron a representar y escenificar el drama de los trabajadores desocupados, ignorados (¡todavía hoy!) por el sindicalismo. A los piqueteros nadie los convocó: se autoconvocaron. Aparecieron, por decirlo exageradamente, de un día para el otro, y no se fueron nunca. Hoy, a pesar de las mutaciones sufridas en el camino y de su absorción parcial por la estructura del Estado, esas organizaciones son una parte importante del paisaje social y político. Incluso han dado más de un candidato y cuentan con representación legislativa.
De todas maneras, la confluencia en la protesta de hoy de grupos que no pertenecen al gremialismo, y que se han venido movilizando en este tiempo para protestar por las medidas de Milei y su gobierno (como, por ejemplo, los estudiantes universitarios), permite alentar la esperanza de que se puede conformar una masa semi estable que represente los reclamos de un amplio abanico de sectores sociales.
Esta confluencia reconoce como antecedente inmediato lo que ocurrió con las marchas de los jubilados, especialmente castigados por este gobierno. El fenómeno que se fue dando miércoles a miércoles, con la incorporación a las marchas de diferentes grupos que sumaban sus propios reclamos o incluso su mera fuerza (como en el caso de los hinchas de fútbol), puede leerse como una especie de experimento político espontáneo, una serie de ensayos para la llegada de lo que, acaso, está por venir.
Que la marcha sea al Ministerio de Desregulación, que tiene a cargo el desguace del Estado, suena en principio demasiado sectorial, en el sentido de que oponerse a ese desguace le interesa muy particularmente a ATE. Pero, por otro lado, este ministerio representa, en términos amplios, el ataque al trabajo, a la producción, a la seguridad social, a los derechos adquiridos, al federalismo, a la soberanía. En ese sentido es un objetivo simbólico aceptable para el debut.
La idea, según expresa el propio Frente en un documento difundido hoy, es “articular de manera transversal” la protesta social, por fuera de los ámbitos tradicionales de partidos políticos y sindicatos. Es una aspiración ambiciosa; quién sabe si llegará a buen puerto. Pero, aunque el experimento falle, es un paso en la dirección correcta.
A la crisis de representación, al fin y al cabo, se la supera con representación. Todo lo que aparezca para encarnar aquello que hoy vive oculto en las sombras del desaliento tendrá un lugar en el paisaje político y social, aun si no llega a cubrir las expectativas de sus impulsores.
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La Argentina vive en estado de excepción y en la provincia de Buenos Aires empieza la temporada de los dolores de cabeza. La incógnita de qué ocurrirá con el presupuesto nacional se reproduce en territorio bonaerense con ingredientes propios. Una oposición que presiona y un oficialismo dividido cuyos antecedentes en la materia no auguran un panorama tranquilo.
Que el Tesoro de Estados Unidos haya bautizado a la Argentina como “aliado clave” en América Latina no constituye un elogio, sino una advertencia.
Mientras en el Instituto Cultural y el Teatro Argentino crecen las quejas de los trabajadores por el recorte de horas extras, la falta de materiales, cancelaciones y cambios inexplicables en las programaciones, Florencia Santout estaría destinando cuantiosos fondos estatales para intervenir en la política universitaria de la UNLP, a través de su organización, La Cámpora.
En la Legislatura bonaerense tuvo lugar ayer algo que hacía tiempo no ocurría y que a estas alturas ya es novedad: una sesión normal. Claro que se trata de una paz de circunstancias, porque los proyectos clave están en la otra cámara. Será el Senado, entonces, el escenario de las batallas complicadas.
En campaña, la política argentina convierte en gestos extraordinarios lo que son deberes básicos: presentar un presupuesto, no radicalizar discursos o aumentar partidas para educación y salud. Pero la reciente derrota legislativa del oficialismo, al no poder blindar los vetos presidenciales a las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario, mostró que el problema ya no es solo comunicacional: la “institución invisible” de la confianza, clave para sostener liderazgos y economías, comenzó a resquebrajarse. La democracia exige más que propaganda de lo obvio; exige resultados que fortalezcan credibilidad.