Milei y la estrategia del antagonismo: cuando la oposición se une por rechazo

Más allá del veto presidencial, el debate en Diputados reveló algo más profundo: la reaparición de una lógica de alianzas en un sistema político que gira alrededor del conflicto.

POLÍTICA 10 de junio de 2025 Rubén Zavi
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El Congreso votó. 142 diputados nacionales apoyaron la modificación de la fórmula de movilidad jubilatoria. 67 votaron en contra, 19 se abstuvieron y 28 estuvieron ausentes. El presidente Javier  Milei ya anunció que vetará la ley. Pero lo más importante no es el destino de la norma, sino el  mapa político que dejó la sesión. En la Cámara baja no solo se discutió una fórmula previsional:  se ensayó una coalición. Se activó, incluso sin acuerdo explícito, un tipo de coordinación que  parecía extraviada en la era del hiper personalismo libertario.

El sistema previsional fue, en este caso, una excusa. El verdadero núcleo de la escena fue el  intento —incipiente pero visible— de construir una mayoría legislativa por fuera del oficialismo.  Peronistas, radicales, un sector del PRO, la Coalición Cívica y bloques provinciales coincidieron  no tanto por afinidad ideológica como por reacción estratégica. Frente a un presidente que  ordena la política a partir de la confrontación directa, el voto opositor funcionó como un acto  performativo: marcó límites, trazó posibilidades, habilitó escenarios futuros. 

Framing negativo y unidad coyuntural 

En un sistema de partidos fragmentado, donde las identidades partidarias se diluyen y las  plataformas ideológicas ceden frente a liderazgos personalistas, el antagonismo vuelve a ser el  gran organizador. Lo que une no es el proyecto compartido, sino el adversario común. Milei, con su retórica disruptiva, encarna ese rol con destreza quirúrgica. Su figura no solo polariza:  estructura. Es, al mismo tiempo, actor y espejo. Su presencia obliga a la reacción. 

Ese marco negativo —una lógica de “estar en contra de”— es el pegamento que permite articular  posiciones disímiles. La ley previsional fue, entonces, mucho más que una discusión técnica.  Fue símbolo. Un punto de encuentro para fuerzas que, en otros contextos, no comparten ni  diagnóstico ni estrategia. Lo que las unió fue la necesidad de disputar la centralidad política que  el oficialismo se atribuye sin matices. 

Técnica y política: el caso Mendoza 

La intervención del diputado radical Lisandro Nieri ilustra con claridad la tensión entre  razonamiento técnico y posicionamiento político. Votó en contra del proyecto, pero no por  alineamiento con el oficialismo. Su argumento fue fiscal: la fórmula propuesta contenía un 20%  “volátil”, incompatible con una política previsional sostenible. Pero su crítica más punzante no  fue al Congreso, sino al propio Poder Ejecutivo, al que le reclamó una solución dentro de sus  márgenes de superávit. 

Ese gesto —votar en contra pero marcar distancia del Gobierno— sintetiza el momento. No hay  alineamientos plenos, ni siquiera entre aliados históricos. Lo que hay es autonomía, y esa  autonomía, en tiempos de reconfiguración, tiene valor político. 

La crisis de los intermediarios 

Lo que está en juego no es solo una ley, ni siquiera una fórmula de movilidad. Lo que está en  disputa es la estructura misma del sistema representativo. La Argentina vive una fase de colapso  de intermediarios: los partidos tradicionales ya no organizan la política, las ideologías están  desdibujadas, y los liderazgos personales ocupan el centro del escenario. 

Milei lo entendió con claridad. Su estilo mediático, agresivo, viral y confrontativo, no requiere  acuerdos ni estructura. Le basta con ser el eje del conflicto. Todo gira en torno a él: el que apoya  y el que resiste. Ese diseño le da centralidad, pero también lo vuelve vulnerable. Si otros actores  logran articular mayorías sin él, su hegemonía se debilita. 

Un veto anunciado, una política en construcción 

El oficialismo justifica el veto en razones fiscales. Y no es un argumento menor: un sistema  previsional sostenible no se decreta, se financia. Pero incluso quienes rechazaron el proyecto  reconocen que el problema jubilatorio requiere respuestas estructurales. La Argentina no  discute una reforma de fondo porque la política no tiene, hoy, capacidad de construir consensos  duraderos. Fragmentación, electoralismo y cortoplacismo impiden acordar lo esencial.

En este contexto, la votación en Diputados fue menos una solución previsional que una señal política. Un mensaje: hay vida parlamentaria más allá del oficialismo. Hay posibilidad de mayorías alternativas, aunque transitorias. Hay —tal vez— margen para recomponer el sistema desde sus escombros. 

Lo que resta saber es si esa coalición de ocasión puede convertirse en algo más. Porque, aunque Milei se alimenta del conflicto, también lo produce. Y en política, a veces, el enemigo más eficaz es el que permite unir lo que parecía irremediablemente roto.

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