
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
Moreno, uno de los distritos más grandes y estratégicos del conurbano bonaerense, se ha convertido en escenario de una interna silenciosa pero persistente dentro del peronismo local. Desde 2019, el municipio es gobernado por Mariel Fernández, referente del Movimiento Evita y primera mujer en ocupar la intendencia. En 2023, fue reelecta con el 57% de los votos, consolidando su liderazgo territorial.
POLÍTICA 29 de mayo de 2025 Daniel MuñonettoA diferencia de lo que ocurre con buena parte del Movimiento Evita en la provincia de Buenos Aires, que ha tomado distancia de Cristina Fernández de Kirchner, Mariel mantiene un vínculo cercano con la ex vicepresidenta. Otro de los referentes del Evita bonaerense, Gildo Onorato, hoy forma parte del gabinete de Axel Kicillof. Esa división también tiene su correlato en Moreno.
Fernández conserva una fuerte sintonía con el kirchnerismo y con La Cámpora, la organización conducida por Máximo Kirchner. Es vicepresidenta del Partido Justicialista bonaerense y una de las dirigentes que con mayor énfasis impulsa el discurso de unidad: “Acá no sobra nadie”, repite en cada intervención pública.
Del otro lado del tablero local aparece Walter Correa, actual ministro de Trabajo bonaerense y dirigente con base territorial en Moreno. Correa se alinea con Kicillof y hoy encabeza el espacio “Movimiento Derecho al Futuro”, que busca disputar la conducción del peronismo provincial y ganar peso en el armado local.
La disputa no se expresa abiertamente, pero se percibe en gestos, silencios y movimientos estratégicos. Según fuentes cercanas a la intendenta, “aunque no se hable en público, el espacio liderado por Correa trabaja por una ruptura que le permita tener representación propia en el Concejo Deliberante. En un acuerdo de unidad, deberían integrarse a las listas y aceptar, en parte, ser conducidos por Mariel”.
El análisis que circula en el oficialismo local es que, de no prosperar la unidad, Correa podría captar parte del voto de izquierda —que actualmente cuenta con dos bancas— y así ingresar al menos dos concejales propios.
“Mariel no se muestra preocupada”, explican en su entorno. “Incluso en el peor escenario, suponen que Correa reemplazaría a los concejales de izquierda, manteniendo una configuración institucional similar a la actual”. Aunque Fernández insiste públicamente en preservar la unidad, admiten que “la voluntad real de acuerdo hoy parte más de ella que del sector correísta”.
La disputa no es sólo ideológica: se trata también de estilos de gestión y modos de construir poder. “Muchos de los que hoy están con Correa nunca tuvieron vínculo real con Mariel. Algunos fueron parte y ella los desplazó. Otros se alejaron porque no compartían su forma de gobernar”, detallan desde el oficialismo.
En ese sentido, destacan que Fernández “vino a romper con ciertas lógicas históricas del peronismo local”. Y agregan: “Si alguien no funciona, lo echa, sin importar si después termina en la vereda de enfrente”. Desde su entorno sostienen que el espacio de Correa “tiene muchos nombres, pero escasa representación real”.
Mientras tanto, Mariel Fernández se respalda en su caudal de votos, en una estructura territorial consolidada y en una gestión que le permitió ser reelegida con amplio respaldo. Para ella, la unidad sigue siendo el camino ideal. Para el sector de Correa, la ruptura podría ser el único modo de crecer.
En este tablero cruzado de lealtades, poder y disputas soterradas, el peronismo de Moreno transita una calma tensa. La gestión sigue siendo el principal capital político de Mariel, pero las ambiciones del espacio correísta prometen mantener viva la puja interna. Mientras tanto, la palabra “unidad” sigue sonando fuerte como consigna, aunque se ejerce con matices. El desenlace dependerá de si priman los acuerdos o las fracturas, en un distrito que, como tantas veces, puede anticipar dinámicas más amplias dentro del peronismo bonaerense.
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La Argentina vive en estado de excepción y en la provincia de Buenos Aires empieza la temporada de los dolores de cabeza. La incógnita de qué ocurrirá con el presupuesto nacional se reproduce en territorio bonaerense con ingredientes propios. Una oposición que presiona y un oficialismo dividido cuyos antecedentes en la materia no auguran un panorama tranquilo.
Que el Tesoro de Estados Unidos haya bautizado a la Argentina como “aliado clave” en América Latina no constituye un elogio, sino una advertencia.
Mientras en el Instituto Cultural y el Teatro Argentino crecen las quejas de los trabajadores por el recorte de horas extras, la falta de materiales, cancelaciones y cambios inexplicables en las programaciones, Florencia Santout estaría destinando cuantiosos fondos estatales para intervenir en la política universitaria de la UNLP, a través de su organización, La Cámpora.
En la Legislatura bonaerense tuvo lugar ayer algo que hacía tiempo no ocurría y que a estas alturas ya es novedad: una sesión normal. Claro que se trata de una paz de circunstancias, porque los proyectos clave están en la otra cámara. Será el Senado, entonces, el escenario de las batallas complicadas.
En campaña, la política argentina convierte en gestos extraordinarios lo que son deberes básicos: presentar un presupuesto, no radicalizar discursos o aumentar partidas para educación y salud. Pero la reciente derrota legislativa del oficialismo, al no poder blindar los vetos presidenciales a las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario, mostró que el problema ya no es solo comunicacional: la “institución invisible” de la confianza, clave para sostener liderazgos y economías, comenzó a resquebrajarse. La democracia exige más que propaganda de lo obvio; exige resultados que fortalezcan credibilidad.