De leones y ratones

Todo parece encaminado para que La Libertad Avanza y el PRO unan sus fuerzas en las elecciones que se vienen. Pero el diablo está en los detalles. El acuerdo de cúpulas encuentra posibles limitantes tanto en el tiempo como en el espacio. Por arriba y por debajo se imponen vectores diferentes, que justificarían estrategias contrapuestas para los cargos provinciales y nacionales y para los municipios.

POLÍTICA 29 de mayo de 2025
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Cristian Ritondo convocó a los intendentes proístas a una reunión.

Si uno mezcla amarillo con violeta, sale marrón. Esto lo sabe cualquier chico que haya experimentado con témpera, acuarela u otros pigmentos en la escuela o el jardín de infantes. El marrón es la conjunción de los tres colores primarios: rojo, azul y amarillo. (A menos que hablemos de pantallas de computadoras, donde parecen ser rojo, verde y azul, o de tinta de impresión, donde aparentemente son magenta, cian, amarillo y negro. Es complicado.) También es el color que comparten los leones y los ratones pardos. Porque el pelaje del león es dorado pero el dorado no es otra cosa que un marrón resplandeciente.

Parece que es un hecho que el PRO y La Libertad Avanza (LLA) unirán sus fuerzas, es decir, mezclarán sus colores, para ir a las urnas fortalecidos y derrotar así (de una vez y para siempre, dicen) a su enemigo común: el kirchnerismo. Lo harán en la provincia de Buenos Aires, donde se vota en septiembre, y luego a nivel nacional, en las elecciones de octubre. Las figuras visibles de ambos partidos, referenciadas en el presidente Javier Milei (libertario) y el expresidente Mauricio Macri (amarillo), se muestran exultantes por haber llegado, al fin, al acuerdo tan demorado. El acuerdo al que muchos sienten que deberían haber arribado hace dos años, en 2023, y que les habría permitido ganar no sólo la Nación, sino también la provincia.

Cristian Ritondo y Diego Santilli, a un lado de la mesa, y Karina Milei y Sebastián Pareja, al otro lado, se avinieron, al fin, a avanzar por ese camino. Aunque no queda claro si todos están pensando en la misma estrategia. Al fin y al cabo, y más en vista de lo que ocurrió en las elecciones en la Capital Federal y cuatro provincias, los violetas tienen todas las de ganar, y son los amarillos los que están más ansiosos por concretar la alianza. El gobierno libertario no está apurado; puede manejar los tiempos y encajar, incluso, una derrota digna. El PRO, en cambio, procura no desaparecer del todo.

Las dos estrategias que se barajan, sin que por ahora se haya definido concretamente ninguna, son el “acuerdo de partidos” que busca el PRO (al menos la parte del PRO que aún es leal a Macri) y el trasvasamiento de dirigentes que alienta LLA. La primera implica que ambas fuerzas mantendrían sus colores e identidades y caminarían de la mano hacia las urnas; la segunda, que podríamos calificar quizá de imperialista, supone que los dirigentes de peso del PRO que quieran formar parte de la alianza deberían ir en la lista violeta y olvidarse del amarillo.

En el PRO, quienes abogan por el acuerdo de partidos quieren jugar a ser cabeza de ratón, es decir, encabezar la nómina del PRO y liderar ese espacio que, según los analistas, podría obtener un 7 u 8 por ciento de los votos en la provincia; otros se inclinan por ser cola de león, es decir, incorporarse a la lista que puede ser ganadora (y que, por casualidad, tiene justamente a un león como símbolo), aunque sea en un lugar menor, más bien abajo. Para éstos es preferible ir a la cola del vencedor que encabezar una propuesta con un caudal muy menguado.

Por no hablar, claro, de lo que pasará después de las elecciones. Macri busca mantener la identidad del PRO a toda costa, pero una victoria en alianza, en cualquiera de los dos modelos, actuaría como una fuerza centrípeta que terminaría empujando a los legisladores amarillos al espectro violeta en los meses subsiguientes (y ya pensando en las elecciones ejecutivas de 2027). Es ni más ni menos que lo que pasó con Patricia Bullrich luego de la reunión de Acassuso: antes presidía el PRO y era su candidata a presidenta, ahora está afiliada a La Libertad Avanza. La coincidencia ideológica y de intereses podría acentuar el desangramiento del partido de Macri. ¿Cuánto podría durar el acuerdo circunstancial y cuándo se convertiría en una fagocitación de una fuerza por otra?

A esa limitante en el tiempo, en el después, se le suma, decíamos más arriba, otra limitante en el espacio. Y es que lo que conviene por arriba quizás no convenga por abajo. Es más, muchos intendentes amarillos están convencidos de que no. En sus distritos les interesa preservar la presencia de la marca PRO con la mayor intensidad posible.

Es así: las cosas en un municipio no funcionan exactamente igual que en la provincia o el país, y los concejos deliberantes no siguen la misma lógica que las legislaturas o el Congreso Nacional. En un municipio el acento está generalmente puesto en la continuidad y la irrupción de LLA, que ocupó bancas por todas partes, no alcanza a revertir esa lógica. Los alcaldes del PRO son reacios a juntar a sus tropas con los violetas recienvenidos. Es más: advierten que en muchos casos se trata literalmente de recién venidos a la política, de advenedizos que proceden de otros ámbitos y que no comparten códigos, objetivos ni expertise con los suyos ni con las demás fuerzas tradicionales.

Por eso, Ritondo convocó a los intendentes proístas a una reunión en la que les explicará punto por punto lo acordado con el partido libertario. Se espera que en ese encuentro los jefes comunales se saquen todas las dudas y vean las ventajas de la unidad con un partido al que no dejan de mirar con recelo.

El tiempo dirá si el acuerdo de cúpulas se materializa a todos los niveles y, en ese caso, cómo; dirá también si la estrategia es exitosa o más bien onerosa para los amarillos.

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