Federico Rey Lennon: “Exacerbar la violencia simbólica genera el riesgo de que se convierta en violencia física”

Docente de comunicación en la Universidad de La Matanza, analiza el escenario discursivo de la política argentina. La estrategia de Javier Milei, los riesgos de las redes sociales y los peligros de que se acreciente la virulencia verbal.

ENTREVISTAS 09 de octubre de 2024 Andrés Miquel
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“Estos discursos no son los mejores para la democracia”, afirma Federico Rey Lennon. Docente universitario, investigador y doctor en comunicación pública, dialoga con Politicar sobre el escenario discursivo del país. Se muestra preocupado por cómo se desarrolla una virulencia puede tener consecuencias como la violencia física. Desde su mirada, habría que aminorar la periodicidad de las conferencias de prensa de Manuel Adorni por el “desgaste” que acarrean y analiza cuáles son los tiempos con los que cuenta un gobierno para trabajar. 

Para Rey Lennon, la modalidad que expone Javier Milei es la de un “líder populista tecnócrata”. Como consultor político y, a su vez, vicepresidente de la Asociación Argentina de Consultoras y Consultores Políticos (ASACOP), considera que el populismo que practica el Presidente no es diferente a lo que llama “populismo de izquierda”. Ambos, a su juicio, “buscan la empatía a toda costa”. 

En este sentido, realza el rol de las redes sociales como herramienta que encontraron las personas de a pie para establecer un vínculo más directo con sus representantes. Sin embargo, no deja de poner el ojo en los riesgos de interactuar cada vez con más agresividad en el plano simbólico y virtual, lo que puede conllevar a manifestaciones de violencia física en el plano terrenal. 

—¿Cuál considera que es el objetivo de Javier Milei con el uso de sus redes sociales, particularmente X?

—La comunicación de Javier Milei hay que enmarcarla en el ámbito de, como decimos nosotros los consultores, un líder populista tecnócrata. Su estrategia de X, básicamente, está dada por esa cualidad que buscan los líderes populistas de comunicarse directamente con el electorado. Una vinculación que, de alguna manera, salta la valla de la comunicación de los medios tradicionales y la mediación del periodismo. A su vez, X es una de las herramientas más politizadas. No es la más extensa, pero si permite comunicarse con personas más propensas a la política. No es diferente a Trump (NdeR: Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos y actual candidato republicano a un nuevo período). Trump no se parece a Milei, pero hacen cosas similares, como hacer uso de Twitter para descalificar a opositores o ensalzar posturas que son valorables. En alguna medida, tienen ciertas similitudes con lo que hace Elon Musk en el plano de la política empresaria. 

—¿No es peligrosa?

—Se corre el riesgo de estar al límite de lo correcto y de cierta virulencia. Muchas veces los mensajes de Milei en Twitter parecen más dirigidos a su militancia o a sus seguidores duros, como dice Jaime Durán Barba, más que al resto de la población. Por eso están teñidos de polaridad o discurso bipolar, algo siempre presente en los líderes populistas.

—¿Es inevitable la era de las profundad agresividad del discurso político? Se sumaron hasta figuras como Cristina Kirchner que trató de estúpido y loco a Milei y de bobo a Luis Caputo. 

—Creo que Cristina Kirchner tuvo un discurso agresivo desde el origen. Sólo que, la de ella, es femenina. Cuando una mujer utiliza la agresividad, la usa con un estilo más irónico, más cuidado y utilizando expresiones más atenuadas. Pero, siempre fue bastante descalificadora de la oposición.

—¿Por ejemplo? 

—Cuando agredió a un jubilado que compró dólares para sus ahorros o la descalificación constante del Grupo Clarín, o incluso de Mauricio Macri azuzándolo. Hay cuestiones fácticas, como carteles a periodistas de la oposición en Plaza de Mayo. El populismo de izquierda no es muy diferente a Milei. Lo que sí, una diferencia con el kirchnerismo es que, en sus primeros doce años de gobierno, tuvo una suma de poder importante, con ambas cámaras mayoritarias, por lo que el nosotros y ellos eran una dualidad distinta a la que tiene Milei. Era un nosotros que no necesitaba de ellos. Sí, creo yo, que desgraciadamente en la sociedad digital que se basa en unos y ceros, la comunicación se volvió bipolar. Creo que las redes sociales potenciaron esa virulencia innata de discurso político. 

—¿Por qué la considera innata?

—En el año 90 antes de Cristo, en las elecciones de República Romana, había violencia verbal y física. Es innato. Hoy, gracias a Dios, solo es en redes. El discurso original de Milei habla de la casta y el de CFK de que ellos son el pueblo y el ellos es el antipueblo. Son conceptos semióticos vacíos para tener una diferenciación rápido. Al ser vacios, pueden llenarse rápido, y ahí hay que ver quien es pueblo y quien es casta. Eso puede llevar a la deshumanización del oponente, llamándolo zombie o rata. Pero bueno, es lo que nos toca, es lo que vemos en Estados Unidos. Uno ve que todo es más agresivo.

—¿El insulto es un límite?

—El insulto es muy del hombre, de la cultura de cancha. Pienso en la canción descalificadora a Francia, o la de Brasil que está al borde de serlo. Es una cosa muy masculina, mientras que la mujer, por siglos de aprendizaje, es más sutil para desacreditar.

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"Hay que tener en cuenta que lo simbólico llega a lo terrenal"

—Más allá de las comparaciones, es una realidad que a CFK le gatillaron un arma en la cabeza…

—Cuando exacerbamos en el plano simbólico a la violencia, corremos cierto riesgo de que la violencia se convierta en un riesgo físico. A Trump le dispararon. En todo momento lo que hago es una descripción, no es algo valorativo. La democratización es la búsqueda de consensos. Estos discursos no son los mejores para la democracia. Pero esto pasa en Europa, en España. Es un fenómeno que se ha globalizado y hemos naturalizado como algo normal. Es un problema, que incluso lo vemos en las aulas para quienes nos toca ser docentes. 

—¿Hay que comunicar bajo los patrones dialógicos de la sociedad? Es decir, si la sociedad es agresiva debo ser agresivo. 

—En la raíz del populismo está buscar la empatía a toda a costa. Pero a esto, para mí, desde mi propia visión, es un problema serio de las sociedades contemporáneas. Me refiero a la exacerbación de la violencia discursiva en el plano simbólico porque lleva necesariamente a un comportamiento agresivo. Yo vengo de la cultura del rugby y veo como se ha futbolizado el resto de los deportes como, por ejemplo, el hockey femenino. Hay falta de respeto a la autoridad, a los árbitros, con padres que se vuelven agresivos al borde de las canchas. Eso impregna una forma de comportamiento, porque no son solamente los políticos. Están los dirigentes sindicales, los actores y actrices, deportistas, empresarios, nosotros en las aulas que nos dedicamos a docencia. El ejemplo que estamos dando es que en el plano simbólico nos insultamos y eso, claramente, se traduce en un comportamiento real. En psicología se habla mucho de que, si a tu hijo lo maltratas mucho verbalmente, tu hijo tiene comportamientos violentos. Ahí surge el famoso interrogante de quién le pone el cascabel al gato.

—¿Se puede?

—Es difícil. En la Argentina uno percibe que serán meses complicados desde el punto de vista político y una de las tentaciones del gobierno va a ser profundizar ese discurso del nosotros y ellos. Ahí habrá otro problema porque la oposición debería apuntar a la mesura, pero habrá una escalada de la misma modalidad. Ya empezamos con la cultura del escrache, algo deleznable y antidemocrático, sin importar el color que sea. 

—¿Qué es lo que más te preocupa del escenario comunicacional actual y qué es lo que más celebras?

—Empiezo por lo positivo. La utilización que hizo Milei del discurso directo con sus votantes, a través de militantes también, con plataformas como Tiktok, Youtube o X, me parece muy interesante de analizar. Las redes sociales tienen cosas muy negativas y cosas muy positivas. Creo que se da una potenciación del ciudadano de a pie que, por primera vez, está en condiciones de comunicarse directamente con el dirigente. Pero, negativamente, esa construcción de un enemigo encuentra un canal fabuloso. Además, también constituyen un elemento central en la construcción de fake news. 

—¿Tiene más preocupación entonces?

—Me preocupa que sigamos en esta vorágine de agresiones mutuas entre unos y otros. En la Universidad Nacional de La Matanza, donde doy clases, estábamos hablando con los alumnos de los asuntos públicos y lobbies y sobre cómo se hacen las leyes. Ahí, uno de los chicos me pregunta por los recientes discursos en los recintos. En los últimos, se escuchan agresiones, insultos y gritos. Es difícil explicarle que Montesquieu pensaba en esa institución para que la república tenga una discusión racional de los problemas. Eso habla de la desazón que la generación Z tiene con la política en sí. Cuando veo el debate de una ley que determina una parte de mi vida y veo a Moreau y Espert insultándose digo ¿esto que es? Es peor que la tribuna de Boca-River. Es peor porque las cámaras son el pulmón de la democracia y lo que sucede es difícil de traducir. Además, es innecesario. Sucede que las redes dieron un canal directo para estas cosas. La democracia hay que reformularla en muchas cosas, pero, sobre todo, en que hay que tener en cuenta que lo simbólico llega a lo terrenal. 

—¿Un gobierno puede sostener de manera indefinida una conferencia casi diaria como las del vocero presidencia Manuel Adorni?

—Si bien no es invención de Milei, porque, de alguna manera, copia el modelo tradicional norteamericano. Incluso, lo hace desde el punto de vista formal, con la imagen de Casa de Gobierno, que sea periódica, que se contesten preguntas y que sean abiertas. Lo que sí, me sorprendí con el papel que llevó adelante Adorni. Me refiero a su papel de vocero. Tiene determinadas características discursivas muy acordes para ese puesto. Ahora bien, hay casos como el de Andrés López Obrador, que hizo de vocero de sí mismo, porque él tiene características particulares en el manejo del discurso. Pero bueno, lo veo con amigos voceros y porque además yo también lo fui, y la realidad que es muy desgastante. Quien no lo hizo no se da cuenta de la carga tensión que conlleva. 

—¿Es positiva tanta exposición?

—Cuando preparo voceros ante una crisis, siempre les digo que hay que limitar el contacto con la prensa a lo mínimo y necesario. Cada contacto es foco de un posible conflicto. El haberlo hecho diario, en algún punto genera la capacidad para dominar la agenda, que no es poca cosa Carlos Corach lo hizo de manera informal durante la presidencia de Carlos Menem. Pero puede generar un desgaste en la persona. Hacerlo diario no te da mucho respiro para resetearte psicológicamente. Creo que Adorni lo hace muy bien, juega muy bien el juego, pero no sé hasta cuándo. Un alumno actual que fue vocero con un ministro durante el kirchnerismo me dice que le da un año de vida como vocero (risas). 

—¿Es una modalidad que abre una amplia ventana para cometer un error?

—¿Hay que abrirse a la prensa y dar conferencias? Sí, pero no todos los días. Cada una que pasa es un desgaste mayor. Adorni, además, participa de las reuniones diarias de gabinete donde, seguramente, se generan los consensos para ver qué decir. Creo que una posibilidad es cambiar el tema de la periodicidad. Quizás, brindarla cada dos días.

—¿En qué momento hay que cambiar la estrategia comunicacional? 

—Siempre la estrategia se corrige con delay. Vos vas midiendo en el entorno que tenés un problema, por lo que la modificación siempre es reactiva. Hay que leerlo lo más rápido posible, contar con los datos concreto e ir corrigiendo. Uno de problemas es que cuando la estrategia general sale bien, cuesta ver los errores. Por el contrario, se ven rápido cuando sale mal. Entonces, la gran preocupación que siempre tenemos quienes somos directores de comunicación de empresas es que uno se enamore de la estrategia. Ahí se suelen perder de vista las pequeñas correcciones que podías hacer en su momento y los cambios se terminan haciendo cuando chocaste contra el iceberg, que es el momento en el que ya se está hundiendo el barco. 

—¿Cómo puede hacer un gobierno para reversionar la lectura de la sociedad sobre él mismo cuando no obtiene resultados positivos de gestión?

—Siendo bilardista, en materia de resultados, venís de veinte años con gobiernos de malos resultados. En este, justamente, estoy escribiendo algo vinculado a lo que considero que es un triple tiempo que se da al momento de gobernar. Uno de los tiempos es el de la sociedad de a pie. Con una sociedad que se va deteriorando hace cuarenta años, donde los datos de la UCA muestran que nunca se estuvo por debajo del 25 por ciento de pobreza, la gente quiere soluciones ya. Pero el gobierno tiene un tiempo medio, no puede ser inmediato. Con la modificación de la Constitución Nacional en 1994, los períodos presidenciales pasaron a ser de cuatro años, por lo que hay elecciones cada dos. Un gobierno asume y en menos de un año está pensando en una nueva elección. Y dos años es muy poco tiempo para hacer cualquier cosa. Encima, hay un tercer tiempo que es el del empresariado, que es el que invierte y genera empleo. Sucede que el tiempo de ellos es a diez o veinte años, que es lo que piensan al momento de una inversión. Si no ven una rentabilidad importante, prefieren poner la plata en un plazo fijo en Suiza.  

—¿Esto dinamita la planificación a mediano y largo plazo?

—El capital es el que más rápido puede correrse, porque decide no invertir y listo. Pero para las personas de a pie es más difícil. La gente no emigra masivamente. Entonces, esos tres tiempos son difíciles de congeniar. A veces se intenta corregir este problema con un discurso basado en promesas de gobierno, pero en Argentina hay un acumulado de cuarenta años de fracasos y una población que necesita remediar cosas muy básicas como la seguridad o la propia alimentación. Yo tengo memoria democrática desde 1983 y siempre trato de ser esperanzador con todos los gobiernos, pero cuando tenés la espada de Damocles económica y financiera, es difícil abordar los problemas de la cotidianidad. Se mantiene en agenda mantener el superávit, pero termina llevando a visiones miopes sobre las universidades, por ejemplo. Las universidades tienen una labor social muy importante, por lo que creer que son cajas es una visión miope del asunto. 

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