La plena unidad

El peronismo sigue envuelto en sus crujidos en la provincia de Buenos Aires. Un paso al frente y dos para atrás. Hay desunión en un camino hacia la unidad de concepción que explicó Juan Perón varias décadas atrás. También la detalló Francisco, quien partió hace pocos días. ¿Cuál es la unidad que se debe construir?

POLÍTICA 02 de mayo de 2025 Andrés Miquel
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@martinbravoarte

Entre las muchas enseñanzas que dejó el Papa Francisco, está el valor de la unidad. Corría el año 2022, y el Santo Padre recibió a una delegación de jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias Ortodoxas Orientales. Decidió hablarles de unidad. Buscó darle forma a un concepto universalizado y, pocas veces, aplicado en su esencia. Moldeó su idea y la expuso en cuatro reflexiones. 

Francisco sostuvo que la unidad es un don, “una gracia extraordinaria” para la cual hay que estar preparado. Raspando un poco el concepto, es probable que no cualquiera pueda aplicarla. No todos cuentan con las herramientas para llevarla a cabo. Hay que reunir cualidades y virtudes entre los múltiples defectos. 

Para el Papa, la unidad es armonía. “No es uniformidad y mucho menos el fruto de frágiles equilibrios diplomáticos de poder”, subrayó. En la unidad, convive la discrepancia. Una discrepancia que se ordena con coraje. Donde se hablan todas las lenguas y no se crea una sola. Se respeta, se cuida y se fomenta el crecimiento de cada miembro.

La tercera reflexión que expresó Francisco es que, la unidad, es un camino. “No se consigue quedándose quieto”, dijo. “No es un plan que se elabora en torno a una mesa”, agregó. La unidad, por ende, no es un conjuro de palacio. No se trata de firmar en una lista. No entiende de lapiceras. 

Finalmente, señaló que la unidad “no es un fin en sí misma” sino que está ligada a la misión. Está anclada en el objetivo, en el hacia dónde. El tan repetido para qué. Se trata de lo que muchos no quieren que se repita, como el Frente de Todos. Un frente donde no hubo oficialismo, como dijo a este medio Claudio Moroni, ex ministro de Trabajo de Alberto Fernández, hace sólo unos días. 

Más allá del intento de interpretar qué quiso hacer el peronismo entre 2019 y 2023, la potencia de su acción está en el futuro. En qué puede proponer y por qué vuelve a proponer la unidad. O, a lo sumo, comprender qué unidad propone. La que gestó y ungió a la presidencia de Alberto Fernández, de mínima, no funcionó. 

Pocos podrán explicar cuál fue la misión, todos dirán que no hubo armonía, casi nadie sabrá qué camino se transitó para construirla por fuera del anuncio de Cristina, y pocos podrán justificar que Alberto Fernández contaba con la gracia para llevarla adelante. Ni Dylan. 

De todas maneras, el ecosistema político actual transita dos procesos absolutamente distintos de unidad. En ambos casos, citando a Juan Perón, el horizonte está en poder escribir la unidad de concepción. Hoy emerge la necesidad de tallar en piedra la conjugación de doctrina, teoría y dirigentes dentro del peronismo. ¿Alcanza? Difícil cuando el 60 por ciento de la sociedad votó a Javier Milei y a Patricia Bullrich en 2023.

Entonces, surge la otra cara de la moneda en esta búsqueda de la unidad de concepción sin la cual no habrá unidad de acción. Se trata de la enorme porción de la sociedad argentina que empezó a edificar un tabique a su filosofía de vida. La parte que se paró de un lado de la vereda. La que entiende que Milei es un límite por sus múltiples características autoritarias, totalitarias, deshumanizantes, destructivas y anti productivas. Y, a fin de cuentas, porque vive peor que hace un año y medio. 

El peronismo, a velocidad de premura estratégica, pretende encontrar su cauce de unidad. Al menos, en la provincia de Buenos Aires, bastión identitario de su poder territorial donde Axel Kicillof y Cristina Kirchner aún no conciliaron un acuerdo de cara, al menos, estas elecciones. Cada paso aparenta no tener armonía ni camino premeditado. Hay un constante intercambio de golpes, pasos en falso, vueltos y venganzas. Desde los problemas para suspender las PASO, al desdoblamiento y el cronograma electoral.

Cerca de la dos veces ex presidenta, aseguran que será candidata en la tercera sección electoral, tal como se lo adelantó semanas atrás a un grupo de intendentes de su confianza. Por el lado del gobernador, dudan que termine consumándose. Incluso, también desestiman que Sergio Massa emule a Cristina y se ponga al frente de la boleta de la primera sección. 

El tigrense es un obrero de la unidad. Profetiza la estabilidad del agua y espera una sintonía que, al menos, ya no será la pre 2024. No se rompió, pero cambió. Y el cambio caló hondo. Debata aparte si conducción es lo mismo que jefatura, pero lo seguro es que Kicillof trabaja por fuera del sometimiento de los generales de Cristina. 

Andrés Larroque, el Cuervo, volvió a salir al cruce de Máximo Kirchner “y su bandita”. El ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia aseguró que, desde Movimiento Derecho al Futuro, no hay antinomias con la presidenta del PJ Nacional. Lo hay con La Cámpora. Al menos, con sus principales referentes, con el hijo de Néstor y Cristina a la cabeza. 

No parece posible la convivencia armónica que propone Francisco de cara a la unidad. La virulencia resulta un espejo de las virtudes miléistas para posicionar un discurso que levante seguidores. O, ¿a quién se le habla?

Aquí entra en juega aquella otra unidad. La más amplia. Aquella que puede abrir las puertas a otros espacios políticos. Que supera las dicotomías del peronismo y apuesta al conglomerado de partidos o fragmentos de partidos que concluyen en que Milei sintetiza el desequilibrio definitivo de un sistema sano de convivencia política y democrática. 

Kicillof apuesta a este frente. Esta semana, de forma totalmente intencional, se reunió con Federico Storani, histórico dirigente radical y ex ministro de la Alianza, en el restaurante La Modelo de La Plata. Hubo foto de dos, pero hubo cuatro presentes. Esa mesa contó con la presencia de Alejandro Etchegaray, ex diputado nacional de la UCR, y Julio Alak, intendente de la ciudad anfitriona que, según pudo reconstruir este medio, fue artífice del encuentro. 

De las pocas piezas que se filtraron de esa reunión, POLITICAR ensambló un humilde rompecabezas. Hasta allí se acercó Storani, dirigente que en la interna radical bonaerense se posicionó en el espacio que lideran Martín Lousteau y Facundo Manes. Una disputa intestina que hoy está judicializada, tanto por este frente como el de Maximiliano Abad. Hoy no hay vencedor claro. Hoy no se sabe en qué alianza firmará el partido y, peor aún, quién lo hará. No son pocos los que hablan de intervención desde el Comité Nacional. 

¿Cuál es la diferencia? La cercanía con Milei. El tándem Lousteau-Manes asegura que Abad está tejiendo un acuerdo con La Libertad Avanza y usa como fachada la premisa de “revivir a Cambiemos”. Por el lado del abadismo, lo niegan consulta tras consulta. Tampoco dan un panorama claro sobre, por ejemplo, qué pasaría en Mar del Plata si Guillermo Montenegro, aún en el PRO, firma la unión convivencial con LLA. El acuerdo Montenegro-Abad en La Feliz es total. “Falta mucho tiempo”, siguen respondiendo desde las filas del senador nacional de la UCR.

En La Modelo se habló de un proyecto a futuro. De un proceso que va más allá de las elecciones de septiembre y octubre de este año. De un camino en armonía, con una misión clara y que busca al dirigente que tenga la “gracia” de transformarse en el liderazgo necesario para este momento histórico de Argentina. También de límites y de la imposibilidad de mancomunar esfuerzos si algunos actores “sectarios” continúan digitando el porvenir del peronismo. No hubo definiciones. 

“Queridos hermanos, que la cruz de Cristo sea la brújula que nos dirija en nuestro camino hacia la plena unidad”, dijo Francisco en aquel encuentro de 2022. Quizás “el representante del maligno”, según Milei, sembró las definiciones necesarias para que el peronismo coseche su unidad de concepción y acción para 2027. Y no en soledad. 

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