
Como en un baile de carnaval, en el juicio sobre el financiamiento político con planes sociales, en Neuquén nada es lo que parece. Acusados que pasan a ser “arrepentidos”, testigos que pueden pasar a ser acusados, mientras la fiscalía intenta impedir que los exfuncionarios declaren, como testigos, contra sus superiores. Lo que sorprende no es la corrupción sino la desprolijidad, en una provincia que siempre hizo culto de cuidar los negocios.