Desdoblar, polarizar, redefinir: el tablero argentino en 2025

La comunicación electoral en Argentina se encuentra en un punto de inflexión. La era digital, con su saturación informativa y la influencia de algoritmos, ha transformado la forma en que los ciudadanos se relacionan con la política. La atención se ha convertido en un recurso escaso, y las emociones, amplificadas por las redes sociales, juegan un papel central en la movilización.

POLITICAR MAGAZINE04 de febrero de 2025 Javier Pianta
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Las campañas políticas deben ser más estratégicas y reflexivas.

En este nuevo escenario, las campañas políticas deben adaptarse. Ya no basta con presentar programas o propuestas; es crucial conectar con el electorado a nivel emocional. Sin embargo, esta búsqueda de la atención no puede estar exenta de responsabilidad. La manipulación y la desinformación son riesgos latentes que deben evitarse.

La polarización, inherente a las dinámicas de las redes sociales, presenta otro desafío. Si bien simplifica la complejidad de los problemas, dificulta el diálogo y la construcción de consensos. Las instituciones tradicionales, como los partidos políticos y los medios de comunicación, luchan por mantener su credibilidad en un entorno marcado por la desconfianza.

Ante este panorama, la comunicación a nivel local cobra especial relevancia. La proximidad de los gobiernos locales les permite responder de manera más directa y personalizada a las necesidades de sus comunidades. Esta capacidad de conexión puede ser crucial para generar confianza y contrarrestar la percepción de abandono.

El año 2025 presenta un escenario electoral complejo. La Libertad Avanza, en el gobierno, busca consolidar su narrativa en un contexto de elecciones desdobladas. Gobernadores e intendentes intentan mantener su poder local, mientras Juntos por el Cambio busca su lugar en el nuevo mapa político. El peronismo, por su parte, enfrenta una fragmentación inédita que pone a prueba su capacidad de adaptación.

En este contexto, las campañas políticas deben ser más estratégicas y reflexivas. El análisis de datos debe complementarse con una comprensión profunda de las dinámicas culturales, económicas y sociales.

La "uberización" de la política, si bien facilita la conexión entre líderes y votantes, no garantiza una verdadera democratización.

El avance de la inteligencia artificial plantea interrogantes sobre la privacidad y la manipulación. La personalización de mensajes puede llevar a una política dominada por algoritmos que priorizan la eficiencia sobre el debate. Es crucial que la tecnología se utilice con responsabilidad y transparencia.

Para los actores políticos, el desafío no se limita a adoptar nuevas tecnologías, sino a hacerlo con una ética que promueva la construcción de comunidad. En una Argentina que se prepara para redefinir su mapa político, la comunicación electoral debe centrarse en generar confianza, especialmente en el ámbito local, donde la proximidad permite una conexión más auténtica.

En lugar de resistir las crisis, es necesario diseñar modelos de comunicación que se fortalezcan con ellas. La innovación y la adaptabilidad son claves para navegar en un entorno incierto.

Narrativas flexibles, basadas en valores sólidos y en la escucha activa, pueden ser la base de una comunicación política más efectiva.

Finalmente, es importante recordar que estos cambios no son meramente técnicos o estratégicos, sino que tienen un profundo impacto en la democracia. La forma en que gestionemos la tecnología, la información y las emociones definirá el futuro de la participación ciudadana. Repensar las herramientas y los valores que las guían es esencial para construir una comunicación electoral más ética, inclusiva y efectiva.

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