
Mientras la Argentina transita una transformación social profunda, las categorías clásicas crujen y el poder se reinventa desde nuevas estéticas y sentidos. En tiempos de anomia, la política se hace espectáculo y la comprensión, un terreno movedizo.
El impacto de las redes sociales en la vida cotidiana ya es innegable y, por supuesto, esas redes comenzaron a formar parte de los dispositivos políticos. La importancia está dada por tres cuestiones: difusión de contenidos, establecimiento de discursos y toma de posicionamientos públicos sobre los temas de agenda.
POLITICAR MAGAZINE03 de febrero de 2025 Andrés BerazateguiRed social, estrella de la política moderna
Esto es particularmente visible en: X, la antigua Twitter. Su rapidez, brevedad y masividad resultan muy útiles para replicar ideas y discursos de manera instantánea en vastos sectores, particularmente jóvenes, pero no solo entre ellos.
Como sea, las redes sociales tienen una presencia cada vez más importante en la construcción de poder, lo que cuestiona las maneras tradicionales de hacer política, de llegar con los mensajes y de tomar la temperatura del humor social.
En efecto, el cara a cara de la política tradicional, que comenzaba con los militantes de base “caminando los barrios”, va dejando lugar a la acción de los algoritmos y los trolls. Pero la pregunta es hasta dónde realmente influyen. Destinadas más a generar vistas que a ordenar conceptos, abrevan de la fugacidad y el impacto inmediato, mientras que la militancia personal dialoga y por ende influye en profundidad.
Cierta vez, un sindicalista relativizaba la acción de las redes en su manera de conducir el gremio: “si no sé lo que pasa entre los trabajadores de la actividad, en el gremio estamos fritos. Y la única manera de saber con claridad qué demandan es con los delegados que hablan con ellos”.
Para una organización, persuadir y conducir solo puede llevarse a cabo con razonamientos, explicaciones e ideas. Para llegar a hacer esto con eficacia se necesita el trato personal. Por supuesto, las redes sociales también permiten explicar; pero difícilmente persuadan si no están orientadas a construir un sentido unificado y coherente. Esto lo hace la publicidad para vender productos o incluso organizaciones políticas que actúan más allá de las coyunturas internas de los países, es decir, organismos como la ONU, por ejemplo.
En política doméstica, con toda la carga de “rosca” y coyuntura es más difícil. Más cuando ya no existen movimientos políticos de masas ni conductores carismáticos que con su sola palabra movilicen voluntades. Además, lejos quedaron los mitos que impulsaban la voluntad más allá de los esfuerzos cotidianos y las especulaciones racionales.
“De allí que podamos preguntarnos, con toda justicia, sobre la construcción de poder en la política actual: ¿Qué sirve más para explicar, difundir y movilizar voluntades, las redes sociales o caminar los barrios? ¿Los militantes o los trolls?”
En épocas de despolitización, inexistencia de movimientos de masas y necesidades inmediatas, la cosa hoy no queda tan clara. Tal vez la respuesta esté a mitad de camino, y quienes logren diferenciar auditorios y herramientas serán los que logren mejores resultados. Después, claro, gobernar es otra cosa. Pero como toda acción comienza con una idea, saber cómo hacerla llegar es el minuto uno de toda política.
Mientras la Argentina transita una transformación social profunda, las categorías clásicas crujen y el poder se reinventa desde nuevas estéticas y sentidos. En tiempos de anomia, la política se hace espectáculo y la comprensión, un terreno movedizo.
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