Fin del primer año de gobierno de Milei: Comienza su primer año electoral como oficialismo

Las elecciones legislativas en Argentina suelen funcionar como un plebiscito del oficialismo nacional de turno. La sociedad, más allá de los núcleos duros, suele premiar o castigar la gestión en las urnas. La historia reciente así nos los recuerda: 2017 Y 2021 fueron elecciones donde JxC salió fortalecido, primero por un voto de confianza al gobierno de Mauricio Macri y segundo por un castigo al manejo de la pandemia del gobierno de Alberto Fernández.

POLITICAR MAGAZINE23 de enero de 2025 Juan Adaro
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A un año de la asunción de Javier Milei, el informe de opinión pública de Pulso Research.

¿Cómo terminó el 2024 y cómo arrancará este nuevo año el gobierno? En las próximas líneas intentaremos entender la salud del gobierno en términos de opinión pública, cuáles son las expectativas a futuro, y qué lugar ocupan las distintas ofertas políticas en este año electoral que comienza.

El gobierno actual asumió luego de ganar, holgadamente, a un peronismo unido en el frente Unión por la Patria con casi el 56% de los votos, unos 14 millones y medio de votos si lo medimos en términos nominales. Una importante base electoral pero no del todo propia. Recordemos que en la primera vuelta electoral, unos 6 millones de electores habían optado por la opción de Patricia Bullrich y de JxC que luego, y en gran medida, apoyaron a Milei en el ballotage.

Desde Pulso Research, durante todo el año medimos y estudiamos distintas variables, indicadores y posicionamientos sobre el gobierno, la coyuntura y diversos actores y personalidades de la escena política. En ese sentido, lo primero que resulta interesante es la estabilidad que registró la imagen del presidente y la aprobación de su gestión. La norma que marcó el último año fue que los niveles de aprobación del gobierno se dividían casi en 50/50. La famosa grieta no fue a ningún lado. 

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 “Casi el 85% de los votantes de Milei del ballotage está apoyando hoy la gestión”

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La presencia de un núcleo duro de respaldo al oficialismo coexiste con una marcada resistencia casi instintiva y automática hacia cualquier propuesta libertaria. Sin embargo, existe una porción significativa de la sociedad que mantiene un clima de expectativa, sin decantarse aún en un apoyo o rechazo categórico. Estos dos gráficos que siguen así representan esta espera de la sociedad. Por un lado la confianza en la capacidad de Milei para resolver los problemas actuales, y por el otro la asertividad que se le atribuye al gobierno de estar resolviendo la situación. En ambos casos, observamos un 30/40% que no se termina de decidir por una opción contundente, sino que se inclina por un posicionamiento intermedio.

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Con todo, una sociedad que se balancea en una distribución 20/40/40. Un 20% que aplaude y festeja sin chistar, y para quienes el hecho de que sea Javier Milei quien hace y dice es suficiente motivo de celebración; un 40% en las antípodas de ese posicionamiento y que se caracteriza por una animosidad reactiva y carnal a cualquier cosa que venga del oficialismo; y un restante 40% que no aceptan, no compran o no están cómodos con las diversas versiones discursivas y relatos con intenciones polarizantes. Las lecturas blanco o negro, buenos o malos, se quedan cortas para ubicar sus creencias, posicionamientos y comprensión de la escena política nacional.

Igualmente, más allá de los apoyos al gobierno, encontramos al menos dos diques de contención claros que resguardaron el capital político del oficialismo, y los niveles de indulgencia, y mantienen vigente su mandato electoral. Son otras épocas y soplan vientos distintos en la sociedad, e incluso en el mundo. En primer lugar, la sociedad acompaña el mandato de ajuste que el gobierno anunció en campaña y declara, en gran mayoría, que es necesario para resolver la cuestión económica. En segundo lugar, la sociedad deposita la culpa al gobierno anterior de Alberto Fernández de los problemas que aquejan hoy al país.

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A estas dos cuestiones se le suma el desorden interno del resto de la oferta política y la manifiesta desorientación frente a una incipiente reconfiguración del sistema de representación partidario argentino. Peronistas, radicales, cambiemistas, todos caminan sin brújula alguna y sin una narrativa ordenadora de cara al futuro, y la sociedad no encuentra una oposición clara. Si bien la tendencia marca que la opción de “Ninguno” y “No sabe” está a la baja, hoy más del 40% de las menciones apuntan a que no hay oposición.

Más allá de la centralidad que poco a poco ha ido recuperando Cristina Fernández de Kirchner como referente de la oposición, la aún persistente dificultad para identificar referentes de la oposición nos lleva a reflexionar sobre algunas cosas. En primer lugar, la falta de renovación en la oposición. Luego de casi dos años de discursos cada vez más ruidosos (y una ciudadanía también más receptiva) contra la política tradicional y sus referentes, la dirigencia política aún no ha sabido cómo reaccionar, reconvertirse y adaptarse. Por otro lado, si bien la esperanza ha sido durante todo el 2024 el sentimiento dominante, promediando un 40% o 45%, existe un sector de dimensión similar en la opinión pública que describe su estado anímico negativamente y de forma más atomizada: expresando desde tristeza, angustia, enojo, hasta bronca o desilusión. No hay dudas que la esperanza la representa el oficialismo, tampoco que ninguna oferta política opositora ha sabido cómo conectar emocionalmente con los pesimistas respecto a la actualidad y el gobierno. En tercer lugar, y como anticipamos algunas líneas más arriba, existe un importante sector de la sociedad que no termina de definir su postura frente al gobierno de Milei y oscilan entre los apoyos y los cuestionamientos. Siguiendo ésta línea, ese centro ideológico no encuentra hoy una oferta de centro político que sea convocante y, nuevamente, logre conectar con ese sentir que mencionamos. La demanda empuja, está claro, pero siempre se termina ordenando por el lado de la oferta.

De cara al 2025, el gobierno arrancará con expectativas altas, con una opinión pública que en su gran mayoría cree que las inversiones y la economía crecerán en el 2025 y que habrá más empleo que en el último año. A esto se le suma una variable importante del momento del ajuste. Tan solo el 25% de la población cree que lo peor del ajuste ya sucedió. Definitivamente hay altas expectativas y la población, nuevamente en una porción mayoritaria, está dispuesta a que la economía se ajuste aún más. El ojo, quizás, esté puesto en cuán asertivo sea ese ajuste y sobre quién recaerá.

En conclusión, el gobierno comenzará el 2025 con una buena parte de la sociedad esperanzada con el futuro del país. Con todo lo que conlleva eso para el gobierno. Expectativas altas, sí, pero con la población que hoy por hoy se encuentra muy defraudada con todas las otras opciones políticas. Con lo cual el gobierno se puede permitir cierto margen de maniobra para asumir riesgos y tomar decisiones de magnitud, y de cambio profundo. 

Evidentemente, de concretarse en el plano económico, y en el bolsillo de la gente, cierta recuperación veremos al gobierno con buenas chances de mejorar sus números en el Congreso Nacional. Sobre todo considerando que compite principalmente contra sus resultados electorales en 2021 cuando era una fuerza política, aunque competitiva, naciente. Por su parte, la oposición deberá reconfigurar rápidamente su narrativa y su tropa, ya que el escenario político estará marcado, seguramente, por un aumento de elecciones provinciales desdobladas. Esto demandará la preparación de estrategias desde los primeros meses del año, con febrero y marzo como puntos de partida clave para posicionarse de cara a los nuevos desafíos electorales. De seguro el 2025 comenzará con mucha acción y con campañas electorales largas. Con sectores de la oposición intentando articular una narrativa y un Milei que cerró el 2024 con una fuerte expresión en tono de campaña: "juntos o separados, estafas al electorado no".

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