Del parricidio considerado como una de las artes políticas

La política argentina está llena de padres y madres y, por lo tanto, de herederos. En contraste con la deprimente continuidad del nepotismo aparece en la actual coyuntura un escenario en que los principales pilares del espectro político están signados por el dilema de la sucesión. ¿Cuándo y cómo deshacerse de Macri y de Cristina?

POLÍTICA 20 de enero de 2025 Sebastián Lalaurette
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Macri empezó a perder poder apenas Milei captó a Patricia Bullrich y Luis Petri para su gobierno.

Como para confirmar lo pertinente de la maldición gitana, corren tiempos interesantes en la política argentina. En primer lugar porque todos los principales partidos están en crisis simultáneamente. Como corolario, y dejando afuera a la más joven de las fuerzas (que hoy gobierna el país sin apoyarse en ninguna tradición propia, al no tener pasado y contar sólo con un soporte teórico más o menos ficcional), en las otras dos se vienen preparando sendos y necesarios parricidios.

Para decirlo con más exactitud, y porque la lengua española tiene una fuerte impronta de género: un parricidio (en el PRO) y un matricidio (en el peronismo). Por suerte estamos hablando de crímenes metafóricos: por suerte, claro, no salió hace más de dos años aquella bala, y son aún Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, líderes del peronismo y del PRO respectivamente, las figuras a derribar.

Hasta hace poco tiempo este escenario era impensado. El advenimiento de La Libertad Avanza (LLA) cambió todo. Hoy las principales fuerzas del país están sumidas en un descalabro de difícil resolución. Y la presencia de estas figuras que siguen conduciendo, pero que no marcan un camino claro, parece contribuir al desorden.

(El lector sagaz habrá advertido que hay otra fuerza importante, otro partido con presencia, peso y poder territorial, que no nombramos. Se trata por supuesto del radicalismo. El radicalismo no pergeña ningún parricidio porque no hay padres allí. Es una fuerza que ha perdido el rumbo, que en un cuarto de siglo no pudo todavía desandar la crisis en que se sumergió con el fallido gobierno de Fernando de la Rúa. No volvió a surgir un Alfonsín. La UCR tiene intendentes, gobernadores, legisladores, pero no tiene a quién voltear; más bien al contrario, se la pasa volteándose a sí misma.)

Son Cristina y Macri, decíamos, las figuras a derribar. Y ya hay algunos movimientos de derribo. Son más cautelosos en el peronismo, por varias razones, entre ellas la no menor circunstancia de que se trata de la única fuerza de peso que claramente se constituye como oposición y por lo tanto, debe procurar la unidad a toda costa. Es Axel Kicillof, la figura con más peso institucional en el espacio en este momento, quien debe empuñar el arma que haga caer a la Madre del peronismo y así liberarse de su sombra. Ella no quiere hacerse a un lado, como lo señaló un expresidente uruguayo (con amigos así...). Por lo tanto se vuelve necesario correrla, deshacerse de ella. Es un dilema que ambos lados viven con angustia.

Cristina habla de “Judas”, identifica a su discípulo con la traición. Él acusa el golpe y por ahora hace fintas, sugiere más que dice. Cerca del gobernador bonaerense usan la palabra “dolor”.

Lo que ocurre es que la madre de todas las batallas está en la provincia de Buenos Aires, y en realidad es Kicillof el líder natural para encabezarla, pero el peronismo aún no está del todo listo para correr a Cristina y darle aire al gobernador. Él lo sabe y se dedica a marcar el contraste con Milei. Pero cada tanto surge un conato de rebeldía. Difundió, por ejemplo, un video con un logo propio (algo similar a lo que había hecho Victoria Villarruel en una movida apresurada y bastante incomprensible días antes del ballotage de 2023). Pero Kicillof sabe que debe mantener el equilibrio para no sucumbir al destino de Horacio Rodríguez Larreta y por eso, hasta ahora, no se decide a dar un enfrentamiento abierto.

En el PRO, en cambio, la lucha es encarnizada. Macri empezó a perder poder apenas Milei captó a Patricia Bullrich y Luis Petri para su gobierno. Petri no habla mucho, pero Bullrich está en modo full parricida. Cada tanto lanza un golpe directo contra quien fuera su mentor (pero, justo es decirlo, también es quien la abandonó durante la campaña electoral para apoyar de manera explícita al líder de LLA, una decisión que quizás esté lamentando).

En realidad, Macri ya habría sido arrojado a un costado si no fuera porque también el gobierno libertario está en un lugar de fragilidad y lo necesita, quizás, para montar una estrategia electoral. Pero son varios los que creen que ya se puede prescindir de él. No sólo el gobierno lo destrata metódicamente, sino que los propios empiezan a abandonar el barco.

A quienes hacen punta en el abandono de los padres políticos se les achaca su ingratitud. El primer hijo que se va es el peor visto. Una vez roto el dique, la preceptiva moral se va relajando. Entre los intendentes del PRO en la provincia de Buenos Aires le tocó a Diego Valenzuela, de Tres de Febrero, encabezar lo que puede ser un éxodo de alcaldes amarillos a las filas violetas. Y siendo el primero (en rigor, el segundo, pero Ramiro Egüen venía del GEN), está capeando un temporal de (metafórica) saliva. Valenzuela ya venía muy pegado a LLA, pero hace menos de medio año insistía, cuando le preguntaban, en que era y seguiría siendo parte del partido amarillo. Ahora que anunció su pasaje, varios le recordaron aquellas palabras. Un militante en las redes salió en su defensa: cuando Valenzuela hizo esa promesa, dijo, “todavía existía el PRO”.

Y es que no está claro cuál es la existencia real del partido que Macri fundó y a través del cual llegó a la cumbre más alta del poder. Obviamente existe el “sello PRO”, pero las ideas que sustentan a ese sello parecen estar completamente representadas en el partido de Javier Milei. El propio Macri dijo célebremente que si tuviera una segunda oportunidad en la presidencia, haría lo mismo que hizo cuando ocupó el sillón de Rivadavia, pero más rápido. Milei está haciendo exactamente eso.

Macri, por supuesto, no piensa en retirarse sino en recuperar su poder. Por eso agita la idea de candidatearse para una banca en el Senado. La cuestión es si le conviene. Lo que evalúan en el PRO es que quitarle votos al partido libertario sería una demostración de poder, pero para ello debería ser un porcentaje sustancial. Hacer perder al núcleo de la derecha frente al peronismo a cambio de un 5% de los sufragios se parecería más a un desastre.

Así las cosas, y en contraste con la deprimente persistencia del nepotismo literal en todos los niveles de la política (sólo hay que ver cuántos intendentes “heredan” el cargo de sus padres o hermanos), los dos partidos más importantes del país se encuentran en un proceso de convulsión cuya deriva natural sería el eclipsamiento de sus figuras fundantes. Sólo a partir de allí pueden crecer los nuevos liderazgos. Hay quienes creen que el primer horizonte para esa deriva son las elecciones legislativas de este año, pero quizás sea demasiado pronto. Lo que sí puede aventurarse es que para 2027 tanto Macri como Cristina habrán perdido su centralidad.

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