
Hay un choque entre la narrativa del gobierno sobre la baja de la pobreza, sustentada en cifras oficiales, y la percepción social de la situación económica y el “verdadero” nivel de precariedad de los más desfavorecidos. Esta colisión trae a la luz las limitaciones de todo instrumento pero, de modo más importante, alienta una conclusión: no se trata de discutir los números, sino de decidir qué hacer con el trabajo.








