Facundo Ramos (Argentina), Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Consultoría Política y Campañas Electorales, y actual Director de “Sensum Consultoría Política”, analiza cómo las narrativas políticas no solo transmiten mensajes, sino que construyen identidades, movilizan a la sociedad y moldean percepciones. En un entorno saturado de información, el poder de un relato bien articulado puede cambiar la realidad social, legitimar agendas y establecer una conexión profunda con el público. ¿Cómo logran algunos líderes políticos utilizar esta herramienta de manera tan persuasiva?
Qué puede pasar con la política climática argentina tras la victoria de Donald Trump
El triunfo de Donald Trump tuvo un efecto emocional casi instantáneo sobre varios funcionarios del gobierno nacional argentino. Durante los más efusivos momentos de la victoria republicana, tanto Javier Milei como algunos miembros de su Gabinete, sumado a los fervientes tuiteros libertarios, celebraron dicha hazaña como propia.
POLITICAR MAGAZINE07 de enero de 2025Matías AvramowPero lo que comenzó como una fiesta en redes fue también un pie para la profundización de la posición nacional en contra de la Agenda 2030 y otros consensos establecidos en Naciones Unidas. No es una posición nueva, pero fue en el marco electoral estadounidense que el Ejecutivo argentino impulsó una seguidilla de decisiones políticas que comenzaron a ser escandalosas en el debate internacional.
Dichas medidas demostraron la búsqueda de un alineamiento -en distintos temas- con polémicos personajes políticos como Donald Trump. Además del voto en contra de eliminar la violencia de género en la Asamblea General de la ONU, fue durante las negociaciones de la Cumbre del Clima (COP 29), que el Gobierno declaró también como uno de sus principales enemigos a la acción contra el cambio climático, la cuál cataloga de una “mentira socialista”.
Entonces, tanto la salida del vicecanciller, Leopoldo Sahores como la de la secretaría de Política Exterior, Marcia Levaggi; la carta del presidente a los diplomáticos argentinos; la retirada de la delegación nacional de la Cumbre del Clima en Azerbaiyán y los rumores de una salida del Acuerdo de París parecerían pretender dar el mensaje de que la Argentina camina a contracorriente. Y la intención del oficialismo es la de no avanzar solos.
Según el propio presidente argentino, su intención es la de impulsar un nuevo orden mundial opuesto al progresismo globalizado, en el que se pone en la cima junto con países liderados -o a punto de serlo- por la extrema derecha: Estados Unidos, Italia e Israel. Esta propuesta aún no ha mostrado ningún síntoma de concreción.
Para todas las fuentes consultadas por POLITICAR, la postura del gobierno de Milei en el orden multilateral, podría dejar un mal precedente del país en aquellos espacios y podría también perjudicar el objetivo aperturista y liberal con el que, en primera instancia, ganó las elecciones. Aquel camino podría desembocar en el aislamiento del mundo.
Rodrigo Rodríguez Tornquist, exsecretario de Cambio Climático nacional durante el gobierno pasado, advierte que la oposición a esta agenda internacional, más allá de lo que el Gobierno se anime a concretar, no supone un fin de fiesta, sino que el mundo decidirá las reglas sin nosotros. “Si no estás en la mesa de negociaciones, estás en el menú”, sintetiza. Según él, esto también se puede traducir en impactos en el territorio.
Un delicado tablero internacional
Para la investigadora especializada en energía y transición energética de Fundar, Elizabeth Möhle, el presidente electo es “la validación máxima sobre la visión de Milei en el tema climático, el Pacto por el Futuro y la Agenda 2030”. Y es que durante su campaña electoral, el magnate neoyorquino juró deshacerse de una de las políticas más importantes en materia de transición energética: la Inflation Reduction Act. También declaró que se encargaría de diluír el poder de la Agencia de Protección Ambiental.
Otro punto certero será el fomento a la explotación hidrocarburífera que sintetizó en su repetida frase “drill, baby drill”, algo que para la experta ya sucede, aunque podría intensificarse. Según un estudio de Carbon Brief, estas como el resto de medidas de Trump podrían representar 4 mil millones de toneladas de CO2 equivalente más liberados a la atmósfera.
Al ver esto, Milei quizás ve un refuerzo a su política sobre el tema ambiental, y no cualquier refuerzo sino el nada menos que el de Estados Unidos. Más que una radicalización de la política actual hacia los temas ambientales, Rodriguez Tornquist proyecta una profundización.
En el ámbito nacional eso podría significar una mayor caída en el presupuesto para atender la crisis ambiental y climática, un relegamiento aún mayor de esta agenda y una prioridad desmesurada del desarrollo de actividades extractivas como la minería, la explotación petrolera o la agroindustria. “Lo que están buscando es primarizar las economías en desarrollo”, denuncia.
En el orden internacional, Emilio Spataro, asociado en diplomacia para la Biodiversidad del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (Gflac), cataloga la victoria republicana sería “inoportuna”. Aunque descarta que sea fatal para esta como para el resto de negociaciones asociadas a la crisis climática y al ambiente.
“Me parece que ya hay cierta resiliencia en el sistema multilateral internacional para estos vaivenes”, argumenta el experto. Y aunque Estados Unidos sigue teniendo un peso importante como donante en fondos dedicados a la acción climática y en los mismos organismos multilaterales, el mundo es distinto al de hace unos años. Spataro opina que decisiones como la salida del Acuerdo de París sólo le darían mayor protagonismo a países como China, que hoy en día se muestran como fieles promotores de la transición energética y de la protección de la biodiversidad.
Quizás la postura china sea razón suficiente dentro del Gobierno para priorizar el pragmatismo sobre la batalla cultural. Tal como sucedió cuando el presidente sustituyó las críticas al país por agradecimientos y una fotografía con Xi Jinping durante el G20. Todo después de que en junio la renovación del swap en yuanes que “evitó un colapso financiero en la Argentina”, según expresó Carlos Pagni hace unos días.
Algo similar podría suceder con grupos de países como los de la Unión Europea, que son protagonistas en la promoción de esta agenda o con Brasil, principal socio comercial de la Argentina, punta de lanza regional en el desarrollo de renovables y sede de la COP 30 en Belém do Pará.
Hasta ahora la reacción de ambos gobiernos ha sido crítica, aunque sin consecuencias concretas. Tal es el caso de Francia, que días después del retiro de la delegación argentina en Bakú, Emmanuel Macron, uno de los más fervientes promotores de la Agenda 2030, visitó la Argentina y ese tema fue sobrellevado con incomodidad. La visita fue cordial, pues el presidente francés trató de sumar una voluntad más al acuerdo Mercosur-UE, uno que el oficialismo se negó a firmar.
Así mismo, durante las reuniones del G20 Lula da Silva criticó de manera abierta al negacionismo climático sin mencionar a ningún mandatario y anunció una iniciativa para contrarrestarlo. A pesar de esto, durante este encuentro ambos países del Mercosur firmaron un acuerdo comercial gasífero.
“La Argentina necesita de Francia para sus posturas en el Club de París y a varios otros países en discusiones vinculadas al FMI. Francia y el resto de Europa necesitan tender puentes con bloques regionales que hoy mal que bien son moderados comparado a lo que pasa en el mundo”, explica Spataro que se refiere a los otros grandes conflictos internacionales como la guerra en Ucrania o el conflicto en Gaza.
Según Spataro, esta diplomacia abre una posibilidad de flexibilidad del oficialismo argentino. Por ahora prima el pragmatismo. El anuncio de que la Argentina no saldrá del Acuerdo de París es muestra de ello. No obstante, falta aún que Trump inicie su Gobierno. Allí el Gobierno ponderará qué vale más, un alineamiento ideológico o un pragmatismo global.
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