Entrevista a Matías Kulfas, economista y ex ministro de Desarrollo Productivo de la Nación: “Milei no tiene una mirada productiva”

Con una visión desarrollista, subraya que el Gobierno nacional, “por más que al presidente no le guste”, padece un atraso cambiario. Proyecta malos resultados para el modelo implementado por Javier Milei y pide salir del sistema pendular que gobierna la Argentina y pasar a una etapa de políticas económicas a largo plazo.

POLITICAR MAGAZINE18 de diciembre de 2024 Andrés Miquel
FOTO MATIAS KULFAS (1)
Matías Kulfas, ex ministro de Desarrollo Productivo de la Nación.

“Mi impresión es que lo de la inflación no lo ha resuelto, la ha encaminado, pero con muchas inconsistencias”, sostiene Matías Kulfas. El ex ministro de Desarrollo Productivo de la Nación y con una larga trayectoria dentro del Banco Central, explica que el modelo económico implementado por Javier Milei tendrá un desenlace negativo, ya sea bajando la inflación o no. Desde su mirada, la salida del gobierno de La Libertad Avanza tiene que venir de la mano de consensos y política económica que abandone el sistema pendular vigente. 

Sin vueltas, y plantándose en una visión “productivista, desarrollista y justicialista”, define la visión de la economía que tiene el presidente de la Nación de la siguiente manera… 

—Milei es un economista muy dogmático que desconoce la historia y el funcionamiento de la producción y la dinámica del desarrollo a nivel mundial. Está convencido que con una economía con pocas regulaciones o sin regulaciones, junto a un Estado prescindente y una baja carga impositiva, se van a generar las condiciones para que se despliegue la inversión privada. Eso va a contramano de la historia. La historia demuestra que países exitosos son los que pudieron combinar dinámicas de mercado con un Estado que orienta, ordena y genera reglas de juego. Además, un Estado que en las primeras etapas de desarrollo da incentivos direccionados. Es el caso de Estados Unidos con Alexander Hamilton, es el caso de Alemania, el de China en los últimos tiempos, o la Corea con Park. No es dirigismo absoluto tampoco, son las dos cosas. 

—¿Por qué asegura que desconoce la historia?

—Por ejemplo, cuando habla de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos omite algo clave en la historia. Milei suele hablar de un período donde la Argentina, a principios del siglo veinte, a qué llama como el inicio de la decadencia, donde Argentina tenía uno de los mayores índices de PBI por habitante y va perdiendo preponderancia. Eso se debe a que Argentina estaba integrada económicamente con la primera potencia mundial que era Inglaterra. Cuando empieza a declinar la hegemonía británica y empieza el auge estadounidense, también cae la Argentina, porque la economía argentina era muy complementaria con Gran Bretaña y no lo es tanto con la estadounidense. Y sigue sin serlo. Lo que Estados Unidos produce, lo consume y lo que nosotros queremos producir ellos ya lo hacen. Eso hace que esa relación muy difícil, que históricamente no es complementaria, se vuelva mágicamente complementaria. De manera tal que, insisto, Milei piensa en un manual de texto que no refleja la realidad de países desarrollados y que, a la larga, le hará un daño muy grande a Argentina. 

—¿Existe la recuperación económica de la que habla el Gobierno nacional?

—El impacto del programa económico que empezó en diciembre del año pasado fue durísimo, con una enorme caída en la actividad económica. Entre marzo y abril, la economía tocó fondo y ahí empezó un proceso de recuperación. Pero el punto en el que inicia es bajísimo. El gobierno anunció que se venía una recuperación en forma de V y el presidente utilizó una metáfora escatológica al respecto de que íbamos a subir como pedo de buzo. Bueno, eso no pasó. Lo que vemos es que después de haber tocado fondo, con actividades que cayeron al 40 por ciento, sobre todo las vinculadas a la construcción que fueron las más golpeadas por el virtual parate de la obra pública, vemos una recomposición.

—¿Bajar la inflación alcanza para mejorar la calidad de vida?

—Ni una cosa ni la otra. Mi posición es que Argentina tiene que ir a un régimen de baja inflación. Argentina fue condescendiente durante mucho tiempo con una inflación moderada y eso la llevó a un régimen de alta inflación que empezó hace dos años. Bajar la inflación no es suficiente para que un país esté bien y se desarrolle, pero sin una inflación baja es difícil que un país pueda crecer sostenidamente, atraiga las inversiones que necesite, mejore calidad de vida y baje la pobreza. El problema principal del gobierno de Milei es que no tiene una mirada productiva y va a contramano de las tendencias internacionales. Lee un mundo que ya no existe más. Mi impresión es que lo de la inflación no lo ha resuelto, la ha encaminado, pero con muchas inconsistencias. En este sentido, los escenarios que yo veo son dos. El primero, donde el Milei contiene la inflación, pero sin un buen modelo productivo, lo que dará problemas a mediano plazo en el plano social. El segundo, es que ni siquiera logre equilibrar el escenario inflacionario por lo que vamos a tener problema doble. Tendremos problemas estructurales agravados con una macroeconomía que no estará controlada.

—¿Esto deriva en una devaluación?

—Bueno, es el talón de Aquiles de este modelo que estamos viendo. Este año de Milei lo podemos dividir en tres etapas. Una primera muy pragmática, donde intentó acomodar el dólar con un fuerte ajuste fiscal y una recesión inducida que sea uno de los factores para controlar la inflación. Armó un puente financiero para llegar a la cosecha y a un posible apoyo financiero internacional. Eso no funcionó. Porque, hasta ahí, digamos, venía bien, pero el agro no liquidó en la magnitud que se esperaba y los fondos del exterior no llegaron. Entonces, ya estamos en la segunda etapa que fue el segundo trimestre. Allí vino una etapa de tensión financiera importante donde el ministro de Economía decidió intervenir el mercado paralelo de dólares para evitar que eso pudiera complicar la tendencia a la baja de la inflación. Y, finalmente, la tercera etapa que es este veranito fundado, casi exclusivamente, en el éxito del blanqueo que fue superior a lo que se esperaba en ingreso de divisas. Es un veranito que durará lo que dure este blanqueo. Mientras estos dólares estén dando vueltas hay un alivio importantísimo, una euforia, y los mercados financieros vuelven a consumir la droga que ellos mismos generan. Pero tiene manta corta. Creo que el atraso cambiario es evidente, aunque al presidente le molesta que se hable de atraso cambiario. Si no le gusta la palabra digo ‘8 kilómetros de fila para cruzar la frontera de Mendoza a Chile y comprar más barato’. Llamalo como quieras. Ahí hay un problema serio. Y como vemos que el gobierno está decidido a mantener este esquema hasta las elecciones, vamos a un escenario de una balanza de divisas negativa para el año que viene. 

—¿Ve con buenos ojos al RIGI siendo que los primeros proyectos que ingresaron son, en su mayoría, volcados a la minería extractivista? 

—Yo estoy a favor de que haya inversiones en minería y energía. El país las necesita y son dos actividades que le pueden dar muchos beneficios al país. Pasa que son dos maneras distintas de ver el desarrollo. Una cosa es entender a un recurso natural como una palanca para el desarrollo por todo lo que genera alrededor. Cuando hablas de minería y energía, hay un montón de actividades de servicios y equipamientos, más el agregado de valor, que es la clave para un país que se quiere desarrollar. Entonces, tener energía está genial, exportar energía está genial, y también está bueno tener parte de esa energía para poder ofrecerle al sector industrial una energía más barata que el precio internacional y sea un vector de competitividad de la economía argentina. El gran drama de Argentina es el constante penduleo en materia económica cuando el país necesita reglas de juego estables. Lo de Milei es un eslabón en esta cadena pendular y que no va a funcionar. 

—¿Por dónde hay que encarar una solución al penduleo?

—Me parece que hay que generar los consensos entre las principales fuerzas políticas, porque un proceso de desarrollo necesita estabilidad económica y política. La estabilidad política se genera con hegemonía o consenso. Con hegemonía lo veo difícil. Incluso el kirchnerismo, que tuvo momentos muy buenos a nivel de apoyo político, no logró la hegemonía suficiente para imponerse en el tiempo y tener un régimen económico a largo plazo. En vez de discutir si hacemos ropa o no en Argentina, discutamos cómo hacer ropa de calidad y a precios accesibles. Esto no se hace yendo de una punta a la otra. 

—Suena bien, ¿pero se puede arribar a ese escenario de consensos?

—Mi proyección sobre esta experiencia de Milei, que recién va a cumplir un año, es que va a generar una gran frustración. Y la pregunta es si la sociedad irá hacia el otro extremo. Yo tiendo a pensar que va a haber un aprendizaje. La sociedad argentina tiene que llegar a un punto de encuentro mucho más claro. De hecho, la propia Cristina en sus últimas intervenciones públicas que tuvo empezó a introducir una nueva agenda. Planteó una nueva estatalidad, con muchas de las cosas que muchos venimos planteando. Entre ellas, dotar de contenido a la idea de Estado presente. Estado presente no es derrochar recursos sino asignarlos de manera eficaz, significa tener empresas públicas que no quiere decir empresas perdidosas sino empresas que presten un servicio bueno a precios razonables sin pérdidas y en los casos de que haya pérdida esté bien justificada. Argentina debería pasar a una etapa de aprendizaje, abandonar la condición hegemónica donde cada presidente empieza un ciclo nuevo dejando atrás cien años de historia. Eso no existe. Todos los presidentes tienen una herencia, mejor o peor, y deben cargar con esa realidad y generar algo viable. Las posiciones extremas no caminan. China, la gran potencia del siglo veintiuno, en un momento abandonó la idea de una economía comunista y con un estado que genera todo. Pasó a un modelo híbrido que es capitalista con una fuerte conducción estatal, pero es capitalista, con montón de empresarios que acumulan y desarrollan procesos de inversión con mayor o menor apoyo estatal. Esto confirma que las posiciones extremas no son las que conducen al desarrollo. 

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