El pulso de la información: El nuevo juego de poder en la era digital
Efectos de la campaña “permanente” y cómo los medios tradicionales perdieron el monopolio de la información.
Facundo Ramos (Argentina), Licenciado en Ciencias Políticas y experto en consultoría política y campañas electorales, analiza cómo las fake news moldean la opinión pública y alteran la agenda mediática en un entorno digital que desafía la credibilidad institucional. Con más de 15 años de experiencia en el sector público y la comunicación gubernamental, Ramos plantea: ¿Cómo gestionar la verdad en un contexto donde la desinformación viaja más rápido que los hechos?
ANALISIS 30 de octubre de 2024 Facundo RamosFake news y el poder de la desinformación
Santo Tomás de Aquino definió la verdad como “la adecuación entre el entendimiento y la realidad” basándose en la tradición filosófica aristotélica y en la idea de que el conocimiento humano tiene como fin reflejar correctamente el ser de las cosas. Nuestra realidad actual nos muestra una verdad cada vez más esquiva. La producción y distribución de noticias falsas o fake news, ha alterado la percepción de la realidad en la ciudadanía de una manera que solo las plataformas de las redes sociales pueden instrumentar, moldeando no solo las creencias sino también el curso de las campañas electorales y la composición de las agendas políticas. Las fake news han existido desde la antigüedad, pero hoy sus efectos son más poderosos gracias a la viralización a través de las redes sociales. Este artículo examina cómo la desinformación se convierte en una herramienta política efectiva, impactando la opinión pública, la agenda mediática y las estrategias de comunicación.
Ilusión de lo verosímil
Marco Aurelio decía “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad.” y el fenómeno de las fake news se sustenta con la creación de relatos verosímiles que refuerzan creencias preexistentes, sesgos de confirmación que fomentan el desarrollo de burbujas que nos mantienen aislados en círculos donde solo nos conectamos por temas e ideologías afines.
Según Calvo y Aruguete, “los usuarios deciden compartir contenidos que refuercen su visión del mundo, alterando la visibilidad de los eventos”.
Así, se profundiza la polarización, se generan ecosistemas con tendencias que llevan a la discusión cada vez más violenta y muchas veces irreconciliable, creando verdades adaptadas o a medida que son contrastadas con otras verdades también adaptadas y a medida pero diametralmente opuestas. ¿Cómo salir de este círculo vicioso?, o mejor aún ¿Cómo hacer para no entrar en él?
Agenda bajo ataque
En política, las campañas de desinformación logran desplazar temas relevantes del centro de la discusión pública poniendo el foco en otros temas con mayor impacto mediático que en su mayoría se disparan desde noticias falsas, contaminando no solo la agenda pública con información falsa o manipulada, sino entrando en una escalada de desprestigio de la información, lo que mina la credibilidad de los actores políticos poniendo en peligro la legitimidad de la democracia como sistema que contiene la representatividad. La manipulación informativa permite que ciertos actores políticos y mediáticos definan qué se discute y qué queda en segundo plano, priorizando y reordenando temas según sus intereses. Tal como señala David Alandete “los medios tradicionales han perdido el control de la distribución de información, con efectos todavía inciertos para la salud de las sociedades democráticas”. ¿Hasta cuándo soportará la democracia los nocivos efectos de la falta de credibilidad pública?
Gran desafío
El reto es mantener la credibilidad en un entorno saturado de información verdadera y falsa, donde la gestión constante de crisis requiere de habilidades estratégicas para poder mitigar los efectos de las fake news en tiempo real. Detectarlas, analizarlas en el contexto y si es pertinente responder eficazmente es una habilidad que hoy no es opcional para los equipos de comunicación política, estemos frente de campañas electorales o comunicación de gestión gubernamental. Tener equipos profesionales que conozcan sobre el manejo de crisis y desinformación es estratégico en el escenario actual de alta volatilidad y velocidad de difusión, para que no interfieran en la consecución de los objetivos. Las fake news no solo desinforman, sino que también cumplen un rol estratégico al distorsionar la percepción pública para favorecer intereses específicos como parte integral de campañas negativas que afectan la estabilidad institucional, en comunicación política la respuesta gubernamental debe ser rápida y precisa para evitar que la desinformación desplace la narrativa institucional y erosione la credibilidad del gobierno.
IA, ¿de qué lado estás?
El uso de IA en la generación y combate de fake news transforma profundamente el entorno de la comunicación pública y política ofreciendo herramientas poderosas para la verificación y la respuesta rápida, pero también para facilitar la creación de campañas de desinformación más sofisticadas. Conocer la verdad en la era digital requerirá una combinación de tecnología avanzada, regulaciones claras y alfabetización mediática por parte de los ciudadanos. Pensemos en la generación automática de desinformación, con solo ver como deepfakes extremadamente realistas pueden mostrar a políticos o funcionarios diciendo o haciendo cosas que nunca dijeron ni hicieron, nos marca una idea del alcance de esta tecnología que mejora de manera continua mostrando contenidos difíciles de identificar rápidamente que tienen un gran potencial de viralización. Interactuamos, sin darnos cuenta a veces, con bots y trolls automatizados que utilizan IA en sus cuentas automatizadas que amplifican exponencialmente las noticias falsas, creando una falsa percepción de consenso en las redes sociales, pudiendo generar tendencias artificiales para influir en la agenda mediática con trending topics casi instantáneos hackeando el algoritmo de redes sociales, recordemos que los algoritmos de plataformas como Facebook y X (ex twitter) priorizan contenidos que generan más interacción, incluso si son falsos, lo que intensifica los sesgos de confirmación, mostrando a los usuarios más contenido que refuerza sus creencias preexistentes.
La IA puede generar fácilmente campañas de astroturfing simulando apoyo popular o movilizaciones que en realidad no existen, influyendo en la percepción de legitimidad de candidatos o políticas, manipulando la opinión pública en procesos electorales. Pero no todo lo que nos trae la IA es negativo, también los sistemas de fact-checking automatizados la utilizan para verificar noticias y detectar patrones de desinformación; solo que los sistemas actuales aún tienen dificultades para seguir el ritmo de la propagación de fake news, por lo que los gobiernos y las organizaciones deben desarrollar estrategias proactivas para desmentir fake news en tiempo real, utilizando IA para identificar y neutralizar amenazas informativas antes de que se viralicen.
En este marco los problemas éticos sobre los límites del uso de datos y la manipulación informativa como la regulación de la desinformación automatizada son un gran reto que debe equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de proteger la integridad de la información pública donde la responsabilidad de las plataformas debe jugar un rol crucial, las grandes empresas tecnológicas enfrentan una creciente presión para controlar la difusión de noticias falsas.
¿Y?
La lucha contra las fake news es un desafío monumental para la política y la comunicación pública en la era donde la velocidad y el alcance con los que la desinformación se propaga exigen nuevas competencias en los equipos de comunicación política, tanto en campañas electorales como en la gestión gubernamental del tamaño que sea. Combinar IA y redes sociales crea un entorno donde la percepción pública puede manipularse rápida y eficazmente, dando en el centro de la confianza en las instituciones y minando cada vez a mayor velocidad y con mayor potencia la legitimidad democrática, lo que debe preocuparnos y ocuparnos sin pérdidas de tiempo. La recuperación de la credibilidad pasa por la acción coordinada de gobiernos, medios y ciudadanos, donde la transparencia en la información ofrecida a la ciudadanía y la alfabetización mediática se convierten en herramientas imprescindibles para empoderar a las personas en la identificación de noticias falsas. Además, la regulación ética de la IA y el fortalecimiento de las capacidades de factchecking son esenciales para contener el impacto de la desinformación en la actualidad. Solo con un compromiso firme hacia la verdad podremos preservar la integridad de nuestras democracias en un entorno cada vez más vulnerable a la manipulación informativa.
¿Estamos preparados para enfrentar un futuro en el que la verdad no sea más que una opción entre múltiples versiones igualmente convincentes?
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