
IA, campañas y poder: los nuevos dilemas de la comunicación política en la Argentina
La inteligencia artificial ya no es solo una herramienta: es un actor que reconfigura la competencia electoral y desafía la autonomía cognitiva de los votantes.


Javier Milei no solo tiñó de violeta el mapa argentino: consiguió algo más raro aún, paciencia. En una elección marcada por el miedo y la emocionalidad, el país convirtió las legislativas en un plebiscito sobre su figura. El resultado, más que un aval, fue un salvataje: Milei recuperó aire y deberá traducir su milagro electoral en gobernabilidad. Indudable: salió de estar colgado del travesaño a meter un contraataque letal que terminó en gol a favor.
ANALISIS 28 de octubre de 2025
Maria Herminia Grande
El Presidente quizás fue tan sorprendido como el 7 de setiembre, pero al revés. Lo absolutamente meritorio, y bien político, fue la manera con la que encaró la adversidad. Revirtió el resultado electoral más brutal: provincia de Buenos Aires y además, convirtió “en milagro el barro” de las citas incómodas del presidente Trump: “si no gana no seremos generosos con Argentina; “Argentina está luchando por su vida, se están muriendo” etc; motorizando un miedo adicional en el electorado.
No pocos comerciantes, titulares de pymes y trabajadores de las mismas, se preguntaron qué pasaría con su futuro si el presidente Milei perdía las elecciones y el gobierno se quedaba sin el apoyo norteamericano. ¿Es una posibilidad? Sí.
Como también penetró en muchos el miedo –otra vez la negatividad- al regreso de kirchnerismo, como el brazo de penetración de Cuba y Venezuela a estas tierras. Con CFK presa e inhabilitada políticamente, sin sucesión a la vista; resulta –desde la razón- un análisis de factibilidad improbable. Sucede que el voto en general no es racional sino emocional.
Esta elección intermedia donde solo importó Milei sí o no, desvió la razón de ser de la misma: elegir legisladores. La campaña no tuvo altura política. Solo negatividad. Y el miedo nunca es buen consejero. Claro está que el núcleo duro del Presidente votó por convicción a su líder.
El gobierno nacional tenía dos planes: ganando o perdiendo. La estrategia en el caso de la derrota era desviar su impacto con un cambio de gabinete. Todo indica que Santiago Caputo se puso anticipadamente el traje que viste Guillermo Francos. Con los resultados electorales en la mano, el Presidente respaldo a su Jefe de Gabinete y lo premió por los malos días vividos cuando lo renunciaban por los medios amigos.
El Presidente habló de consensos, comenzó por el triángulo de hierro. Aparecieron Caputo y Karina en el escenario, uno a cada lado de Milei. Ahora bien cabe preguntarse hasta dónde el resultado de ayer fue aval a sus políticas y/o hasta dónde fue un salvataje al gobierno. No es lo mismo.
La situación de los gobernadores díscolos (Provincias Unidas) no es fácil. Necesitan del gobierno nacional pero la duda es si luego del resultado electoral, el gobierno nacional los necesita. El Presidente habló de convocarlos. ¿Bajo qué formas? . ¿Bajo qué condiciones?
Se podría pensar que el gobierno dador de sostenibilidad económica en las agónicas dos semanas previas a las elecciones -EEUU- le pide que acuerde con ellos, para tener Presupuesto y las tres o cuatro leyes fundamentales. Pero nadie sabe qué entiende Trump sobre la magnitud del resultado que no esperaba, y que Milei obtuvo. ¿Y si entiende que esa mayoría de votos es suficiente?
En esta elección cuyo leitmotiv fue la negatividad, la carencia de propuestas hizo también al resultado final. No olvidar que un 30% de ciudadanos no fue a votar por no encontrar quien/que lo seduzca.
La oposición debió proponer políticas alternativas para ser opción real y creíble.

La inteligencia artificial ya no es solo una herramienta: es un actor que reconfigura la competencia electoral y desafía la autonomía cognitiva de los votantes.

La negociación por el presupuesto bonaerense se aceleró a más no poder. El gobernador busca tenerlo aprobado (por fin) antes de que cambie la composición de la Legislatura. Es una aspiración cuestionable: los dos proyectos anteriores fracasaron con esta misma integración, y el mandatario no está dispuesto a ceder tampoco esta vez.

El clima interno del peronismo bonaerense volvió a tensarse luego de una serie de movimientos que dejaron expuesta la estrategia —o el intento de estrategia— de Mayra Mendoza para instalarse como figura de una supuesta rebelión interna contra la conducción histórica del espacio. Pero el intento duró apenas un suspiro: la superestructura partidaria le frenó el impulso antes de que su postura pudiera transformarse en algo más que una foto de ocasión.

La llamada “guerra cultural” de la ultraderecha latinoamericana ya no es un fenómeno aislado. Lo que comenzó como un experimento digital en Brasil a mediados de la década pasada se ha convertido en una red transnacional que emplea bots, influencers, medios digitales y campañas coordinadas de desinformación para erosionar gobiernos progresistas e instalar agendas conservadoras.

Hace unos meses —que hoy parecen años— antes de que Elon Musk saliera eyectado de la administración Trump como si fuera uno de sus propios cohetes, nos preguntamos sobre la influencia de las redes sociales en el debate público y la calidad democrática.

Con una interna partidaria judicializada, con un doble comando de contingencia, en medio de fragmentaciones vinculadas a la estrategia electoral, inmersa en una polarización pocas veces vista, sin PASO ordenadora, carente de una figura de peso que unifique las voluntades y se unja como conductor aglutinante. Así, algo machucada y con el chasis pidiendo boxes, llegó el la UCR de la provincia de Buenos Aires a estas elecciones. El punto de hervor trajo a Somos, el frente con el que compitió. ¿Cómo le fue?