La paradoja Argentina: La inflación en pesos baja pero los precios en dólares aumentan

En los últimos meses, Argentina ha experimentado una notable disminución de la inflación, un dato que podría sugerir una mejora en la economía. Sin embargo, esta aparente mejora contrasta con una realidad preocupante: el consumo general está en declive y los precios continúan elevados, especialmente cuando se expresan en dólares. Además, los salarios reales no logran seguir el ritmo del costo de vida, dejando a muchos argentinos en una situación de precariedad económica. Este artículo analiza las complejidades de esta situación, en la que la reducción de la inflación no siempre se traduce en un alivio para los argentinos, y los desafíos económicos persisten.

ECONOMÍA25 de octubre de 2024 Mg. isabel Turri y Mg. Rosario Porthé
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Si nos enfocamos en los últimos cinco años, podemos ver que la inflación en Argentina ha sido un tema central, experimentando una evolución marcada por altos niveles de inestabilidad. En 2019, la inflación superó el 50%, impulsada por la devaluación del peso y la incertidumbre política. En 2020, a pesar de la marcada retracción de la actividad que se dio como producto de la pandemia, los precios siguieron aumentando, aunque con una leve desaceleración, llegando a un nivel del 36% anual. En 2021, el ritmo de la inflación volvió incrementar, cerrando el año con un acumulado de 51%. Durante 2022 y 2023 la inflación alcanzó cifras alarmantes, 95% y 211,4% respectivamente, en un contexto de elevada emisión monetaria, controles de precios ineficaces, escasez de reservas y un pronunciado déficit fiscal. 

Partiendo de esta base de años con crecimiento descontrolado en los niveles precios, la actual disminución de la inflación sin duda se percibe como un buen síntoma.  Ahora bien, nos preguntamos cual es el motivo por el que, aun con estas mejoras en términos de niveles de precios, el consumo y la actividad económica siguen muy afectadas. 

Por un lado, debemos tener en cuenta que el IPC es el promedio de la inflación calculada de distintas categorías que ajustan de manera diferente. Es decir que, si bien el IPC nos muestra un promedio del aumento mensual de los precios que se está desacelerando, si nos detenemos en cada uno de los distintos rubros que lo componen, podemos ver que en algunos de ellos los aumentos siguen siendo importantes.  Por otro lado, no hay que perder de vista la relación de la variación de precios en moneda local, con el movimiento del dólar. Si el dólar permanece estable, o su ritmo de devaluación es menor que el de la inflación, como es el caso actualmente, comienza a surgir el famoso “atraso cambiario” que en este caso se traduce en “inflación en dólares”. Este fenómeno ocurre entonces por la disparidad entre el ritmo de la inflación y la velocidad de la devaluación y nos posiciona como un país caro, no solo para nosotros mismos, sino de cara al resto del mundo.

Profundizando en el primer punto mencionado arriba, el siguiente grafico obtenido del INDEC, nos muestra la inflación de septiembre de 2024 desagregada en distintos rubros. Acá podemos ver claramente como los servicios y alquileres, lideran los aumentos de precios del mes a un ritmo muy superior al 3,5% promedio que arrojó el IPC. Por otro lado, podemos observar cómo, dentro de los rubros que empujan el promedio hacia abajo, se encuentran: recreación y cultura, alcohólicas y tabaco y electrodomésticos. Si tenemos en cuenta que Argentina es un país con más del 50% de su población viviendo bajo la línea de pobreza, podemos intuir fácilmente que los rubros mencionados no tienen una gran incidencia en las canastas de consumo promedio de la población. 

De esta manera, aún si los salarios ajustaran al ritmo del IPC, no sería suficiente para que las familias estén al día con todos los aumentos. Por eso, si bien últimamente se escuchan afirmaciones tales como: “los salarios reales se recuperaron” o “van a un ritmo mayor que el de la inflación", queda a la vista que este concepto no es del todo cierto. Sobre todo, si tenemos en cuenta que estas afirmaciones se basan en cálculos realizados 1) en base la inflación promedio y 2) mirando la evolución de los salarios de los empleados registrados, lo cual representa a una porción menor del mercado laboral en Argentina. 

Si queremos buscar un dato que coincida con las afirmaciones del gobierno mencionadas arriba, podemos ver que según el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), durante el mes de marzo los salarios crecieron un 14% mientras que la inflación fue de 11%, por lo que tuvieron un incremento términos reales. No obstante, al examinar un período más extenso, se observa que el poder adquisitivo de los salarios aún está por debajo de los niveles que había antes de que Milei asumiera la Presidencia.  Desde noviembre de 2023 a marzo 2024 los salarios, según el mismo índice, aumentaron en un 58%, mientras que la inflación acumulada para el mismo periodo es de 114.6%, es decir que en términos reales hubo una pérdida importante de poder adquisitivo. Y, de vuelta, si hablamos de “Trabajadores Estables”, estamos haciendo referencia a una pequeña proporción del mercado laboral argentino.

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Sin embargo, una de las promesas del gobierno de Milei fue exactamente esta: sanear la macroeconomía, bajar la inflación y estabilizar el dólar. Quizás ahí esta el problema, y es que no se pueden atajar todos los penales al mismo tiempo. En economía existe el concepto de "trilema" para describir una situación en la que hay tres metas que son deseables, pero al mismo tiempo son incompatibles entre sí. Esto implica que solo se pueden lograr dos de estas metas al mismo tiempo, lo que obliga a renunciar necesariamente a la tercera. Desde el inicio de su mandato, podría decirse que el gobierno de Javier Milei enfrenta un trilema económico: reducir la inflación, acumular reservas internacionales en el Banco Central y eliminar las regulaciones cambiarias. La reducción de la inflación es fundamental para la estabilidad macroeconómica y la recuperación económica. Al mismo tiempo, el BCRA necesita reservas para estabilizar el tipo de cambio y enfrentar vencimientos de deuda, entre otras cuestiones. Sin embargo, estos objetivos son incompatibles; mantener regulaciones cambiarias parece que aún es necesario para mantener estable el tipo de cambio y contener la inflación, pero son estas mismas regulaciones las que a su vez dificultan la acumulación de reservas. En cuanto a la inflación, aunque se está desacelerando, su ritmo aún esta siendo mayor al 2% establecido por el BCRA para la evolución del dólar. Por lo tanto, como mencionamos anteriormente, en nivel de precios medidos en dólares en Argentina son cada vez más elevados y seguirá creciendo a medida que se agudicen los desafíos que enfrenta el Gobierno, que se muestra reacio a ajustar su estrategia monetaria. Y esto, como ya indicamos, nos posiciona como un país caro frente al resto del mundo.

En esta situación atípica que vivimos, en la que los ingresos permiten comprar menos bienes y servicios, pero más dólares, surgen interrogantes sobre la viabilidad de esta dinámica y sus posibles consecuencias.

Los precios de los alimentos y otros bienes en la economía argentina superan los niveles internacionales, incluso si los medimos tomando el tipo de cambio blue (hoy, el más alto). A modo de ejemplo, un litro de leche cuesta 2 dólares en Argentina, mientras que en el resto de la región se encuentra en un promedio de 1,19 dólares. Los precios de los alimentos en dólares aumentaron notablemente en el país, lo que parece ser un problema específico de Argentina y no una tendencia generalizada en otros lugares, ya que, si comparamos con el resto de los países de la región, esta no pareciera ser la regla.

Para hacer una breve referencia a lo que es la actividad económica, según información obtenida de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) las ventas minoristas de las pymes en el sector de alimentos y bebidas cayeron un 11,8% en términos interanuales y acumulan una disminución del 20,5% en los primeros ocho meses de 2024. En comparación con el mes anterior, las ventas bajaron un 1,8%. Además, el consumo se desplomó y el Producto Interno Bruto (PIB), que mide la actividad económica, se redujo un 3,4% en comparación con el primer semestre del año anterior. Detalle no menor (o “lado B”) detrás del descenso en la inflación. En este contexto, tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional coinciden en que Argentina será la economía latinoamericana con la mayor contracción este año. A pesar de las noticias alentadoras en términos financieros, la economía real sigue sin despegar.

En síntesis, la situación económica en Argentina expone una paradoja donde la disminución de la inflación en pesos aún no se traduce en una mejora real para la mayoría de los argentinos. Aunque algunos indicadores, como el aumento de salarios, parecen ofrecer un respiro, la persistencia de precios elevados en dólares y la inestabilidad del consumo evidencian la precariedad económica que enfrentan muchos argentinos. El gobierno de Milei navega un trilema que limita su capacidad para abordar simultáneamente la inflación, la acumulación de reservas y la regulación cambiaria. Esto genera un entorno de incertidumbre que obstaculiza el progreso. 

 

 

 

 

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