¿Cómo hacer un sistema previsional eficiente?

Si el problema es la edad de retiro, la cantidad de aportes, las moratorias, la amplitud de cobertura o el estancamiento en la cantidad de trabajadores formales en la economía, es parte del análisis del miembro de CIPPEC, el investigador y especialista Rafael Rofman en diálogo con este medio.

ENTREVISTAS 23 de octubre de 2024 Andrés Miquel
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Con una jubilación mínima a nivel nacional que no supera los 300 mil pesos, con una merma en el poder adquisitivo de los adultos mayores que se acrecentó en los últimos años, pero con el agravante de la quita en la cobertura de medicamentos durante el 2024, la discusión sobre el sistema previsional argentino vuelve a estar sobre la mesa. Para Rafael Rofman, especialista en la materia, el eje a trabajar no pasa tanto por la recaudación, sino por la manera en la que se distribuye en búsqueda de tener un sistema más eficiente. 

Investigador principal en el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, Rofman analiza que el sistema previsional argentino tiene una buena cobertura, una aceptable calidad de esa cobertura, pero un elevado costo para implementarlo. 

Como economista recibido en la Universidad de Buenos Aires, magister en Demografía Social de la Universidad Nacional de Luján y autor de múltiples estudios sobre mortalidad adulta, envejecimiento y seguridad social, conversó con PoliticAr en el marco del reciente veto de Javier Milei a la reforma jubilatoria que apuntaba a subsanar el desequilibrio entre la inflación de este año y los ingresos de los jubilados.

—¿Cómo definiría el sistema previsional argentino?

—Cuando uno mira el sistema previsional mira tres cosas. Por un lado, la cobertura, es decir, a cuántos y a quienes abarca. Después está la adecuación, que significa cuan buena es esa cobertura. Y, finalmente, está la sostenibilidad, que implica cuánto cuesta hacerlo al sistema. Esto tiene una regla de oro: No hay manera de optimizar las tres cosas al mismo tiempo. No se le puede dar a todos, que todos cobren 20 mil dólares y que eso cueste el 0,1 por ciento del PBI. Eso no existe. 

—¿Nuestro país cómo está?

—Como primer punto importante, tiene una buena cobertura. El 95 por ciento de los adultos mayores de 65 años tiene algún beneficio. Esto es el resultado de múltiples beneficios, incumplimientos, excepciones y caos, pero, la verdad, que es una buena cobertura. Respecto a la adecuación, viendo el mediano y largo plazo, es razonable, pero, claramente, es un ingreso bajo si se tiene en cuenta que los adultos mayores sufrieron una disminución importante de su poder adquisitivo los últimos cuatro años. De todas maneras, lo que se paga en Argentina, en cuanto a la relación entre salario promedio y jubilación, no es muy distinto a lo que pagan otros países. Pero, como contrapartida, es un sistema caro, estando en torno al 10 o 10,5 por ciento del PBI. En países con el doble de la población adulta que tenemos nosotros se gasta mucho menos. Es decir, gastamos más de lo que deberíamos para los resultados que tenemos. Entonces podemos decir dos cosas: es un sistema deficiente, o veamos cómo, con el gasto que tenemos, dar mejores beneficios.

—¿Por qué se torna caro?

—Porque, principalmente, le damos muchos beneficios a gente joven. Hay cerca de un millón de personas menores 65 años que cobran algún beneficio. Entre ellos, las pensiones por invalidez, las pensiones por fallecimiento de gente joven por la que si alguien enviuda a los veinte años tiene una pensión vitalicia, y por los muchísimos regímenes de excepción. El régimen general establece que, para jubilarse, la mujer debe tener 60 años y el hombre 65 y, en ambos casos, contar con 30 años de aportes al sistema. Pero hay algo así como 200 regímenes que no cumplen con esa regla, ya sea por el tipo de empleo de la gente, por el lugar donde viven, o para que actividad trabajan. Entonces, hay gente que se jubila con 40 años y otros con 50. Además, mucha gente cuenta con más de un beneficio, como la jubilación y la pensión. 

—¿Por qué?

—Porque cuando se armaron las pensiones por fallecimiento se diseñaron pensando que una persona era dependiente de otra. Hoy en día, eso ya no es así y es común que más de un miembro de la familia trabaje. Como contrapartida, el 80 por ciento de los pensionados cobra la pensión, pero también una jubilación. No pasa si está mal, sino que no se diseñó para eso. 

—¿La manera de subsanar el sistema es recaudar más?

—Si mañana alguien encuentra la manera de que todos seamos trabajadores asalariados formales en Argentina y todos aporten lo que dice la ley, eso te impactaría con un aumento de la recaudación previsional en un 20 o 30 por ciento. Ahora, eso no te resuelve el problema de que estas gastando mucho y mal, solo te genera más recursos. Lo que cualquier político racional haría si tiene más plata proveniente de las contribuciones es dejar de destinar la plata de impuestos tradicionales, lo que se usaría para otra cosa. Por eso es importante mejorar lo que ya se gasta. Yo hago una cuenta sencilla: si mañana le das a cada persona mayor de 65 años, que son alrededor de 5,5 millones en Argentina, un beneficio parecido a una jubilación, eso costaría un 35 por ciento menos de lo que actualmente se gasta en el sistema. Por ejemplo, si se le dieran 550 mil pesos por mes y uno lo multiplica por los doce meses más el aguinaldo, no se gastaría más del 6,5 por ciento del PBI.

—¿Cómo se puede implementar un camino de mejoría del sistema?

—Ante todo, hay que tener en claro que aquella persona que se jubiló tiene un derecho adquirido que no se puede tocar porque no hizo nada ilegal. Distinto si es fraudulento, pero eso son muy pocos casos y no es un problema sistémico. En general, la mayoría se jubiló de acuerdo a ley que decía. Entonces, siempre hay que mirar hacia adelante. Por ejemplo, tenés que dejar de jubilar gente a los cuarenta años porque una la sociedad argentina no puede decir que una persona de cuarenta años no puede trabajar más.

—Teniendo en cuenta el estancamiento del empleo registrado formal, ¿corresponde sostener un sistema que se denomina solidario?

—En todo el mundo, la población que trabaja produce bienes y servicios. La regla de la ley previsional es que el derecho a consumir se distribuye entre quienes trabajan y quiénes no. Ahí hay un primer problema que es producir bienes y servicios para que todos consuman. Después está el segundo problema que es distribuirlo. La regla del sistema previsional es recaudar plata de quienes trabajan y dársela a los adultos mayores para que compren los bienes de quienes están trabajando. Cómo y a quién se la quito y cómo y quién se la doy, ese es el rol del sistema previsional. Hay muy pocos casos de sistemas en el mundo en los cuales se le quita recursos únicamente a quien trabaja y que esa sea la única plata que se les da a los jubilados. Siempre hay un margen, en mayor o menor medida, de recursos no contributivos. Está bien que sea así, porque no es un sistema netamente contributivo, es una herramienta, y porque lo importante es la cobertura. Es un error pensar el sistema previsional como sistema contributivo que se tiene que autofinanciar. Parte de esos recursos son contributivos y otra no, porque, en el fondo, se financia con recursos que se van juntando en general. A los docentes se les paga a partir de los que se recauda con decenas de impuestos distintos. A la policía también. A jubilados, entonces, también. Son políticas públicas que se financian con impuestos que recaudas, como ganancias o el impuesto al cheque. 

—Un discurso común es agredir las moratorias, ¿está bien que el Estado brinde esta posibilidad que quienes no pudieron aportar a lo largo de su vida? 

—Estamos atrapados en la discusión entre el alcance de una política pública y los textos legales. Hoy los textos dicen que un jubilado es alguien que trabajó y dejo de trabajar habiendo contribuido treinta años. Eso es la ley. Después está la política pública, que implica darle protección a los adultos mayores, no a quienes trabajaron treinta años. Cuando se creó la ley previsional, se suponía que todos iban a trabajar más de treinta y quienes no trabajaban tenían alguien en el hogar que los mantenía y por eso, como dijimos, se creó la pensión por fallecimiento. Ese era el acuerdo de la sociedad. El problema es que, en la práctica, eso no paso nunca porque, por un lado, hay una enorme parte de la población que no trabaja, muchos trabajan sin aportes por una informalidad que, en gran mayoría, no es responsabilidad del trabajador, o que muchas veces está formalizado y cumple con la ley como el caso de los montributistas, pero lo que aportan es un chiste de mal gusto.

—¿Entonces?

—En Argentina, la moratoria se ordenó diciendo a la gente que venga a la ANSES, diga que trabajó pero que no hizo los aportes, a lo que ANSES le respondía que le hacía un plan de moratoria. Si tenés la edad, te hago un plan de cómodas cuotas que se debitan de tu jubilación. Fue un ‘te creo y nada más’. Eso se convirtió en una normalidad, que yo avalo como primera medida, pero no como una normalidad. Yo pongo siempre este ejemplo: si estoy con vos y tenés un accidente y te cortas arteria, te tengo que poner torniquete, pero tengo claro que eso es un arreglo a corto plazo, después tiene que venir un cirujano a arreglarte la arteria porque no vas a vivir veinte años con un torniquete. Hoy, la moratoria sigue diciendo que tenés que tener treinta años de aportes pero, por otro, te dice que eso no importa. Algunos, inclusos, tienen triple beneficio con la moratoria. Entonces, se desequilibra el sistema. Reconozcamos el derecho básico de cobertura y uno adicional en función de quienes aportaron, a los cuales les reconozco más.

—¿Cómo sería eso? 

—Lo importante está en cómo compatibilizás la lógica contributiva con la cobertura. Lo que yo planteo es buscar una herramienta para satisfacer la política pública de cobertura. Creo que hay que hacer un esquema de jubilaciones universales que, en la práctica, ya existe, y es la Pensión Universal para Adulto Mayor (PUAM). Pero hay que ordenarlo e integrarlo con el régimen general. Sería un ingreso básico al cual se le adicione un proporcional basado en los aportes que haya hecho cada persona.   

—Menciona el requisito de la cantidad de años de aportes, ¿está bien que sean si o si treinta años?

—El requisito de treinta años de aportes no tiene mucho sentido. Si querés reconocerle los aportes, reconócele todos. No puede ser que si son menos de treinta no se le reconoce nada, porque entonces fue un impuesto y no un aporte. La lógica del sistema debe ser que, si aportaste un mes, cobrás un poco más que la mínima. Si aportaste veinte años, cobrás más. 

—¿Esto amerita modificar la edad jubilatoria?

—Hay que tener en cuenta que la economía necesita que la gente trabaje mientras pueda aportar. Cada vez vamos a ser más viejos, porque está en baja la fecundidad en todo el mundo y, en paralelo, cada vez vivimos más tiempo. Si la sociedad es más vieja y se deja de trabajar joven, cada vez habrá menos gente generando bienes y servicios. Si eso pasa, habrá menos producción y menos para distribuir. La respuesta tiene que ser al problema referido a que quienes producen puedan producir más, ya sea por contar con un mejor estado físico, mejor educación, mejor capacitación, con inversión en innovación y maquinaria. Eso hacen los países desarrollados. No crecen porque hay más trabajadores, sino que, los que hay, producen más.

—¿No está de acuerdo con aumentar la edad jubilatoria como proponen algunos dirigentes? 

—Hace cien años, la jubilación se estableció alrededor 55 de los años. Era una época en la que la salud de la gente se deterioraba más rápido y los empleos eran más demandantes físicamente. Por suerte, en los últimos cien años, estamos mucho mejor de salud, nos enfermamos menos y morimos menos. Y, además, hay menos esfuerzo físico para el trabajo. Entonces, el “viejo” de hace cien años no es el mismo de ahora, y que no será el mismo en cien años. No podés desperdiciar productividad, pero eso no significa aumentar cinco años la edad jubilatoria la semana que viene. Si hay que establecer un proceso gradual en el tiempo para extender la vida laboral, porque es una realidad. El lio se arma cuando se la lleva a una discusión de qué hacemos la semana que viene. Pero hay que definirlo porque si no no se salda la discusión y hay una batalla de chicanas. Yo quiero que la gente se jubile en buen estado de salud, y eso es distinto a cómo era hace cincuenta años o hace treinta años cuando se fijó la ley de retiro.

—¿Deben volver AFJP?

—La discusión es si hacemos un mejor o peor si sistema previsional. Un mejor sistema previsional reconoce un ingreso básico a todos y reconoce los aportes para mejorar proporcionalmente el beneficio. Ahora bien, eso aportes tengo dos maneras de reconocerlos. Una es pagando el beneficio con la plata con la que cuento actualmente, reconociendo lo que se aportó durante treinta años. Otra es dejar en una caja lo que se aporta durante treinta años y te pago con eso. En el fondo, es similar, pero el problema es cómo determino cuanto consume un jubilado y si se puede consumir en virtud de lo que se produce. Son maneras de distintas de repartir bienes de consumo. Yo lo que digo es que es una posibilidad que funciona en algunos países y en otros no. Y es razonable que sea así. Pero repito, el problema no es cómo recaudo, sino cómo reparto. 

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