El genocidio y sus usos

La invocación del término por parte del presidente de la Nación para justificar el bloqueo de paliativos a los sectores de la sociedad que sufren las consecuencias de sus políticas no sólo constituye una provocación más, en línea con su uso de la frase “Nunca Más”, sino también un reflejo chato y a pequeña escala de la peligrosa filosofía que se ha encaramado a la estructura del poder público en los Estados Unidos.

POLÍTICA 20 de agosto de 2025
maxresdefault_1_-5

Si todo va como está previsto, el premier israelí Benjamin Netanyahu pisará suelo argentino en septiembre, invitado por el presidente argentino, Javier Milei. Esta visita de Estado es particularmente irritante porque Netanyahu viene concretando un genocidio en la Franja de Gaza contra el pueblo palestino, al que pretende más o menos exterminar, lo diga o no. Hasta ahora ha declarado su intención de proceder a la ocupación total del territorio que les queda a los palestinos luego de la constitución del propio estado de Israel a mediados del siglo pasado y una serie de expansiones que no viene al caso enumerar aquí.

Es bajísima la probabilidad de que en los tribunales federales porteños ubicados sobre la calle Comodoro Py se dé curso al pedido presentado por diputados socialistas para que el israelí sea arrestado ni bien descienda del avión, en cumplimiento de lo solicitado por la Corte Penal Internacional en virtud de su actuación criminal a gran escala. Lo más probable es que su estancia en la Argentina sea agradable (para él) y que comparta con Milei, que está totalmente alineado con el régimen israelí vía su adscripción a la política de Donald Trump en los Estados Unidos, una charla cordial y una foto con sonrisas.

Lo que interesa señalar aquí es que a Milei no parece molestarle el genocidio en curso en Gaza. Es un hombre capaz de tomarse estas cosas en solfa, como cuando lanzó la campaña electoral bajo el lema “Kirchnerismo Nunca Más”, bastardeando la frase que resume el sentido de la lucha por los derechos humanos en la Argentina, y que remite a otro genocidio ocurrido precisamente aquí. (La terminología es discutida; hay quienes dicen que fue un genocidio y quienes dicen que no; se debate la cantidad de víctimas; es poco importante en el sentido de que las muertes fueron miles y fueron reales, las atrocidades fueron diversas y fueron atroces, los intentos de garantizar la impunidad de los perpetradores fueron varios y continúan hasta hoy.)

Ya estamos acostumbrados a las provocaciones de Milei y quizás por eso el uso de la frase “Nunca Más” no conmovió en gran medida a la población. O a lo mejor fue porque casi todos estamos tan sacudidos por las políticas concretas del gobierno mileísta que no hay tiempo ni ganas de indignarse por símbolos. Aun más desapercibido pasó el uso, por parte del Presidente, de la palabra “genocidio” para referirse a las consecuencias de la emisión monetaria.

En el discurso en que justificó su decisión de vetar normas sancionadas por el Congreso Nacional para paliar en alguna medida la situación de algunos sectores particularmente afectados por estas políticas concretas (los jubilados, los discapacitados, las universidades), Milei dijo que la oposición “no está proponiendo otra cosa que o más impuestos, que destruyen el crecimiento económico, o más deuda, causando un genocidio contra los jóvenes, nuestros hijos, nuestros nietos, y las generaciones futuras”.

Dejemos de lado la absurda acusación de provocar mayor emisión de deuda por parte de un presidente que afirma que su ministro de Economía, que endeudó al país a un nivel monumental durante el gobierno de Mauricio Macri y volvió a hacerlo durante esta administración, es el mejor de la historia. Lo que llama la atención aquí es el uso de la palabra “genocidio”.

Es, una vez más, una provocación, además de una exageración del tenor a que nuestro presidente nos tiene acostumbrados. Pero en la idea de que tomar deuda equivale a un genocidio hay otra cosa: hay un reflejo chato y a pequeña escala de las ideas sustentadas por la élite tecnocrática que hoy por hoy se ha encaramado a la estructura del poder público en los Estados Unidos (habiendo ya amasado prácticamente la suma del poder privado), y a la que Milei admira.

Esta filosofía se llama largoplacismo (longtermism) y es una extensión del utilitarismo llevado a escala cósmica. Es impulsada por magnates tecnológicos como Peter Thiel y Elon Musk. Y su núcleo reside en considerar como valor primario el potencial de la humanidad para realizar su potencial a lo largo de toda la historia que tiene por delante, que puede medirse, según algunos, en cientos de millones de años.

La idea de que debemos preocuparnos por las generaciones futuras es difícilmente discutible per se. La preocupación por el cambio climático, por ejemplo, no tiene que ver sólo con las consecuencias que ya estamos viendo en el mundo actual (y que Milei niega), sino con la forma en que afectará a nuestros hijos y bisnietos y más allá. El peligro de una guerra nuclear nos aterra no solamente por la posibilidad de que muera mucha gente hoy, sino por el panorama sombrío que abre para la supervivencia de la humanidad en su conjunto. Y así.

Los largoplacistas, sin embargo, están enfocados en la gente que podría vivir muchísimo más lejos en el futuro. No los preocupa tanto el nivel de pobreza de tanta gente en el planeta en 2025, ni los efectos de la contaminación en el clima, ni las guerras que se están peleando hoy (o el genocidio en Gaza), como lo que llaman “amenazas existenciales” a la realización del potencial de la humanidad a lo largo de los próximos millones de años, entre ellas la aparición de superinteligencias artificiales hostiles y otras posibilidades salidas de la imaginación de la ciencia ficción antes de recalar en la filosofía.

Y no sólo los peligros avistados por ellos provienen de la fantasía tecnológica. También las personas a las que proponen preservar son creaciones de la ciencia ficción. Esta gente del futuro no es solamente la gente de carne y hueso que nacerá de la cópula entre personas de carne y hueso en nuestra generación y en la siguiente y la siguiente y así. Los largoplacistas ven como inevitable que la evolución tecnológica de la humanidad desemboque en la creación de seres humanos digitales, cuyas vidas transcurran íntegramente en un entorno virtual, que no necesiten comer ni utilizar más recursos materiales que la energía. Impedir la aparición de estos seres, que se multiplicarían por billones o trillones, equivaldría al genocidio de mayor escala en la historia de la humanidad, dicen: dejaría chiquitos no sólo al que ocurre actualmente en Gaza, sino también al Holocausto nazi e incluso a las millones de muertes provocadas por Gengis Khan. Sería, de hecho, millones o billones de veces peor.

No es casualidad que los proponentes del largoplacismo sean magnates tecnológicos, es decir, ultramillonarios cuyas preocupaciones están muy lejos de las del común de la gente y cuyas vidas transcurren a buen resguardo de cuestiones como la escasez de agua potable, la limpieza étnica en África y Medio Oriente o las migraciones climáticas en países que corren el riesgo de desaparecer bajo el agua. El largoplacismo es, digámoslo claramente, una filosofía que provee una buena excusa para justificar el sostenimiento del sistema económico actual sin atender a sus consecuencias. Los ultramillonarios que hoy son figuras clave del gobierno de Trump (o que, como Elon Musk, lo han sido) dicen explícitamente que es mejor dedicar recursos a combatir estas “amenazas existenciales” que a aliviar el hambre en África o mitigar los efectos del cambio climático, porque esas cosas son apenas pequeños inconvenientes en comparación con los peligros que avizoran en el futuro largo.

Si reducimos este discurso en varios órdenes de magnitud y lo trasladamos bastante al sur, nos queda la idea de Milei de que hay que impedir que el Estado destine dinero a recomponer un poco los ingresos de los jubilados o a garantizar atención a los discapacitados porque eso comprometería los ingresos de la gente del futuro y, por lo tanto, sería un “genocidio”.

Esto es lo que hay detrás del discurso del Presidente del otro día: no sólo una mera provocación, una boutade para justificar lo injustificable, sino la adhesión a una filosofía pergeñada por los tecnócratas estadounidenses con los que se alinea y a quienes aspira a parecerse.

Te puede interesar
avotacionuniversidadesa

Cámaras de eco

POLÍTICA 21 de agosto de 2025

El revés que el gobierno sufrió ayer en Diputados promete prolongarse hoy en el Senado. En momentos difíciles para Javier Milei y sus compañeros de aventuras, los recintos paralelos del Congreso de la Nación actúan como receptores y amplificadores de las ondas que vienen de la sociedad y de los mercados. Una historia con elementos que se combinan con el timing de una obra de ficción.

Argentina-fentanilo-2

Conversaciones en el conurbano norte III

Gastón Enrique Arriaga
POLÍTICA 19 de agosto de 2025

Aunque lo intenta, no puede dar con el origen de la frase (bastante vulgar, por cierto). “Crisis es oportunidad”, recuerda el Influencer Maquiavélico, varias veces al día. Y el recuerdo, invariablemente, lo hace sonreír. Incluso en situaciones incómodas, pero eso es lo de menos. Crisis es oportunidad. Mayor la crisis, mayor la oportunidad. “Corta la bocha”, como solía repetir otro figurón, simpatizante de Los Gordos.

images

Al final todo es más simple

POLÍTICA 15 de agosto de 2025

El lanzamiento de la campaña del frente La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires dejó claro que el presidente Milei ha prescindido de toda sutileza para adoptar la estrategia más vieja del mundo: identificar a un enemigo y proponer su destrucción.

12

La tragedia del fentanilo y el impacto en el Gobierno de Milei

POLÍTICA 14 de agosto de 2025

Con casi cien muertos confirmados y un expediente que pisa callos pesados, la crisis por el fentanilo contaminado se convirtió en un ring de fuego dentro del propio oficialismo. Diputados de todos los bloques exigen explicaciones a la ANMAT, Sturzenegger le apunta a Lugones y Bullrich se mueve como comentarista con cuchillo en mano.