¿Qué hacer en un partido centenario que ya no mide?

Pese a todos sus esfuerzos, me animo a afirmar con la contundencia de la evidencia científica que la UCR no va a desaparecer este año, ni tampoco al fin del próximo ciclo electoral en 2027. Ni siquiera, arriesgo sin grandes dudas, va a desaparecer durante los próximos 50 años, quizá el resto de la vida de mi generación.

POLÍTICA 20 de mayo de 2025 Ignacio Net
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Fue la Juventud Radical de CABA con Lula Levy a la cabeza la que se puso al hombro la campaña.

La razón fundamental para sostener un axioma así, apenas dos días después de la derrota estrepitosa en una elección general en la Ciudad de Buenos Aires, durante un siglo bastión electoral casi inexpugnable del partido, es que existe una organización partidaria de alcance nacional que está absolutamente subestimada en los análisis: La Juventud Radical.

Fue la Juventud Radical de CABA con Lula Levy a la cabeza la que se puso al hombro la campaña pese a saber que era una de las elecciones más difíciles de los últimos 15 años. 

Así, en un segundo plano, en miles y miles de pueblos y ciudades de todo el país, hay jóvenes radicales que constantemente trabajan en reclutar, contener y formar nuevos militantes para las próximas décadas. Casi ningún partido puede chapear con contar con una orgánica juvenil constituida democráticamente. Por lo menos la UCR es el único partido que gobierna alguna provincia que lo hace de una forma completamente orgánica e institucionalizada.

Son estos miles de jóvenes los que se encuentran con que el partido del que eligen formar parte es absolutamente impotente a nivel nacional.

Hace una década y media, desde la elección del 2011 con Ricardo Alfonsin, que la UCR a nivel nacional no puede proyectar a nadie por encima del 10% de intención de voto. La estructura se presenta así como un gran gólem sólidamente constituido pero incapaz de alcanzar los objetivos fundamentales de todo partido político: competir por el gobierno y eventualmente ganarlo.

Esta crisis de representación extendida en el tiempo es la principal amenaza para el partido. Porque si bien está bien ganar 5 provincias y gobernarlas, meter algunas cientas de intendencias fuera de los principales centros urbanos, sostener el bloque de diputados nacionales (que hace 15 años que no se expande) y simplemente no morir del todo, no poder proyectar un partido nacional es solamente una victoria pírrica para las burocracias partidarias constituidas. 

Porque el partido nació con un impulso reparador que tenía que alcanzar a toda la república, y esa es la principal razón por la que se supone que los militantes de la juventud radical pierden tanto tiempo en los comités y cumpliendo tareas partidarias.

Esta relación entre la juventud y el sostenimiento de la UCR no es nueva y fue reconocida por Alem, el fundador del partido que se suicidó en 1896, en su testamento político. En ese documento que todos los militantes leen no bien pasan la puerta de un comité Alem deja constancia de que el impulso que dio lugar a formación de la UCR fue dado por los propios jóvenes de la Capital Federal en lo que fue la Unión Cívica de la Juventud en 1891, y que por tanto los jóvenes eran los encargados, portadores privilegiados, de esa causa reparadora del partido político en formación. 

Y esa lógica de reproducción funcionó a lo largo del siglo XX en diferentes contextos críticos como el golpe de 1930, la formación de la a veces tan denostada Junta Coordinadora Nacional en 1969 y después de la crisis del 2001 donde se formó la nueva camada de dirigentes jóvenes de la que Pullaro, Karina Banfi, Yacobitti y muy reciente Pablo Juliano en la provincia de Buenos Aires  y Adriano Morone en Jujuy, son expresiones claras entre tantos otros en casi todas las provincias.

La victoria de Adorni en CABA debe ser necesariamente matizada por la baja participación que lo deja en solo un 15% del total de los electores habilitados para votar y una elección nacionalizada y polarizada.

Es ahí donde la dirigencia radical debería preocuparse. No tiene en claro dónde pararse en el escenario nacional y ante la polarización lo que va a pasar es esa disolución electoral en una época marcada por los compromisos ciudadanos más volátiles y la alta demanda de soluciones fundamentales si la UCR no entiende cuál es su nuevo lugar en el debate público. 

Tienen, porque le deben sus carreras políticas y sus logros al partido en el que se formaron, la obligación de dar un proyecto nacional que por lo menos busque alcanzar los objetivos históricos del partido y que dan sentido a la militancia de la juventud radical que les pone el cuerpo a sus campañas. Es un partido que además, invierte en elecciones internas institucionalizadas como ningún otro. Recursos que podrían invertirse en revertir la crisis de representación, se queman en peleas entre radicales. 

¿Qué podemos hacer los jóvenes?

Por un lado demandar dirigentes a la altura, que no busquen solo mantener sus negocios personales. Dejar de legitimar procesos políticos que solamente nos buscan para hacer campañas y después hacen cualquier cosa desde las bancas.

Por otro lado, aportar ideas creativas, que demuestren potencial de volver a ampliar la base, metiéndonos en conversaciones que a la sociedad le importan. Y asegurarnos de que los dirigentes las escuchen. 

Si no lo hacen, no quedará otra que compartirles hasta ganarles. Porque la otra opción es irnos a casa a no hacer más nada.

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