Mesas, carpetas y video: los intendentes bonaerenses transitan su guerra fría

La disputa sorda entre Cristina Fernández y Axel Kicillof se despliega en el territorio. Cruces, reclamos e invasiones de cancha son manifestaciones en continuado de una puja en las alturas.

POLÍTICA 28 de noviembre de 2024
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Jorge Ferraresi, Intendente del Partido de Avellaneda

Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba, reza un principio hermético.

Y aunque difícilmente se pueda considerar al Kybalion como un tratado de teoría política, a veces hay que reconocer la eficacia que pueden tener conceptos tan simples a la hora de interpretar una realidad compleja.

Por ejemplo, los largos años de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban sin enfrentarse directamente, a través de sus aliados repartidos por todo el planeta: las escaramuzas en África o los golpes militares en América Latina reflejaban la tensión entre las dos potencias que jugaban así su gran partida global sin entrar en contacto entre ellas.

En la provincia de Buenos Aires también se está librando una guerra fría. Como es arriba, es abajo: el enfrentamiento entre las grandes figuras del peronismo, Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof, se dirime en el territorio. Los peones en esta partida son intendentes que representan a uno y otro bando y que cada tanto se trenzan con ruido y acritud.

De un lado está La Cámpora, la agrupación de jóvenes kirchneristas que, ahora en la madurez, ocupan ministerios y bancas legislativas, comandan municipios y, en general, administran el poder territorial del cristinismo (y que lidera Máximo Kirchner, actual diputado y ex hijo presidencial). Del otro, un bastante novedoso kicillofismo, que puja por extenderse de la misma manera que el gobernador busca hacer punta en la esfera peronista. Porque como es abajo, es arriba.

Los protagonistas asiduos de esta batalla en continuado son dos intendentes camporistas y un kicillofista. Por un lado están Mayra Mendoza, que gobierna Quilmes, y Julián Álvarez, que no es el jugador de la Selección campeona en Catar sino el jefe comunal de Lanús, distrito arrebatado nada menos que a Néstor Grindetti, quien supo ser candidato a gobernador por el PRO y que ahora está más o menos desaparecido. En tanto, la punta de lanza de Kicillof es Jorge Ferraresi, el intendente de Avellaneda, que ya había gobernado el distrito antes de convertirse en ministro durante el gobierno de Alberto Fernández y que ahora volvió al terruño.

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Están ahí nomás, los tres. Si se mira el mapa del conurbano se puede ver que Quilmes, Avellaneda y Lanús forman un bloque compacto, pegado a la ciudad de Buenos Aires y más o menos del mismo tamaño. Nada más fácil, entonces, que “invadir” el territorio del otro. Y eso es lo que viene haciendo Ferraresi desde hace meses, además de incordiar de otras maneras a sus vecinos camporistas.

Las incursiones del pope avellanedense se iniciaron en junio, con sendos actos políticos en Quilmes y Avellaneda, y desde entonces hubo más. La última fue especialmente ríspida porque Ferraresi visitó el barrio La Matera (una histórica villa de emergencia ahora parcialmente urbanizada) y realizó una publicación en redes, con fotos que muestran basurales y calles de tierra encharcadas, en la que cuenta que los vecinos le contaron sus “necesidades” y “preocupaciones”; se preocupó de remarcar que “la esperanza de futuro es junto a @Kicillofok”. Luego pasó por Villa Porá, en Lanús, ocasión en la que no fue tan incendiario.

No sólo Mayra Mendoza salió al cruce de Ferraresi en esta ocasión (con un largo tuit en el que le hablaba directamente a Kicillof y comparaba a Ferraresi con un notero de La Nación +), sino que varios intendentes camporistas salieron al ruedo para defender su gestión y la de Álvarez y criticar a Ferraresi. Entre ellos se cuentan Damián Selci (Hurlingham), Fernando Raitelli (Brandsen), Juan Ignacio Ustarroz (Mercedes) e Iván Villagrán (Carmen de Areco).

Como es arriba es abajo, y como es abajo es arriba: las movidas de Ferraresi recuerdan a las que hizo en sentido inverso la propia CFK cuando desembarcó, de sorpresa, en dos distritos kicillofistas, primero La Matanza y luego en la propia Avellaneda. En el primer caso molestó particularmente que lo hiciera mientras el gobernador se encontraba en el exterior. Eran momentos en que la pelea se daba explícitamente en las cimas del peronismo. Cristina hizo otra cosa que desconcertó en la provincia: se lanzó como candidata a presidir el PJ sólo después de que Axel explicitara su apoyo a Ricardo Quintela, su par riojano. Cuando Kicillof no fue explícito en su adhesión a la expresidenta, ella lo definió como un “Judas”. 

Volviendo a los intendentes, y como decíamos más arriba, las acciones incordiosas de Ferraresi no se dan sólo en el territorio. También le atribuyen, desde La Cámpora, haber sacudido los bloques de concejales en los distritos vecinos. Belén Berrueco, en Lanús, abandonó la bancada de Unión por la Patria (UxP) a sólo una semana de asumir, en diciembre pasado; hace una semana, en Quilmes, otro edil peronista, Ariel Burtoli, también se alejó para formar su propio monobloque. En la última sesión del Concejo Deliberante, se sentó del lado de la oposición.

En agosto, cuando la contienda ya estaba en curso hacía varios meses, Álvarez y Mendoza intentaron formular su propia estrategia para devolverle gentilezas a Ferraresi: montaron una ofensiva para que se los compensara por los daños que, según afirman, produce en sus distritos la operación del puerto de Dock Sud, instalado en Avellaneda, pero con el lanusense ocupando una silla en representación conjunta de su distrito y de Quilmes. Los alcaldes camporistas afirman que los beneficios son para Avellaneda, porque allí es donde se pagan las tasas por el funcionamiento de la terminal portuaria, mientras que los daños son para Quilmes y Lanús, ya que sus calles deben soportar el paso continuo de camiones desde y hacia Dock Sud. Ambos intendentes fueron a golpear la puerta del despacho de Kicillof munidos de una gran carpeta con cálculos de costos que, afirman, deberían ser compensados; lograron que el gobernador los escuchara, y nada más. Después publicaron un video en el que ambos resumen su visión de la situación y su reclamo, y lograron que Ferraresi publicara su propio video acusándolos de “mentirosos”.

Hasta ahora, Kicillof se mantenía prescindente respecto de la pelea entre los intendentes, sin avalar ni castigar los avances del hombre de Avellaneda. Ahora, sin embargo, la contienda parece haber entrado en otra etapa. Ya sea porque el gobernador siente que se está quedando sin tiempo para contener la expansión de Cristina (y por lo tanto, de Máximo) o porque la lucha subterránea se agotaba, el gobierno provincial apoyó explícitamente la formación de las “mesas distritales” que, bajo el lema Es con Axel, están empezando a aparecer en distritos kicillofistas. 

Se trata de un movimiento para sostener a Kicillof ante el crecimiento de Cristina, tanto en lo institucional como en las encuestas. El gobernador comprendió hace tiempo una verdad importante: nadie llega lejos en política si no tiene su propio ismo. Afianzar el kicillofismo frente al avance cristinista es una cuestión de supervivencia. 

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