Orfandad Democrática

El colapso de los partidos históricos como el Peronismo y la UCR ha dejado a muchos argentinos sin un referente claro en el panorama político. La desconexión entre la clase política y las demandas sociales profundiza la sensación de orfandad democrática. Mientras nuevas figuras populistas ganan terreno, los partidos tradicionales enfrentan el desafío de adaptarse o desaparecer. ¿Podrán reinventarse a tiempo para reconectar con la ciudadanía?

ANALISIS 16 de octubre de 2024 Facundo Ramos

Partidos tradicionales quebrados 
¿Se encuentra la democracia argentina en un punto de inflexión? El colapso (quizás temporal) del  Peronismo (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR), ha resultado en ciudadanos políticamente  huérfanos, desplazados en un cuadro donde se ven inmersos en un presente que no parece capaz  de ofrecerles respuestas ajustadas a sus necesidades. Entonces, ¿qué pasa si los partidos que  alguna vez estructuraron la vida política de un país dejan de cumplir su función? ¿Quiénes  representan a la ciudadanía? En este artículo intentaré responder estas preguntas. 

Representación en crisis
Desde 1983 el PJ y la UCR tuvieron el control de la escena política a base de liderazgos fuertes con  gran base popular, construyeron así un modelo de representación que, con virtudes y defectos,  pudo canalizar las demandas sociales, en especial la anhelada estabilidad tras años de dictadura. 

La actualidad nos muestra un panorama desolador con fragmentación interna y amplio desgaste de  estructuras, sumado a una baja elasticidad para la adaptación a las nuevas demandas de un pueblo  que ha puesto en seria discusión su existencia como alternativas viables. 

Juan Carlos Torre, en su texto Los huérfanos de la política de partidos, señala que “la crisis de la  representación partidaria ciertamente es una expresión de la vitalidad de expectativas democráticas  y el malestar con la representación constituye un síntoma de cambios operados en la cultura política  de franjas significativas del electorado.” Estos cambios entre representantes y representados  redefinen comportamientos, por lo que la crisis de los partidos no es solo un fenómeno electoral,  sino una manifestación profunda de la desconexión entre las élites políticas y la sociedad, lo que ha  generado un vacío representativo que los partidos emergentes y los outsiders políticos intentan y a  veces logran llenar, con propuestas que en su mayoría sólo exacerban la polarización y el malestar  social, situación que explotan electoral y culturalmente. 

¿Nada mejor que otro compañero?
El Peronismo, un movimiento político con gran capacidad para reinventarse, atraviesa hoy uno de  sus momentos más críticos, con una era kirchnerista que fue un mix de redistribución y  concentración de poder, profundizó divisiones internas casi irreconciliables, haciendo que facciones  del peronismo hoy se peleen por controlar un movimiento que aglutinó a las mayorías y está  pasando por el camino de la incertidumbre donde parece que las esperanzas solo se basan en la  mística de aquella frase del general Perón “No es que nosotros seamos tan buenos, sino que los  demás son peores.” 

Según Aníbal Pérez Liñán, “Néstor Kirchner fundó su épica en la recuperación del poder  democrático frente a las corporaciones hegemónicas. Y Cristina Fernández, continuadora de la  administración precedente y articuladora de su legado, potenció sin embargo este discurso como  forma de consolidar la autonomía de su gobierno frente a las herencias del pasado”, el liderazgo de  ambos logró reactivar en ese momento al movimiento peronista tras la crisis de 2001, pero fué  notable que lo hizo con un costo, el de profundizar las divisiones internas con un legado que el  propio kirchnerismo ya no puede sostener. Hoy, un movimiento como el Peronismo se ha  transformado en un campo de batalla en el que los actores se enfrentan más entre sí que contra la  oposición, y eso los aleja aún más de poder ser el eco de las demandas sociales a las que siempre  respondió. 

¿Qué diría Alem?
Luego de liderar el proceso de democratización en los ´80s, la UCR se enfrenta a una realidad aún  sombría y llena de cuestionamientos difíciles de responder. Cuando cayó Fernando de la Rúa en  2001, cayó también la capacidad del radicalismo para liderar el difícil proceso de darle estabilidad  a un país que siempre está en un equilibrio sumamente inestable, pasando al triste rol de socio  menor de otras fuerzas como sucedió en la alianza con el PRO dentro de Cambiemos y ahora  sucede con el apoyo a La Libertad Avanza de Milei. Desde una pérdida total del protagonismo  histórico, ha hecho que su núcleo duro busque alternativas fuera del partido, tema que toma fuerza  especialmente en las nuevas generaciones. 

Citando nuevamente a Juan Carlos Torre, es bueno recordar que el destaca que “La pérdida de  competitividad de la UCR conduciendo a muchos de los cuadros partidarios a replegarse sobre sus  baluartes locales en el nivel provincial o municipal pero también a una silenciosa diáspora en busca  de mejores oportunidades para continuar sus carreras políticas. La declinación del radicalismo como  partido nacional, en beneficio de formaciones partidarias más ideológicamente homogéneas, está  cancelando uno de los componentes de la peculiaridad del sistema de partidos argentino”, y es el  resultado de este proceso el que estamos vislumbrando hoy.

Dissatisfaction… In Spanish please!
El efecto menos deseable y más alarmante de esta crisis es la creciente insatisfacción con la  democracia en sí misma. Si bien según el informe de Latinobarómetro para el año 2023, la mayoría  de los argentinos (61.6%) sigue prefiriendo la democracia como sistema de gobierno, pero cuando  se le pregunta “¿Diría Ud que está muy satisfecho, más bien satisfecho, no muy satisfecho o  nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia en Argentina?”, las respuestas  destacadas son “41.4% no muy satisfecho y 19.1% nada satisfecho”, y estos valores nos  muestran que la percepción es la que evidencia que la política está dominada por una clase dirigente  desconectada de las necesidades reales, alimentando de esta manera un sentimiento de orfandad  política. Pero la desafección no es exclusiva de Argentina; como señala Pankaj Mishra en La edad  de la ira, “Son cada vez más las personas que perciben la distancia entre las pródigas promesas de  libertad y soberanía individual, y la incapacidad de sus organizaciones políticas y económicas para  cumplirlas.”. 

Quienes en algún momento de la historia encontraron en el Peronismo o la Unión Cívica Radical  una forma de canalizar sus demandas, se ven ahora sin referentes, convertidos en huérfanos de la  política que están buscando alternativas en candidatos que prometen “romper” con el status quo, o  con algo de él al menos, aunque muchas veces esas promesas no tengan un sustento claro, y otras  tantas no sean cumplidas nunca. 

 De afuera vengo, pero vengo
El deterioro sin precedentes de la representatividad de los partidos tradicionales ha abierto la caja  de Pandora (o no) para que veamos figuras con discursos radicales que apelan al descontento  popular como Trump o Bolsonaro. En la Argentina de hoy, Javier Milei es el ejemplo más visible de  este fenómeno, con una retórica antisistema y su propuesta de dinamitar al estado, donde la  narrativa tiene como adversario a la “casta política”, que ha logrado permear en una sociedad harta  de fracasos políticos y socioeconómicos para convertirse en un personaje atractivo para quienes  han perdido la fe en las instituciones democráticas tradicionales, que aún no saben explicar cómo llegó Milei a la presidencia, ni tampoco puede dar una idea sobre las motivaciones que tuvo el  electorado que canalizó sus esperanzas en él. 

Como señala Mishra en Fanáticos insulsos, “Según Park, «la vida de la nación puede desarrollarse  y crecer sólo gracias al Estado». En su opinión, el individualismo de laissez-faire respaldado por las  élites angloamericanas llevaba a la fragmentación social y los conflictos políticos, volviendo casi imposible la construcción del Estado y de la nación.”, pero este análisis dista mucho de lo que  desean los nuevos populismos de la extrema derecha. Giuliano Da Empoli afirma en Los ingenieros  del caos que “Si para Lenin el comunismo era “los Soviets y la electricidad”, para los ingenieros del  caos el populismo es hijo del matrimonio entre la cólera y los algoritmos.” 

¿Quién me representará?
Con un futuro más que incierto, la representación política en Argentina debe recuperar el sendero  de la confianza por parte de la ciudadanía y en este juego, los partidos tradicionales deben ser  capaces de ofrecer respuestas, porque las alternativas emergentes, muchas veces basadas en el  rechazo visceral al sistema, no ofrecen un proyecto claro para el país, o al menos un proyecto que  tenga en cuenta al conjunto de la ciudadanía. ¿Estamos ante el fin de la representación política  como la conocíamos? ¿Es posible que surjan nuevas formas de hacer política que logren reconectar  con una ciudadanía cada vez más desconfiada? 

Torre sostiene que “En la agenda de esta transición dentro de la democracia figuran las cuestiones  que ha instalado con fuerza la crisis de la representación partidaria. Por un lado, están aquellas  vinculadas con la reforma política y referidas a la revisión de los instrumentos de selección y  fiscalización de los representantes por los ciudadanos. Por el otro, se trata de la recomposición del  sistema de partidos.” La resolución de estas y otras cuestiones no parece cercana, y la polarización  creciente dificulta aún más la posibilidad de consensos reales y duraderos. 

La crisis de representación en Argentina es profunda y estructural. Los partidos que alguna vez  articularon las demandas de la sociedad están en un declive que no parece reversible en el corto  plazo, la insatisfacción democrática sigue creciendo y la ciudadanía pide claramente la resolución inmediata de los problemas de su metro cuadrado. El desafío es claro y tiene como protagonista a  una renovación política real que tome lo mejor de los partidos que supieron representar la voluntad  popular y lo vuelque a propuestas adaptadas a las demandas actuales y a la sociedad actual, ya  que de otro modo el sistema democrático podría enfrentar una crisis aún mayor. Los ciudadanos  huérfanos de representación necesitan nuevas formas de participación y líderes capaces de  reconectar con ellos y sus intereses. 

¿Tomarán la posta?
Mientras los partidos tradicionales pasan por su peor momento y los ciudadanos se sienten más  lejos de sus representantes, deben aparecer los nuevos actores que sepan tomar lo mejor de las  viejas estructuras, dinamizarlas, aggiornarlas y ofrecer algo más que promesas vacías, y de esta  manera alcanzar y ejercer el poder en beneficio del pueblo. La democracia argentina no está  destinada a desaparecer, pero su forma actual parece estar en su ocaso, la adaptación profunda  no es una opción, es la única salida, ya que de otro modo la representación política podría  convertirse en un mero eco de lo que fue, incapaz de generar soluciones. El reloj corre, no espera  a nadie, solo deja atrás al que no puede avanzar y cada vez hay menos margen para errores. Al  final del día lo que está en juego no es solo el futuro de los partidos, sino la supervivencia misma  de la confianza en la democracia representativa. ¿Tendrá la política el valor para reinventarse antes  de que sea demasiado tarde?

*Facundo Ramos (Argentina), Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Consultoría Política y  en Campañas Electorales, Centificación en Comunicación No Verbal, Maestrando Comunicación  Política en la Universidad Austral. Funcionario y Consultor Político con más de 15 años de  experiencia en el sector publico para comunicación de gobierno y campañas electorales, miembro  de ASACOP y ALACOP. Director de “Sensum Consultoría Política” y Podcaster en “Tereré y  Política”. 

 

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