Adolescencia: la tardía llegada de los incels a los medios y su rol en el peronismo y mileiísmo

Hace unas semanas, con el estreno de la serie original de Netflix titulada “Adolescencia”, se llevó al público más mainstream un concepto originario de los recovecos más profundos del internet finalmente filtrado a la superficie diaria de las redes sociales. El término en cuestión es el denominado “incel” que viene del juego de palabras “involuntary celibate” cuya traducción explica muy bien y por sí sola su significado: celibato involuntario.

ANALISIS 09 de abril de 2025 Gregorio Olavarría
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Los chistes e insultos hacia las mujeres vuelven a ser festejados.

Sería de buena fe desglosar brevemente los múltiples conceptos coexistentes de esta palabra para poder comprender mejor no sólo su contexto sino su uso. El término se origina inicialmente en subforos de internet hoy ya muy conocidos como Reddit y 4Chan. Originalmente consistía un término inofensivo y hasta cómico para referirse a personas que, tras varias desgracias amorosas y viéndose incapaces de concretar una relación íntima con otra persona, se jactaban de permanecer en un estado de celibato involuntario casi a modo de broma de auto-consuelo, pero nada más.

No obstante, tras el boom progresista ocurrido durante el último lustro de la década del 2010 encabezado principalmente por la ola feminista, este auge de los “incels” comenzó a acelerar cada vez más, en el cual en su mayoría hombres heterosexuales veían cada vez más frustrada su capacidad de conectar con mujeres de forma amorosa o sexual, según ellos por exageraciones del feminismo, y según ellas, por éstos no poder adaptarse al trato igualitario. Fue esta “grieta de género” en la cual todos aquellos quienes no pudieron adaptarse o comprenderla fueron cayendo en un pozo de frustración y resentimiento, y los foros dónde los incels descargaban sus fallidas anécdotas pronto se convirtieron en rejuntes de consuelo que, sumada a la aislación tanto física como discursiva, pronto se convirtieron en un caldo de cultivo de resentimiento y odio.

Así fue como, con el pasar del tiempo, el término incel tomó una nueva capa; ya no se trataba de una persona con dificultad para concretar intimidad sino que ahora englobaba, gracias a la simplificación de las redes sociales, a cualquier varón que tras ser rechazado por una mujer empezaba a odiar al género femenino en su totalidad. 

Vale aclarar también que este concepto no es exclusivo a los hombres, aunque quizá sí lo sea la palabra. En este sentido, para las mujeres se desprenden dos aristas: una es la denominada “femcel” la cual es mucho más cercana al término original incel y en el que, por lo tanto, no vale la pena ahondar ya que no acompaña razones de odio o resentimiento; mientras que, siendo la reversión contraria a los varones incels, están las mujeres “pick me” traducido del inglés “escógeme”, que, como se intuye por su traducción, son mujeres que buscan ser elegidas o aprobadas.

Estas, al igual que los incels, siempre existieron, pero con el auge del feminismo tomaron fuerza y una etiqueta (y por lo tanto, una clara identidad). Básicamente rejunta a todos las mujeres que, rechazando la última ola progresista, comenzaron a cuestionar los discursos feministas y a reivindicar a los hombres. Una vez más, para las “pick me” ésta posición era meramente racional, mientras que para los colectivos feministas —e internet en general— eran mujeres que no sabían relacionarse con hombres de ninguna otra forma que no sea agrediendo mujeres y poniendo al género másculino en un pedestal para adquirir su aprobación.

Con ésta larga introducción, ya podemos traer estos conceptos al día a día y ver no solo como han evolucionado sino cooptado y transformado gran parte del internet y, por consiguiente, de la política.

Actualmente, con la ola del feminismo dando un reflujo y con el conservadurismo impactando de lleno en el panorama político, descubrimos nuevos panoramas en las redes: por empezar, nimiedades, los escraches antes pan de cada día prácticamente ya no existen y, de haberlos, ya no se comparten en las redes de forma masiva. Los chistes e insultos hacia las mujeres, ya sea por su orientación o libertad sexual, vuelven a ser festejados, lo mismo con las minorías en general.

En este frente, los incels salieron hace rato de los foros y pululan libremente por las redes sin medir sus discursos. Tal es el caso, que el retroceso del feminismo y la ola de conservadurismo provocó una sinergia donde éstos incels antes rechazados, hoy son reivindicados y envalentonados por las redes. No es casualidad que en el entorno de Javier Milei, máximo exponente de la nueva derecha argentina, abunden no solo votantes afines a esta ideología, sino también figuras públicas fácilmente asociables con la identidad "incel" y, sobre todo, "pick me". De hecho, una parte significativa de sus funcionarias construye su discurso —e incluso su imagen política— en torno a la oposición frontal al feminismo y al progresismo, presentándose como alternativas "antiestablishment" dentro de su propio género. Camila Alfie ya explicaba con mucha visión este caso puntual en 2021 en su artículo  para Página 12: ¿Qué ven los jóvenes en Milei? (Alfie, 2021).

Ésta relación de incels-libertarios, se explicita cuando, por ejemplo, en la campaña de 2023, muchas militantes peronistas inciaron una campaña de memes de dudosa y cuestionable ironía cuyo lema era “garchate un libertario” haciendo alusión a que, si los votantes de Milei tuvieran sexo con una mujer, cambiarían su voto.

Pero por otro lado, vale la pena repasar otra identidad a la que se le da mucho menos entidad hoy en día, es la otra cara de la moneda: los pick me pero esta vez no del lado femenino, sino el masculino, los “pick me boys” del peronismo.

Éste termino tiene una carga más similar al de “femcel” previamente mencionado  y tambien encuentra sus orígenes durante la útlima ola feminista, en las cuales una gran mayoría de hombres empezaron a ser catalogados como “aliados” de manera despectiva cuando se presumía que su supueso apoyo por la lucha feminista no era más que una manera de recibir aprobación femenina, es decir, lo contrario a un incel en aquellos tiempos.

Ahora bien, hoy ese término se ha transformado un poco, pero su lógica es la misma; si antes se entendía que la mayoría de las mujeres estaban en el feminismo, hoy lo están en el peronismo progresista. Por lo que, si bien no es que una mayoría de hombres “no-incels” se vuelcan al peronismo para estar más cerca de las mujeres, si lo empiezan a usar como un atractivo: se pueden encontrar desde memes hasta hechos concretos de varones utilizando el adjetivo “peronista” en múltiples apps de citas como si se trata de un atributo a destacar.

Aún así, hay un punto interesante que denota cómo el conservadurismo hizo mella en todo el ámbito político, hoy el peronista que mayor crecimiento tiene en redes (así como lo fue Milei de a poco y en su momento) no es Grabois o Santoro, banderas del peronismo más progresista, sino Moreno, quien no solo es representante del pasado de la Argentina sino que parte de su discurso —y múltiples jingles— son atacando a “los progres del movimiento”. 

Otro ejemplo explícito es cómo en los nuevos canales de streaming, como Gelatina o Blender, expresamente peronistas, no solo Moreno es un invitado recurrente, sino que sus presentadores y diversos protagonistas de los programas son abiertamente morenistas, marcando la cancha de lo que la juventud digital ahora pregona. Incluso el fenómeno de retroalimentación que convergió en el caldo de cultivo incel se ve en este lado del peronismo, donde en los foros y recovecos de internet, estas personalidades (ya no ideologías) se reagrupan en símbolos y grupos como son los llamados “hagoveros” en X (antes Twitter), una suerte de tribu urbana digital que comparte juegos de palabras y símbolos para identificarse y relacionarse entre ellos alrededor de los programas antiguos del streamer Tomás Rebord.

Este nuevo rechazo al progresismo empieza a incomodar a ciertos sectores y sobre todo mujeres que una vez más se ven en el centro de la tormenta o, incluso, como la causa y culminación de todas las aristas antes descritas en contra de su voluntad y lejos de sus intenciones.

Este fenómeno trasciende lo político. Lo que empezó como memes en foros anónimos hoy moldea campañas electorales, agendas mediáticas y hasta relaciones personales. Las redes sociales, lejos de ser un espejo neutral, amplifican estas dinámicas, convirtiendo la frustración en identidad y la identidad en bandera. El riesgo ya no es solo la polarización, sino la naturalización de un discurso que reduce la complejidad humana a etiquetas: incel, pick me, aliado, progre; todo sin buscar soluciones o mediaciones a los reclamos que los originan.

Quizás la pregunta clave no sea hacia dónde va este choque entre progresismo y conservadurismo, sino qué queda en el camino. Cuando el debate se reduce a quién tiene más derecho a ser escuchado —o a ser deseado—, perdemos de vista lo esencial: la posibilidad de construir un diálogo donde el resentimiento no sea moneda corriente, ni la validación, un botín de guerra. El desafío, entonces, no es solo mapear estas tribus digitales, sino cuestionar qué sociedad emerge cuando el odio y la pertenencia se vuelven la misma cosa.

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