La Democracia Digital: Cómo las Redes Sociales Atomizan la Opinión Pública y Reconfiguran la Relación entre Políticos y Votantes

En la era de la información instantánea, las redes sociales han emergido como una fuerza poderosa que llegó para redefinir las dinámicas políticas alrededor del mundo. Plataformas como Twitter, ahora X, Facebook y YouTube han permitido canales directos de comunicación entre políticos y votantes, transformando la manera en que se difunden y consumen las ideas y noticias políticas.

ANALISIS 14 de enero de 2025 Tomás Marcone
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Javier Milei y Donald Trump utilizaron las redes sociales como principal canal de comunicación en sus campañas.

Esta transformación radical del panorama comunicacional y político generó, a mi entender, una revolución solamente comparada con aquella que se dio en el Siglo XV a partir de la introducción de la imprenta de Gutenberg, ya que de la misma manera que la imprenta democratizó el acceso a la información y, junto al proceso de alfabetización permitió la difusión masiva de ideas revolucionarias como el iluminismo o la reforma luterana, las redes sociales han facilitado una forma de comunicación inmediata, directa y sin intermediarios, que ha cambiado la forma en que las personas interactúan con el mundo, ya sea debatiendo ideas entre sí, o bien teniendo un contacto directo y sin intermediarios con la política.

Uno de los ejemplos más notables de este fenómeno es el caso de Donald Trump, quien utilizó Twitter como su principal canal de comunicación durante su campaña presidencial y su primer mandato. Trump logró sortear a los medios de comunicación tradicionales, transmitiendo su mensaje directamente a millones de seguidores y dominando la agenda pública a partir de sus tweets. Esta estrategia no sólo redefinió cómo un político puede comunicarse con el electorado, sino que también mostró el poder de las redes sociales para influir en la opinión pública y establecer narrativas, poder que estaba previamente en manos de los medios de comunicación tradicionales. 

Por otro lado, el fenómeno de Javier Milei en Argentina es otro ejemplo ilustrativo. Utilizando plataformas como YouTube e Instagram, Milei ha captado la atención de un público joven y desencantado con la política tradicional. Su estilo directo, combinado con una fuerte presencia en redes, le ha permitido difundir sus ideas de manera efectiva, ganando popularidad y construyendo un movimiento político significativo sin depender de los medios convencionales.

Ahora bien, el hecho de que los políticos tengan un canal de comunicación directo con sus votantes conlleva por un lado a que las demandas de éstos últimos sean canalizadas de manera mucho más rápida hacia el sistema político.

Años atrás se conseguía mediante una junta de firmas o un pedido de audiencia con un funcionario, hoy puede lograrse a través de un tweet o de una campaña en redes. 

Esto último produce en mi opinión tres fenómenos distintos, que generan un cambio disruptivo en la política como la conocíamos hasta ahora.

En primer lugar, el hecho de que los políticos puedan comunicarse directamente con su masa de votantes y puedan marcar agenda deja de lado al periodismo tradicional, el cual se ve desprestigiado y visto como un agente de poder que busca imponer una idea más allá de transmitir y contar las noticias.  El rol que otrora tenían los medios tradicionales muchas veces se ve reemplazado por influencers digitales afines a los ideales de políticos específicos, lo cual termina generando a su vez micro canales de comunicación, donde los simpatizantes de un partido consumen solamente noticias del microclima en el que se encuentra inmersa su ideología.

Esto termina por producir sesgos de confirmación dentro de los simpatizantes de esos políticos, ya que al no estar expuestos a distintos puntos de vista, terminan por estar envueltos en narrativas que muchas veces no les permiten debatir con individuos de otra ideología u orientación política, lo cual termina generando el segundo fenómeno, el cual está referido a la atomización de la opinión pública.

Finalmente, el uso de las redes sociales por parte de los políticos permite por un lado una masificación de su mensaje que hace posible el tercer fenómeno, el cual indicaría por un lado la posibilidad de que outsiders como Donald Trump, Bukele o Javier Milei puedan llegar a lugares de poder presidiendo, en principio de estructuras partidarias tradicionales. 

Este fenómeno de individuos que se identifican como uno más dentro de las masas, trae a su vez aparejada la “revolución del hombre común”, como así la llamara Javier Milei, donde los políticos populistas han identificado al establishment como otro al que hay derrotar, Revolución a la cual se han plegado millones de individuos alrededor del mundo, los cuales poseen un sentimiento de traición por parte de sus elites. 

Este sentimiento, si bien está alimentado por ciertos fracasos económicos que han sufrido los países occidentales en las últimas décadas, se ve catalizado, entiendo yo, por el fenómeno de las redes sociales, y por la comunicación directa con los políticos que éstas ofrecen, ya que el hecho de poder intercambiar opiniones o demandas con los políticos los pone a estos en un lugar de igualdad con los ciudadanos, generando que estos sean percibidos como pares, lo cual genera cierta perdida de respeto y confianza hacia la clase política, creando un terreno fértil para el surgimiento de fenómenos políticos muy disímiles a los tradicionales.

¿Es esto preocupante? A mi entender, y espero no equivocarme, es muy pronto para hacer esa afirmación, ya que el hecho de que surjan fenómenos nuevos no es algo intrínsecamente malo per se. Si creo en cambio que las redes sociales han generado un cambio comunicacional en la forma de hacer política que difícilmente tenga retorno, y en la cual los políticos de centro derecha parecen haber entendido mejor como jugar el juego de la política digital. 

Es cuestión de algunos años para poder ver si el resto del espectro político aprende a jugar con éstas nuevas reglas, generando un entorno de mayor competitividad, o bien si la derecha termina por consolidar su dominio digital. Sólo el tiempo lo dirá.

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