Terrenal

Facundo Ramos (Argentina), Licenciado en Ciencias Políticas y consultor con más de 15 años de experiencia en comunicación de gobierno y campañas electorales, analiza por qué la política de proximidad sigue siendo esencial en la era digital. Escuchar a la ciudadanía, caminar el territorio y construir confianza cara a cara son prácticas insustituibles para conectar con los votantes y fortalecer la gestión pública. ¿Puede la política sobrevivir sin volver al contacto directo con las personas?

ANALISIS 05 de diciembre de 2024 Facundo Ramos
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¿Puede la política sobrevivir sin volver al contacto directo con las personas?

En la política actual hay una certeza, las plataformas de redes sociales han desarrollado una transformación en la forma en que los actores políticos se comunican con los ciudadanos y con todos sus stakeholders. Mensajes, videos, publicaciones de cualquier tipo pueden llegar a millones en cuestión de segundos, viralizando ideas para así ir marcando la agenda pública. Aunque parezca paradójico, a más posibilidades de conectar con los demás, más es la desconexión y el individualismo, perdiendo a una velocidad cada vez más alarmante algo esencial, el contacto humano, el conectar frente a frente. La política no solo se trata de dar mensajes dentro de un esquema de comunicación, la política se trata de generar y sostener conexiones reales con personas que requieren de servicios, soluciones o simplemente de escucha. Escuchar, caminar las calles, visitar los barrios, intentar estar presente en el metro cuadrado de las personas para comprender mejor su realidad, son acciones que construyen confianza, generan empatía y fortalecen la legitimidad de cualquiera que pretenda iniciar o mantenerse en el camino de la representación política, ya que para representar algo, debo conocerlo en primera persona. Como dice Gonzalo Arias en Gustar, ganar y gobernar:

“La democracia no es posible sin el vínculo directo entre políticos y ciudadanos”​.

En este artículo exploraremos cómo y por qué la política de proximidad sigue siendo un pilar insustituible en la comunicación política, las campañas electorales y la gestión pública; incluso en un mundo cada vez más dominado por lo digital, lo virtual, lo inmaterial. La pregunta inevitable: ¿puede la política sobrevivir perdiendo el contacto directo con las personas?

Como vimos, las redes sociales han revolucionado la dinámica de la comunicación política, una revolución que no sabemos aún si lleva a un destino mejor para la democracia, de hecho esa duda es cada vez más fuerte. Las plataformas eliminaron la intermediación permitiendo una llegada directa a la palma de la mano de los ciudadanos, a su círculo íntimo, allí donde muchas veces está solo observando una pantalla que le mostrará mensajes personalizados y segmentados según audiencias específicas y muy estudiadas. Las campañas de Barack Obama en 2008 y Donald Trump en 2016 son ejemplos emblemáticos de cómo las redes pueden movilizar votantes y redefinir narrativas públicas acerca de temas que impactan en la percepción de las personas. Según Gustar, ganar y gobernar, “hoy en día, gracias al poder de los medios, es posible dirigirse a diferentes audiencias al mismo tiempo, a un auditorio “sin rostro” al que se trata de convencer.”, a lo que se debe sumar la capacidad para viralizar mensajes y conectar con grupos previamente difíciles de alcanzar.

Sin embargo, las redes sociales tienen limitaciones importantes, Jonathan Haidt en La generación ansiosa describe cómo las redes exacerban las inseguridades de los adolescentes, la polarización y los problemas que ya subyacen naturalmente en una sociedad cada vez más individualista, creando burbujas donde los ciudadanos solo consumen contenidos que refuerzan sus propias creencias, fragmentando el diálogo público y alejando a los actores políticos de la realidad de las personas que dicen representar o por las cuales ocupan o pretenden ocupar un cargo público. Las redes no generan la confianza que el contacto físico hace aflorar cuando coinciden las personas en un diálogo constructivo, aun a veces en disenso, pero no por eso negativo, las redes son herramientas útiles pero no sustituyen el impacto que genera en las emociones un apretón de manos, un abrazo o una conversación directa​.

La proximidad implica una interacción con los ciudadanos en su entorno cotidiano, muchas veces en su espacio íntimo y familiar, lo que representa una gran expresión de confianza y apertura que tiene la riqueza que la virtualidad deja ir sin dudas. Escuchar no es solo poner el oído cerca de la persona que habla, es un acto de alto respeto por lo que nos quieren transmitir, se escucha con todos los sentidos y cuando pasa eso, se nota. En una reunión vecinal, en una visita a comunidades rurales o en una caminata por comercios locales el hecho principal es en esencia el poder estar físicamente presente en el espacio donde las personas viven sus realidades diarias, donde pasan las cosas que a la gente le interesan. Esta estrategia tiene raíces históricas profundas, líderes como Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina construyeron sus liderazgos recorriendo sus territorios, escuchando a las personas y creando narrativas que resonaban con sus experiencias, interpretando el sentir de ese momento, supieron direccionar la percepción de las personas que los sintieron cercanos, conectaron.

Entonces si preguntan si se trata solo de estar presente les diría un rotundo no, ya que de lo que se trata es de escuchar activamente. Según Gobernicar de Daniel Ivoskus “el oído siempre debe estar atento a los ciudadanos, los únicos a los que necesariamente se debe escuchar. Investigar la popularidad real, conocer su realidad concreta, no la que transmiten los medios o las encuestas. Bajar al territorio, donde está la vida cotidiana y el resultado cierto de cada política gubernamental.”​. La capacidad de escuchar más allá de hablar, genera confianza fortaleciendo la conexión emocional entre actores políticos y ciudadanos, podemos decir que escuchar es el primer acto de gobernar.

Las campañas territoriales son estrategias que buscan movilizar votantes a través del contacto directo cara a cara, como vimos se concretan desde visitas a barrios, recorridas puerta a puerta (los timbreos de Mauricio Macri) hasta reuniones en plazas públicas (como las de Axel Kicillof). Según amigos que han escrito Para ganar se necesitan votos, dicen en la justificación teórica de ese gran libro que “Mientras la democracia representativa demande que las personas que viven en territorios deban salir de sus casas un día determinado para ir a votar , la estrategia territorial seguirá siendo vital.”​, una afirmación válida como premisa a tener en cuenta al momento de actuar en política. Un ejemplo exitoso desde lo estratégico es el de Javier Milei, quien combinó una narrativa digital disruptiva con recorridas estratégicas por el territorio argentino, enfocándose en lugares clave como el conurbano bonaerense y provincias de distintas regiones con visitas a ciudades donde brindó recorridas y conferencias para aumentar la visibilidad, atrayendo adhesiones partidarias en diversos distritos, conectando con sectores marginados del electorado​ como los trabajadores de aplicaciones, sumando apoyos de jóvenes voluntarios que oficiaron de fiscalizadores en el proceso electoral.


Las campañas de tierra y las nuevas tecnologías viven un vínculo sinérgico sin precedentes, herramientas como https://nationbuilder.com/ permiten a los equipos de campaña mapear comunidades, planificar recorridas y registrar interacciones con ciudadanos en cualquier lugar del planeta y optimizar los esfuerzos por cubrir un territorio siempre inabarcable en el 100% de su extensión, combinando la efectividad del contacto directo con la precisión del análisis de datos para afinar la puntería. Pero la proximidad no termina con las elecciones; de hecho debe continuar en la gestión pública de gobierno sin excepción, y dejarla de lado es esos tiempos es un error tan grave como común. Según Gobernicar, “Existe algo indeleble entre el gobierno y los ciudadanos en el territorio, en los actos populares, en las manifestaciones, en la militancia. Como decíamos en Matrix política, hablando de candidatos, la “presencia de proximidad” es lo que perdura. Y eso se mantiene en la gestión.”​. Como ejemplo, en la provincia de Formosa (Argentina) el gobernador con todo su equipo de gobierno visitan regularmente distintos puntos del territorio acercando a los ciudadanos servicios gubernamentales y la posibilidad del diálogo directo, mejorando la percepción de transparencia, generando y consolidando la confianza en las instituciones; reforzando el vínculo entre ciudadanos y representantes.

Lejos de pensar que las redes sociales deben verse como una amenaza al territorio, la realidad es que son una herramienta complementaria sumamente importante, no se puede comunicar lo que no pasó o no existió en el territorio, pero sí está pasando o pasó, es seguro que las plataformas colaborarán en su difusión y alcance, en las redes no hay aquí ni ahora, transmitir en vivo una visita a un barrio permite conectar con una audiencia más amplia mientras se mantiene la autenticidad del contacto directo, y eso puede pasar en el mismo momento o a posteriori. Confiar exclusivamente en las redes sociales puede llevar a una desconexión emocional con los votantes, la credibilidad se construye con acciones tangibles, no solo con mensajes digitales.

Lo terrenal comprende entender que en este camino se deben superar los retos que pasan por la desconfianza ciudadana potenciada con la proliferación de fake news y mensajes de odio en las plataformas digitales, la saturación de mensajes digitales que solo suman desinformación y los recursos limitados para desplegar equipos en terreno que además tengan el entrenamiento necesario para mejorar la interacción. Usar tecnologías para planificar y medir el impacto de las acciones territoriales es una obligación en estos tiempos, tiempos en los que el retorno inmediato al territorio no es una opción; es una necesidad para revitalizar la acción y el alcance histórico de la política. En un mundo digitalizado, el contacto humano sigue siendo el núcleo neuronal de una política efectiva y afectiva, construyendo confianza, legitimidad y vínculos emocionales, la pregunta queda abierta, ¿puede la política sobrevivir sin volver al corazón del territorio?

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