El apoyo social a Milei continua: ¿Por qué?

El Gobierno no puede satisfacer las expectativas materiales de los argentinos, pero sí las pulsiones ideológicas: una creciente derechización de las demandas, que tiene su espejo en distintas partes del mundo.

ANALISIS 23 de octubre de 2024 Julio Gómez
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 “¿Por qué, si hay gente que ni llega a fin de mes o, incluso, ha perdido su trabajo en este último año, aún apoya a este Gobierno?”. “Parece que, si las elecciones fueran hoy, volverá a ganar porque hay gente dispuesta a votarlo a pesar de todo”. “No entiendo como en mi familia siguen apoyando a Milei”.

“No entiendo”. Un pedido de explicación tácita, un desahogo o acaso un lamento que es cada vez más frecuente en las conversaciones públicas y hasta en los grupos de WhatsApp, sobre todo en los entornos sociales más politizados y donde se aglutina la militancia política más activa.

Pongamos este artículo en contexto: Javier Gerardo Milei, outsider de 53 años, ganó de forma algo sorpresiva las elecciones presidenciales de Argentina en noviembre de 2023. Y desde que asumió el 10 de diciembre de ese mismo año, inició un plan de gobierno caracterizado por profundas medidas de ajuste económico, con grandes recortes presupuestarios como no se habían visto en este país durante las últimas décadas.

¿Cómo, entonces, mantiene a casi un año de gestión un alto porcentaje de apoyo entre la ciudadanía? Semana tras semana los encuestadores difunden sus estudios de opinión que coinciden, números más números menos, en esta misma tendencia de apoyo hacia el presidente que se vanagloria por recortar programas sociales y despedir a más de 100 mil trabajadores públicos en los primeros tres meses de su gobierno.

No más lógica binaria

La incógnita planteada en el título de este artículo, hasta hace poco encontraba explicaciones sencillas. Existían manuales de práctica política y de buenos modales que se enseñaban en las escuelas de gobierno y los utilizaban los consultores políticos, para explicar cómo hacer para relacionarse y entender a los ciudadanos.

Eran tiempos en los cuales se concebía al mundo según lógicas binarias y se seguían patrones o reglamentos generales para toda acción política. Las fórmulas totalizadoras para explicar el voto o las preferencias ciudadanas estaban de moda.

Vale la pena recordarlas, aunque hoy parezcan hasta algo cómicas. “Los peronistas votan así, los radicales asá”. “Los jóvenes quieren tal cosa”. “Para ganar hay que volver a los barrios”. “Un gobierno triunfa si la va bien con su plan económico”. Eran consignas que hasta hace poco reforzaban el concepto de voto retrospectivo.

El voto retrospectivo se basa en una lógica simplista: existe un supuesto balance que se hace por parte de los ciudadanos, que deciden su apoyo público al gobierno y hasta a quien dar su voto en el cuarto oscuro, orientados por las acciones que lleva adelante tal o cual candidato o gobierno.

Hoy esa explicación está en crisis. Ya no alcanza el análisis del pasado para explicar las decisiones de un presente en constante movimiento, así como el desempeño de los políticos ya no es el único factor determinante en la toma de decisiones de sus votantes.

Esto nos obliga a proponer nuevas reflexiones acerca de los cambios en las preferencias actuales, tanto en términos electorales como cuando deciden iniciar o mantener su apoyo a una gestión de gobierno determinada. Y no olvidemos que estamos tratando de ciudadanos hiperconectados y con un acceso a la información como nunca antes se había visto.

¿Entender? a quien apoya a Milei

¿De dónde, debido a qué o basado en cuáles expectativas se sustenta la base de apoyo del actual gobierno? Se vienen escribiendo ríos de tinta en periódicos y a diario se inundan todo tipo de pantallas con especialistas que tratan de dilucidar este interrogante.

Lo cierto es que pasado casi un año de Milei al frente del ejecutivo, su mayor logro (si es que fuera posible enumerar algunos otros) tiene que ver con la satisfacción de demandas sustanciales e intangibles, y no así con las condiciones materiales de una economía que no arranca.

El sociólogo Ignacio Ramírez, especialista de Flacso y reconocido consultor político argentino, explicó hace tiempo atrás en una entrevista en el canal de televisión C5N que la construcción del discurso político de los gobiernos suele atravesar una serie de reorientaciones.

Es decir, a lo largo del tiempo la comunicación de gobierno no mantiene una planificación estática, ni mucho menos incólume. Y esos tiempos no dependen sola ni indefectiblemente del gobierno, sino que influyen asimismo la coyuntura y las situaciones propias de la praxis política.

Pongamos como ejemplo los ejes que fueron mutando en este primer año de Milei al frente del ejecutivo nacional. Teniendo al mismo presidente como principal orador y comunicador de su gestión, se hablaba monopólicamente de la casta que ocasionó los problemas que nos trajeron hasta acá.

Una estrategia que desplazaba la responsabilidad de los eventos actuales (es decir, situados en diciembre de 2023) hacia un pasado reciente (años en los que gobernó el Peronismo). Debido a las prácticas oscuras de los políticos, ahora se condicionan toda la acción de su gobierno.

Mientras que desde mediados de 2024 la comunicación se centró en las expectativas: giras internacionales, fortalecer las relaciones bilaterales o búsqueda de inversiones, fueron dosis de construcción de expectativas que desplazaron al futuro la ansiedad generada por la ausencia de demandas prometidas en la instancia electoral.

Para, finalmente, en los últimos meses cambiar el centro de gravedad: a la casta y la motosierra se sumaron otros condimentos ya que, debido al abuso de este recurso, ya no se pueden generar expectativas positivas en el sentimiento de los ciudadanos, que demandan el inmediato cumplimiento del contrato electoral del cambio.

Que haya orden

Entonces, la agenda del gobierno de Milei dejó de privilegiar solamente el tratamiento de la situación económica y empezó a poner la lupa sobre el orden. Podría resumirse así: si no hay progreso, si no se ven mejoras en la economía, que haya orden.

Esto nos hace pensar que el gobierno tiene dificultades para controlar el entorno económico, pero no tiene problemas con llevar adelante la represión de las protestas sociales, apalear jubilados y estudiantes; o gasear a una nena en una marcha a plena luz del día, frente a cientos de cámaras de televisión.

Milei viene dejando de lado hace rato la agenda de los valores puramente liberales y se encuentra concentrando todos sus esfuerzos en pos de satisfacer una variada agenda: achicar el gasto, reprimir las protestas sociales, luchar contra la corrupción y el narcotráfico; así como ir fuertemente contra el kirchnerismo y el régimen de Venezuela.

Existen sobradas muestras de que el gobierno de Milei no pudo encontrar por el momento el camino que pueda llevar a satisfacer las expectativas materiales de los argentinos, pero sí las pulsiones ideológicas en una polarización asimétrica: la creciente derechización de las demandas, que tiene su espejo en las sociedades de distintas partes del mundo.

¿Por esto, entonces, apoyan a Milei las personas? Diferentes encuestas describen esta actualidad: a pesar de la crisis y del golpe de las medidas de gobierno sobre la economía familiar, aún existe un apoyo que se mantiene firme por parte de una gran mayoría de argentinos que parecen estar dispuestos a “poner el hombro” y hasta perder privilegios, pero con la esperanza puesta en una idea de cambio que va a llegar.

Autor: Julio Gómez (Argentina). Licenciado en Comunicación Social, Especialista en Consultoría Política y Maestrando en Gobierno Local. Se especializa en gobiernos locales, pero tiene experiencia en los tres niveles de gestión: municipal, provincial y nacional. Fue docente en cátedras de comunicación y publicidad. Desde 2012 trabaja en comunicación institucional y desde 2016 como consultor en campañas electorales en provincias de la región NEA y en Mendoza, Argentina. Miembro de ASACOP. [email protected] - https://taplink.cc/juliogomez

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