
Después de enfrentarse por cierto tiempo, los hombres suelen cansarse. Ese agotamiento, concede la posibilidad del armisticio, generando la excusa para entablar una negociación y alcanzar un pacto que evite la continuación de la lucha. A nuestros políticos les encanta citar como ejemplo el pacto de la Moncloa en España; aunque tengamos ejemplos locales como la batalla de Pavón.