¿Cómo tomamos decisiones?: Una mirada desde las neurociencias

La mente humana requiere de una perspectiva organísmica; que la traslade desde un cogitum no físico al campo del tejido biológico, conservando su relación con un organismo global que posee un cuerpo propiamente integrado y un cerebro, ambos, plenamente interactivos con un entorno físico y social. Veamos un poco cómo es el funcionamiento de la toma de decisiones (Y si efectivamente somos nosotros quienes las tomamos).

ACTUALIDAD10 de octubre de 2024
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Deu Por Dr. Mg. Daniel Deu

 ¿QUIÉN DECIDE? ¿YO O MI CEREBRO?

 Cuando me propusieron escribir este artículo, no dudé una milésima de segundo para aceptar el desafío.  Los que me conocen saben que no creo en la suerte, el ojalá, y menos aún, en las casualidades, pero el día anterior había dado una “charla al paso” sobre cómo tomamos decisiones en la Universidad Nacional de Luján, orientada a estudiantes y docentes de la carrera de Comercio Internacional.  Sinceramente, fue tal el entusiasmo que se generó entre los participantes, que al final de la charla pensé en escribir un artículo sobre el tema.

Debo aclarar que escribir un artículo periodístico relacionado con las decisiones que se toman en el ámbito político, social, económico, de salud y educación, requiere de otros ingredientes adicionales y de varias preguntas que me veo obligado a plantearme. Por ejemplo: ¿Le puede interesar este tema a las personas que les va muy bien con sus decisiones? ¿Podría serles de utilidad a quienes ocupan o quieren ocupar importantes cargos públicos o privados? ¿Qué podría aportarles a los empresarios que atraviesan serias dificultades y tienen la necesidad de tomar decisiones determinantes?  ¿Y a las autoridades del área de educación y salud, que actualmente se ven envueltas emocionalmente en una profunda crisis?  ¿El ministro de economía está al tanto de que muchas de sus decisiones fueron alimentadas por información incompleta y sesgada que pueden llevarlo a tomar decisiones irracionales?  ¿Qué opinan los jueces cuando recurren a información nemónica y no están al corriente de que sus archivos de memoria se reactualizan cada vez que recurren a ellos, generando una especie de ilusión o fantasía que se aleja del recuerdo original?  ¿Alguien se preguntó alguna vez si gozamos realmente del libre albedrío al momento de tomar nuestras decisiones?  Estoy convencido de que intentar dar respuesta a cada una de estas preguntas, es un desafío más que interesante para escribir este artículo.  Además, veo con muy buenos ojos que el conocimiento científico pueda llegar al común de la gente.  Estás invitado a introducirte conmigo al mundo de las neurociencias -complejo, pero no inaccesible- y su relación con nuestros procesos de la toma de decisiones.

 EL ERROR DE DESCARTES

 Este memorable filósofo es el autor de una frase muy popular que ha perdurado a lo largo de los siglos: “Pienso, luego existo”.  El aserto, acaso el más importante en la historia de la filosofía, aparece por primera vez en la cuarta parte de El discurso del método (1637).  Descartes suponía que pensar era una actividad ajena al cuerpo, su fórmula afirmaba la separación de la mente, “la cosa pensante” (res cogitans), del cuerpo no-pensante, eso que tiene extensión y partes mecánicas (res extensa).

Imagina por un instante que te encuentras con algún científico del campo de la neurobiología y le dices que eres un devoto ferviente de la línea dualista de pensamiento.  Más que probable, casi con certeza te responderá que no comparte tu posición ya que “empezamos siendo, y sólo después pensamos”.  Es decir, primero debe existir un organismo biológico y después el pensamiento.  A diferencia de Descartes, la neurociencia moderna no acepta la separación abismal entre el cuerpo y la mente, entre sustancia medible, dimensionada, mecánicamente operada e infinitamente divisible del cuerpo, por una parte, y la sustancia sin dimensiones, no mecánica e indivisible de la mente, por la otra.

Desde esta postura, la mente humana requiere de una perspectiva organísmica; que la traslade desde un cogitum no físico al campo del tejido biológico, conservando su relación con un organismo global que posee un cuerpo propiamente integrado y un cerebro, ambos, plenamente interactivos con un entorno físico y social.

Mi tesis de maestría parte de la idea de que el hombre es un ser multidimensional: plano físico, mental, emocional y espiritual, con expansión creativa e innovadora infinita.  De ahí que sostengo fervientemente que el límite del hombre es el hombre en sí mismo.  Para potenciar y desarrollar sus talentos solo requiere de una simple decisión: ¡ATREVERSE!  Esta fue nuestra visión para desarrollar el proyecto N.M.O.: “Wake up and do it”

 ¿DECISIONES O SIMPLEMENTE HÁBITOS?

 Se ha llegado a la conclusión de que el encéfalo humano es una precisa red que contiene 100.000 millones de células nerviosas delimitadas, que se interconectan en sistemas que permiten la percepción del mundo externo, centran la atención y controlan la maquinaria de la acción.  También, se ha concluido a traves de innumerables investigaciones que en nuestro cerebro se producen alrededor de 100.000.000 de sinapsis que comunican unas neuronas con otras.   Para que tengas una idea, si se pudieras contar 1.000 sinapsis en el lapso de un segundo, tardarías aproximadamente 32.000 años en finalizar tu titánica tarea.

Lo sorprendente del caso es que la mayor parte de nuestras acciones cotidianas se relacionan con hábitos y no con decisiones.  En un proceso de decisión debe haber al menos dos alternativas que considerar y simulaciones varias sobre las consecuencias de la elección.  En cambio, el hábito es automático, y se cree que en él no existe el libre albedrío.  Entonces, cabría preguntarnos: ¿Nuestras decisiones nacen en el inconsciente?  Sabemos que a partir de la actividad en una región de la corteza frontal es posible descifrar el contenido de una decisión unos segundos antes de que una persona sienta que la está tomando.  Esto significa, que cuando tomamos efectivamente una decisión, desconocemos que en realidad unos segundos antes, el cerebro ya decidió por nosotros.  

Hasta ahora se cree que nuestra consciencia no tiene la capacidad ni la libertad de dar inicio a una acción, y que esto es una función del inconsciente, sin embargo, una vez que esta acción se vuelve observable para su propio registro, la consciencia podría manipularla y eventualmente frenarla.  La experiencia nos demuestra que actuar sin pensar puede generar, y de hecho esto ocurre, consecuencias desfavorables para nosotros mismos.

 ¿PIENSAS CON LA CABEZA O CON EL CORAZÓN?

 Cuenta la historia que, durante la Segunda Guerra mundial, el gran líder inglés Williams Churchill debió tomar una decisión determinante al enterarse de que la Ciudad de Coventry, una zona industrial con más de 180.000 habitantes sería bombardeada por unos 450 aviones de la Lutwafe alemana, preparados para arrojar 150.000 bombas incendiarias.  

El hecho efectivamente ocurrió el 14 de noviembre de 1940 a partir de las 19:00 horas; la lluvia de bombas duró aproximadamente hasta las 2 de la mañana.  Murieron más de 550 personas y varios de miles resultaron heridas como consecuencia directa de las explosiones del bombardeo masivo y los incendios que se desataron como consecuencia de las bombas incendiarias.

Lo curioso de este hecho es que Williams Churchill ya sabía dos días antes la existencia del ataque.  Contar con esta información fue posible gracias a un algoritmo creado por Alan Turing (considerado el padre de la inteligencia artificial) que permitió descifrar el temido código Enigma de los nazis, e interceptar una comunicación del Reich donde se decía que se iba a bombardear la ciudad de Coventry.

¿Y por qué Churchill no evacuó y permitió tantas muertes? Su decisión de no hacerlo obedeció a que si se evacuaba la ciudad los nazis iban a sospechar que se había descifrando su código Enigma, y de esta forma se comprometía la ventaja en la guerra para salvar miles de vidas más.  Es por ello que prefirió aceptar las consecuencias que provocó la muerte de muchos civiles inocentes.

Y aquí cabe otra pregunta: ¿Fue una decisión racional o emocional?  Te invito a que lo pienses por unos segundos. En el caso de que todavía tengas alguna duda, te comento que la neurociencia ha descubierto que en nuestras conductas decisionales influye más nuestro estado inconsciente que el consciente.  

Por otra parte, considera que la emoción desde un punto de vista temporal de procesamiento de la información y de la amplitud de los síntomas corporales asociados a la misma, inciden cientos de milisegundos antes del proceso cognitivo previo a la ejecución.  Visto así, no cabe duda de que la emoción precede a la razón.

 ¿SOMOS RACIONALMENTE IRRACIONALES?

 En una entrevista reciente alguien me pidió que ejemplificara una conducta irracional.  En forma automática apareció en mi mente un juego de azar: la lotería.  A cuantas personas les gusta “comprar un billetito” a sabiendas de que sus posibilidades para ganar son remotas.  ¿No es acaso esta una decisión irracional?  Invertir dinero para no obtener nada a cambio.  Contestar esta pregunta da lugar a muchas interpretaciones, pero lo que sabemos fehacientemente es que el cerebro convierte la información obtenida a través de los sentidos en un conjunto de votos a favor –recompensa- de una u otra opción a elegir.  

Esos votos se acumulan hasta alcanzar un umbral en el que nuestro cerebro considera que la recolección de evidencia es suficiente para tomar una decisión.  Obvio, que cuanto más incompleta la información, más lenta resulta la acumulación de evidencia.  Sin embargo, el cerebro tiene la capacidad de calcular con precisión cuál es la evidencia suficiente para tomar la decisión.  

Esto lo puede hacer en base a una combinación de circuitos neuronales.  Lo maravillo del asunto es que en la mayoría de los casos el ajuste adaptativo óptimo que hace el cerebro es inconsciente.  Comprender los mecanismos neuronales que subyacen en los procesos que implican riesgos y recompensas, es dar un paso gigante en el entendimiento de las decisiones irracionales que tomamos en nuestra vida.

 Si me preguntas a mí, no tengo la menor duda de que he tomado y tomo muchas decisiones irracionales, aunque en más de una ocasión haya intentado concientizarlas.  Tal vez tomé una decisión irracional escribiendo este artículo.  Emocionalmente estoy feliz de hacerlo y compartir mis conocimientos contigo.

 ¿MIEDO AL RIESGO O A LA INCERTIDUMBRE?

Lo primero que debo decirte, es que todavía la neurociencia sabe poco en relación a cómo nuestro cerebro procesa el riesgo.  En segundo lugar, es importante aclarar que riesgo e incertidumbre, como piensan muchas personas, no son sinónimos.  Cuando hablamos de riesgo, los eventos futuros suceden con una probabilidad medible, en cambio, cuando existe incertidumbre el evento es difuso, y aparece cuando la probabilidad no se puede calcular.  Te invito a que tomes una decisión frente a la siguiente situación que es conocida como “La paradoja de Elisberg”.

Supongamos que tienes al alcance de tu mano una canasta que contiene 90 bolas, de las cuales sabes con precisión que 30 son grises y las restantes son blancas y negras, pero, en este caso, desconoces la proporción que existe entre ambas.  Procedes a extraer una primera bola; a sabiendas de que tienes dos opciones de apuesta:

I.                    Apostar que saldrá una bola gris.

II.                  Apostar que va a salir una bola negra.

¿Qué opción elegirías? ______________

 Paso siguiente, introduces la bola que acabas de sacar en la canasta, y luego de ello, vuelves a sacar una segunda bola.  Ahora tus opciones de apuesta son:

III.                Apostar que va a salir una bola gris o blanca.

IV.                Apostar que va a salir una bola negra o blanca.

¿Por cuál opción te decides? ____________

 Debes saber que para estos casos tengo una habilidad especial casi “mágica”, puedo anticipar tú decisión.  Es muy probable que elijas la OPCIÓN I frente la II, y la OPCIÓN IV frente a la tres.  ¿Y por qué?  Por mi habilidad especial; en absoluto, porque tu cerebro ha hecho el siguiente análisis:

OPCIÓN I: tengo un tercio de probabilidades de ganar.

OPCIÓN II: desconozco la probabilidad de ganar.

OPCIÓN III: me ocurre lo mismo que con la opción anterior.

OPCIÓN IV: tengo dos tercios de probabilidades de ganar.

A modo de conclusión te diré que tenemos aversión a la ambigüedad.  Esto quiere decir que preferimos el riesgo a la incertidumbre.  Para algunos investigadores esto puede relativizarse; según ellos, depende del hecho de que las probabilidades están ocultas para quien toma la decisión en lugar de ser completamente incognoscibles. 

 ¿ES FUTURISTA NUESTRO CEREBRO?

 Imagina que estás jugando con un amigo una partida de ajedrez; te han tocado las piezas blancas y en este preciso instante estás pensando cuál será tu tercer movimiento.  ¿Qué hace tú cerebro?  Está procesando y simulando una cifra realmente estrepitosa de alternativas: más de ciento veintiún millones de posibles jugadas.  Ahora piensa en los movimientos que podrás ejecutar a partir de la cuarta jugada, lo que no te recomiendo es que intentes calcular cuáles serán las consecuencias favorables o desfavorables de tus decisiones.

La gran dificultad de tomar una decisión prospectiva radica en la necesidad de realizar simulaciones mentales del futuro con todo lujo de detalles, provistas de colores, sonidos, olores y sabores, además de sensaciones y emociones.  Es en este tipo de decisiones es fundamental utilizar la “inteligencia lúdica”, ya que una de las grandes propiedades del juego consiste en la forma espontánea de imaginarse escenarios posibles.  La decisión requiere simular qué cosa viajará al futuro, el contenido y el continente, la mente y el cuerpo.   

 Se ha llegado a la conclusión que, en relación a las conexiones entre la mente y el cuerpo, éstas no siempre son conscientes.  Ha quedado establecido por las neurociencias que para las decisiones prospectivas se requiere simular tanto la mente como el cuerpo físico en el futuro, en un proceso global en el que intervienen las cortezas prefrontales, premotora, sensorial y somatosensorial.  Para que puedas entenderlo, piensa en dos de tus músicos preferidos; te has enterado de que muy pronto darán un recital en vivo.  Solo tienes dinero para ir a ver a uno de los dos.  Debes decidir: ¿a cuál de ellos irás a ver?  Si prestas atención, surgirán sensaciones y emociones que experimentarás durante el proceso de decisión, y que provienen, en gran medida, de las simulaciones mentales que tu mente y que tu cuerpo, están simulando en el futuro.  Precisamente estas sensaciones y emociones añaden realismo a los futuros simulados, lo que permite que puedas distinguir mejor cuál será la opción más conveniente para tu bienestar y satisfacción.  Cuando participo en mi función de consultor de negocios, en la elaboración del planeamiento estratégico de una empresa o el armado de un “Balanced Scorecard” (tablero de comando), experimento este tipo de sensaciones y emociones vibrando los resultados futuros, en el aquí y el ahora.

¿DISPONEMOS DE UN SENTIDO INTUITIVO?

 Te voy a pedir que mires por un instante la siguiente figura, y sin la necesidad de hacer un conteo preciso, pienses cuántos círculos contiene.  

circulo

Cuando los cuentes uno por uno, comprobarás que el número que pensaste se aproxima bastante a la cantidad exacta de puntos negros que contiene el círculo.  ¿Y cuál es la explicación de esto?  Solemos llamarlo numerosidad de conjunto.  Con la ayuda de nuestra retina, más precisamente en el Área visual V5 que es la encargada de la percepción de movimiento; podemos reconocer números grandes.  Nuestras decisiones perceptuales se basan mayoritariamente en la información que existe “en el afuera” en el momento presente.  Lo importante aquí es entender cómo nosotros interpretamos esa realidad exterior.  Tal vez, lo que yo esté viendo e interpretando sea diferente a tú propia percepción.  A modo de ejemplo: ¿Qué ves en esta imagen?  En realidad, el joven nos está mirando de frente o nosotros lo estamos viendo de perfil.

perfil

Puede darse que a la hora de tener que tomar una decisión no estemos de acuerdo, ya que cada uno tendrá una mirada diferente de la información sensorial que recibimos del contexto.   En lo que sí estaremos de acuerdo, es que quién deba ejecutar la decisión será el responsable de las consecuencias que ésta traiga aparejada.

 ¿Se puede achicar el margen de error?  Algunos investigadores, como el caso de Shawn Green, aseguran que la práctica de videojuegos puede ayudar a tomar mejores decisiones perceptuales.  Considera que su afirmación está directamente relacionada con la numerosidad de conjunto que antes hemos mencionado.  Los videojuegos de acción no requieren que el jugador cuente objetos explícitamente, lo verdaderamente importante aquí es saber cuántos enemigos hay agazapados, cuántas balas quedan, y así sucesivamente.  Esto hace que los videojugadores desarrollen un mejor sentido intuitivo del número, y de esta manera, las decisiones perceptuales gozarán de un menor margen de error en relación con lo que se percibe de la realidad circundante.

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La neurociencia ha demostrado que el inconsciente es el motor genuino de nuestras acciones

LOS VALIOSOS APORTES DE LA NEUROECONOMÍA

Sin lugar a dudas, a los hombres de negocios, y en general, a quienes queramos lograr alguna ventaja financiera, nos interesa saber algo acerca del valor económico de una decisión.  Para ello debemos recurrir en primera instancia a Sigmund Freud y sus estudios acerca de nuestra actividad mental.  La neurociencia ha demostrado que el inconsciente es el motor genuino de nuestras acciones, y que casi toda la actividad mental es inconsciente.  Con esto quiero decirte que cuando tomamos efectivamente una decisión, desconocemos que segundos antes, nuestro cerebro ya la tomó por nosotros.  Siendo esto así, cabría preguntarse: ¿Gozamos realmente del libre albedrío?  Este es un tema apasionante que está bajo el estudio de las neurociencias, y que aún no se ha llegado a una conclusión contrastable científicamente.  Lo que sí sabemos, es que nuestra consciencia no puede dar comienzo a una acción, pero sí puede filtrarla y moldearla.  En otras palabras, puede frenar la acción inconsciente.  Lo que sigue siendo un enigma es si la decisión consciente de frenar una acción viene también de otra semilla inconsciente.  Aquí la pregunta sería: ¿puede el cerebro observarse a sí mismo?

 Supongamos que eres el asesor de una importante empresa automotriz que fabrica automóviles de bajo consumo y, a la vez, baja prestación de servicios (velocidad, deportividad, etc.).  Esto conlleva a que su andar sea más económico, pero su manejo menos divertido.  La competencia por su parte se dedica a fabricar vehículos de alto consumo y alta prestación de servicios.  Esto trae aparejado para el cliente mayores costos de combustible, pero a cambio tendrá como compensación, un manejo súper atractivo.  La situación del mercado establece que ambas empresas cuentan con una cartera similar de clientes.  Imagina ahora, que recibes el llamado de un superior solicitándote que desarrolles una estrategia comercial que le permita a la compañía romper el equilibrio de mercado existente.  ¿Qué harías?  ¿Fabricar un automóvil parecido al que tienen?  ¿Uno similar al competidor?  ¿O acaso convendría un modelo diferencial?  A modo de ayudita te sugiero que tengas en cuenta el efecto compromiso y el efecto atracción.  Si esta información no te resulta suficiente y tu cerebro retrasa la decisión, no dudes en escribirme.

RECOMENDACIONES DEL CHEFF

 Si queremos enfrentar los nuevos paradigmas y salir airosos de los continuos desafíos tecnológicos, en especial, los “feroces” avances relacionados con la inteligencia artificial, te sugiero que comiences a prestarle mucha atención a tu cerebro, ya que en él se encuentran las respuestas a los siguientes interrogantes:

 1.      ¿Tomamos decisiones libremente?  Si bien la neurociencia no tiene una respuesta precisa a esta pregunta, el hecho de que nuestro inconsciente tenga una participación activa en la toma de decisiones, genera muchas dudas acerca del libre albedrío.

2.      ¿Los mecanismos que utilizamos para acumular información sensorial, nemónica y prospectiva son los mismos?  Es muy preocupante saber que nuestra memoria episódica es regrabable; es una simulación mental aproximada del pasado, carente del brillo, la intensidad y los detalles de las vivencias directas.  Está a cargo de nuestra imaginación cubrir silenciosamente con otras imágenes los agujeros que no podemos recordar.  Esto nos lleva a la conclusión de que la información que utilizamos para tomar decisiones es incompleta y está sesgada por aproximaciones.

3.      ¿Cuál es el papel del sueño en la toma de decisiones? De seguro has oído en boca de otras personas: “lo he consultado con mi almohada”.  La principal función del sueño es la “reparación” cerebral, además de beneficios a nivel inmunitario, cardiovascular, metabólico y emocional.  El sueño tiene la importante función de archivar en la memoria los aprendizajes recibidos durante nuestra vida cotidiana; también es el responsable de descargar esa información y utilizarla en los procesos de la toma de decisiones.

4.      ¿Qué algoritmos de la inteligencia artificial pueden imitar la toma de decisiones de los humanos?  Existe una gran preocupación en relación a la inteligencia artificial y nuestra continuidad en los puestos de trabajo.  Es sabido que nadie quiere quedar “fuera del juego”.  Para ello es de suma importancia “despertar nuestra inteligencia lúdica”, y utilizarla para potenciar y desarrollar el pensamiento creativo.  Los humanos, a diferencia de las máquinas, poseemos dos grandiosas habilidades: la imaginación y la fantasía.  Desarrollar nuestro talento creativo es una decisión clave para poder “asociarnos” a la inteligencia artificial, resolviendo los enigmas y minimizando los riesgos que presentan los nuevos paradigmas en todos los niveles a nivel público y privado.

 ¡A JUGAR Y DIVERTIRSE!

 En base a las investigaciones que vengo desarrollando desde hace tres décadas, y apoyado en las neurociencias, puedo afirmar que las actividades lúdicas son, por un lado, acciones fundamentales para fortalecer el “atletismo cerebral” y, por el otro, destacar su importancia a la hora de generar ideas creativas y enriquecer la gestión de procesos innovadores.  En lo que respecta a la determinación de su valor económico, me basaré en el ejemplo del ajedrez, para afirmar que es estrepitosamente valioso.

Para que puedas recompensar a tus neuronas luego de la lectura de este artículo, te invito a que resuelvas el siguiente desafió, que tiene dos etapas.

Etapa (1): en el tablero hay 14 monedas; cualquiera de ellas puede saltar sobre cualquier otra, y la moneda sobre la que se saltó es retirada del tablero.  ¿Puedes lograr que quede solamente una sola moneda en el tablero?

Etapa (2): tendrás una recompensa mayor si logras que la moneda final quede en el centro del tablero.

Envía tu respuesta a: [email protected]

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