
Venezuela ante el riesgo de intervención militar extranjera
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Una red de exagentes de inteligencia, consultoras de alto nivel, contratistas militares y empresarios con vínculos políticos ha sido la responsable de diseñar y ejecutar en secreto los planes de asistencia y reconstrucción para la Franja de Gaza, devastada tras más de un año y medio de ofensiva israelí. El caso, revelado por investigaciones periodísticas en Europa y EE.UU., desata un nuevo escándalo internacional por la opacidad, los intereses privados y los resultados trágicos de una estrategia que margina a la ONU y a actores humanitarios tradicionales.
POLÍTICA INTERNACIONAL20 de julio de 2025De Kabul a Gaza: la CIA, las consultoras y el negocio de la guerra
Phil Reilly, exjefe de la CIA en Kabul tras los atentados del 11 de septiembre, es hoy uno de los cerebros detrás del modelo de gestión privada de la ayuda humanitaria en Gaza. En su rol como asesor de empresas como Orbis Operations y Boston Consulting Group (BCG), Reilly fue clave para coordinar una red que incluye al think tank israelí Tachlith Institute, contratistas estadounidenses y consultoras internacionales, todo fuera del control de organismos multilaterales.
Una organización creada para canalizar ayuda al margen de Naciones Unidas
Uno de los proyectos más polémicos es la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), una organización creada para canalizar ayuda humanitaria al margen de Naciones Unidas. Registrada en EE.UU. y Suiza, y con operaciones iniciadas en mayo, GHF ha sido dirigida por Safe Reach Solutions (SRS), una empresa creada por el propio Reilly en noviembre de 2024. El experimento tuvo un trágico saldo inicial: más de 600 civiles palestinos murieron en incidentes relacionados con la distribución de alimentos.
Ayuda humanitaria convertida en geopolítica empresarial
El involucramiento de Boston Consulting Group –una de las firmas de estrategia más influyentes del mundo– añade una capa de controversia. Aunque BCG sostiene que sus directivos actuaron sin autorización, investigaciones de medios como Financial Times y The Washington Post indican que sí hubo pagos por servicios relacionados con la operación. Incluso se utilizaron sus modelos financieros para el plan “Gaza Riviera”, un ambicioso y polémico proyecto para transformar la Franja en un polo de inversiones tras la guerra.
Empresarios y organismos políticos
Empresarios israelíes como Liran Tancman y Michael Eisenberg figuran entre los nombres vinculados a estos planes. También aparece el Tony Blair Institute, con Reilly nuevamente como intermediario entre actores privados y organismos políticos.
Críticas desde Europa y el mundo árabe
Las revelaciones han generado indignación internacional. En el Reino Unido, el diputado laborista Liam Byrne solicitó formalmente explicaciones a BCG sobre su papel en la estrategia para Gaza, incluyendo las acusaciones de que podría contemplarse el traslado forzoso de la población palestina. “¿Participó alguna organización con sede en el Reino Unido en estos planes?”, preguntó en una carta pública dirigida al CEO de la consultora.
Giro ideológico y privatizador de la política humanitaria occidental
En Bruselas, el actual director de GHF, el empresario evangélico Johnnie Moore, cercano a Donald Trump y al gobierno de Netanyahu, culpó a Hamás de las muertes en los centros de reparto. Su discurso, lejos de apaciguar los cuestionamientos, fue visto como una señal del giro ideológico y privatizador de la política humanitaria occidental.
Un modelo que desafía al sistema multilateral
Con la ONU relegada y las ONGs bajo presión, el caso de Gaza S.A. ilustra un nuevo paradigma: la gestión de las crisis humanitarias no ya como tarea colectiva de la comunidad internacional, sino como terreno de negocios, influencia geopolítica y contratos secretos. En América Latina, región también marcada por el debate sobre el papel del Estado y del capital privado en la reconstrucción postconflicto, el modelo aplicado en Gaza despierta alertas.
¿Será una excepción o marcará el rumbo para futuras intervenciones en zonas de guerra?
La pregunta que queda flotando es si este experimento será una excepción o si marcará el rumbo para futuras intervenciones en zonas de guerra. En cualquier caso, la población gazatí sigue atrapada entre los escombros de una guerra sin tregua y las lógicas de un capitalismo que, en nombre de la ayuda, no duda en convertir el sufrimiento en oportunidad de negocio.
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