
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La alianza entre La Libertad Avanza (LLA) y el PRO atraviesa horas de tensión. Aunque en un primer momento varios dirigentes del PRO acompañaron la idea de avanzar en un frente común con el oficialismo libertario, el entusiasmo inicial se desinfló rápidamente en el conurbano y el interior bonaerense. El principal foco de conflicto: los intendentes.
POLÍTICA 26 de junio de 2025 Daniel MuñonettoVarios jefes comunales del PRO comenzaron a expresar su malestar ante el modo en que se plantea la fusión en el plano local. La incomodidad no es menor: algunos concejales de LLA han denunciado penalmente a funcionarios del PRO en sus municipios y, en ciertos casos, llegaron incluso a pedir sus destituciones. La convivencia, lejos de ser natural, arrastra tensiones acumuladas que ahora salen a la luz.
A esto se sumó un nuevo cortocircuito con el entorno presidencial. La secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, impuso un ultimátum: quienes quieran sumarse al frente en la provincia de Buenos Aires deberán hacerlo bajo el sello, el color y el nombre de La Libertad Avanza. El pedido fue interpretado por varios dirigentes amarillos como una forma de subordinación que erosiona la identidad del PRO y reduce su autonomía territorial.
“No es una alianza, es una absorción”, deslizó un intendente del PRO del interior, que por ahora evita confrontar públicamente pero sigue de cerca las negociaciones. La pulseada se da en un contexto de reorganización del mapa opositor, donde el PRO busca no perder protagonismo, pero también preservar sus anclajes locales frente al avance de una fuerza que, si bien gobierna la Nación, aún carece de estructuras consolidadas en los distritos.
Frente a este escenario, crece el reclamo de varios intendentes para que se les otorgue libertad de acción en el armado local, permitiéndoles decidir si conforman o no un frente con los libertarios en función de la realidad política de cada municipio. El planteo, elevado informalmente a las autoridades del partido, busca evitar fracturas mayores y contener a sectores que ven con desconfianza la estrategia de sumisión total al oficialismo.
El desenlace del acuerdo, por ahora, está abierto. Lo que parece claro es que el intento de construir un frente homogéneo entre libertarios y macristas choca con la heterogeneidad del territorio bonaerense, donde las internas, las denuncias cruzadas y las imposiciones desde Casa Rosada hacen crujir los cimientos de una convivencia que nació más por necesidad que por afinidad real.
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La Argentina vive en estado de excepción y en la provincia de Buenos Aires empieza la temporada de los dolores de cabeza. La incógnita de qué ocurrirá con el presupuesto nacional se reproduce en territorio bonaerense con ingredientes propios. Una oposición que presiona y un oficialismo dividido cuyos antecedentes en la materia no auguran un panorama tranquilo.
Que el Tesoro de Estados Unidos haya bautizado a la Argentina como “aliado clave” en América Latina no constituye un elogio, sino una advertencia.
Mientras en el Instituto Cultural y el Teatro Argentino crecen las quejas de los trabajadores por el recorte de horas extras, la falta de materiales, cancelaciones y cambios inexplicables en las programaciones, Florencia Santout estaría destinando cuantiosos fondos estatales para intervenir en la política universitaria de la UNLP, a través de su organización, La Cámpora.
En la Legislatura bonaerense tuvo lugar ayer algo que hacía tiempo no ocurría y que a estas alturas ya es novedad: una sesión normal. Claro que se trata de una paz de circunstancias, porque los proyectos clave están en la otra cámara. Será el Senado, entonces, el escenario de las batallas complicadas.
En campaña, la política argentina convierte en gestos extraordinarios lo que son deberes básicos: presentar un presupuesto, no radicalizar discursos o aumentar partidas para educación y salud. Pero la reciente derrota legislativa del oficialismo, al no poder blindar los vetos presidenciales a las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario, mostró que el problema ya no es solo comunicacional: la “institución invisible” de la confianza, clave para sostener liderazgos y economías, comenzó a resquebrajarse. La democracia exige más que propaganda de lo obvio; exige resultados que fortalezcan credibilidad.