
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
A un mes del cierre del plazo para inscribir alianzas electorales, el PRO enfrenta una interna cada vez más evidente. Las diferencias estratégicas sobre un posible acuerdo con La Libertad Avanza (LLA) no solo dividen al partido, sino que también exponen el desgaste del liderazgo de Mauricio Macri.
POLÍTICA 15 de abril de 2025 Daniel MuñonettoEn la Ciudad de Buenos Aires, el panorama es más nítido. Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño y primo del ex presidente, mantiene una postura firme contra cualquier acercamiento con el espacio de Javier Milei. En su estrategia, LLA representa un adversario directo y una amenaza real en el electorado urbano, más que un aliado potencial.
Muy distinto es lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires, donde el escenario es mucho más incierto. Allí, dirigentes como Diego Santilli y Guillermo Montenegro empujan una posible alianza con los libertarios, convencidos de que la unidad opositora es clave para enfrentar al peronismo en su bastión histórico. Pero esa “unidad” no siempre queda clara: en muchos casos, parece más un pase solapado que una estrategia de coalición.
En este juego aparece José Luis Espert, que pisa fuerte en la provincia y suma un factor adicional de tensión. Aunque formalmente dentro del espacio libertario, mantiene vínculos fluidos con sectores del PRO y juega su propio juego. Su figura funciona como un puente —o una vía de escape— para dirigentes amarillos que coquetean con Milei pero no quieren romper del todo con el sello original. Sin embargo, su rol también se ve desdibujado frente al avance de Karina Milei en las negociaciones bonaerenses. La hermana del Presidente se reunió con referentes del PRO provincial sin convocar a Espert, con explicaciones endebles sobre su ausencia. Todo indica que se discutieron listas, y que su lugar en la boleta ya fue negociado por otros.
Hoy, sin embargo, saltar de bando no parece rentable. Con un oficialismo nacional debilitado y un electorado todavía cauteloso, muchos referentes del PRO tantean el terreno sin animarse a dar el salto definitivo. La indefinición reina, y lejos de ordenar, profundiza la fragmentación interna.
Lo que sí parece claro es que Mauricio Macri ya no tiene el control total de su partido.
Mientras en la Ciudad se consolida una postura de confrontación con LLA, en la provincia se multiplican los movimientos por fuera de la línea oficial. Entre la especulación, las tensiones y los liderazgos en disputa, el mapa opositor está en plena transformación.
Si hubiera que esbozar un balance parcial, el liderazgo dentro del espacio liberal hoy tiene nombres y apellidos claros: Javier y Karina Milei, con poder de decisión excluyente. Del ladodel PRO, Diego Santilli emerge como uno de los pocos dirigentes que logra sostener volumen político en la provincia y marcar cierta independencia de la conducción nacional.
En cambio, José Luis Espert aparece cada vez más como una figura decorativa: autorizado a hablar en los medios, pero sin verdadera incidencia en las decisiones centrales. Y Mauricio Macri, lejos de su rol de conductor, ve a su tropa dispersa, ensayando estrategias propias o, en algunos casos, esperando el momento adecuado para abandonar el barco.
En el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense se pelean hoy batallas clave. En ambos casos, la puja es por los recursos, pero en ambos casos, también, el telón de fondo son las elecciones que están cada vez más cerca.
La Argentina vive en estado de excepción y en la provincia de Buenos Aires empieza la temporada de los dolores de cabeza. La incógnita de qué ocurrirá con el presupuesto nacional se reproduce en territorio bonaerense con ingredientes propios. Una oposición que presiona y un oficialismo dividido cuyos antecedentes en la materia no auguran un panorama tranquilo.
Que el Tesoro de Estados Unidos haya bautizado a la Argentina como “aliado clave” en América Latina no constituye un elogio, sino una advertencia.
Mientras en el Instituto Cultural y el Teatro Argentino crecen las quejas de los trabajadores por el recorte de horas extras, la falta de materiales, cancelaciones y cambios inexplicables en las programaciones, Florencia Santout estaría destinando cuantiosos fondos estatales para intervenir en la política universitaria de la UNLP, a través de su organización, La Cámpora.
En la Legislatura bonaerense tuvo lugar ayer algo que hacía tiempo no ocurría y que a estas alturas ya es novedad: una sesión normal. Claro que se trata de una paz de circunstancias, porque los proyectos clave están en la otra cámara. Será el Senado, entonces, el escenario de las batallas complicadas.
En campaña, la política argentina convierte en gestos extraordinarios lo que son deberes básicos: presentar un presupuesto, no radicalizar discursos o aumentar partidas para educación y salud. Pero la reciente derrota legislativa del oficialismo, al no poder blindar los vetos presidenciales a las leyes de emergencia pediátrica y financiamiento universitario, mostró que el problema ya no es solo comunicacional: la “institución invisible” de la confianza, clave para sostener liderazgos y economías, comenzó a resquebrajarse. La democracia exige más que propaganda de lo obvio; exige resultados que fortalezcan credibilidad.