La guerra de los cuatro años y la pugna de los treinta años

La guerra en Ucrania ya no es solo una disputa territorial: es el corazón expuesto de una pugna estratégica entre potencias que arrastran tres décadas de roces y fantasmas. Sin tregua ni salida digna a la vista, lo que se juega ahora es quién acepta perder sin admitir la derrota.

06 de junio de 2025
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Por Alberto Hutschenreuter

La guerra ruso-ucaniana cursa su cuarto año sin que exista por ahora posibilidad de alcanzar una tregua entre los contendientes; peor aún, considerando los últimos hechos, esto es, el golpe ucraniano sobre capacidades aéreas rusas ubicadas algunas de ellas en el territorio profundo de Rusia, como así las intenciones de este último país de quedarse no sólo con los territorios del este y sur de Ucrania, sino conseguir una buffer zone que los ampare, se han vuelto a plantear escenarios de mayor violencia en los que reapareció el posible uso de armar nucleares por parte de Moscú, pues estarían dadas las condiciones para su utilización, según la concepción nuclear revisada en 2024.


Si bien el ataque perpetrado por Ucrania, el que fue seguido de otro impacto sorpresa contra el estratégico Puente de Kerch (que une el territorio de la Federación Rusa con la península de Crimea), estaría mostrando que la disuasión nuclear rusa no está funcionando, en política internacional y más todavía en un estado de guerra, nunca podemos saber fehacientemente cuáles son las intenciones de los Estados, siendo esta incertidumbre una de las cuatro o cinco "verdades" o premisas clave del enfoque realista en las relaciones internacionales, según uno de sus grandes exponentes, Kenneth Waltz.

Pero tampoco está funcionando la "otra disuasión", es decir, la de Occidente sobre Kiev para que acepte condiciones para iniciar negociaciones. En otros términos, y aquí consideramos a los sectores más pragmáticos del Partido Republicano de Estados Unidos: que acepte la situación actual en el frente, la que favorece a las fuerzas rusas, las que podrían pronto recapturar y capturar nuevos territorios de Ucrania.

No obstante el "factor Trump", es decir, la posible intención de imponer una salida de la guerra por presión estadounidense, esa otra disuasión será difícil que funcione, pues si realmente funcionara, es decir, se detuviera la guerra y se iniciaran negociaciones, no sólo Ucrania "no ganaría", sino que tampoco (y sobre todo) “ganaría” Occidente.

Porque la posibilidad de que se logre un escenario de salida en esta confrontación innecesaria (que sucedió en buena medida porque se concedieron preferencias estratégicas a un actor intermedio en política internacional, abandonándose la "cultura estratégica" entre "los que cuentan") pasa por la imposibilidad de volver a la situación previa al 24 de febrero de 2022, pues resulta prácticamente impensable que Rusia vaya a aceptarlo. La única posibilidad sería siendo derrotada categóricamente por Ucrania, para lo cual debería ocurrir una transferencia exponencial de capacidades (materiales y humanas) a Kiev por parte de un Occidente sin fisuras y una multiplicación de sanciones a Rusia y a países asistentes, incluida China, si bien este país no asiste militarmente a Rusia. Pero ello implicaría un alto riesgo de guerra postotal, es decir, con empleo de armas atómicas.

De modo que aquí reside uno de los códigos de salida de la guerra: cómo lograrlo sin que Occidente se sienta vencido.

De lo que hablamos es ya del nivel estratégico de esta guerra, el que tiene como jugadores a Occidente y Rusia desde 2022, pero también desde el mismo final de la Guerra Fría, hace algo más de treinta años, cuando Occidente, es decir, Estados Unidos, el único ganador de esa contienda de medio siglo (o de casi todos el siglo XX, para tomar enfoques más amplios sobre el verdadero comienzo de la rivalidad entre Estados Unidos y la URSS), se propuso evitar el eventual surgimiento de una Rusia nacionalista, revisionista y neoretadora que cuestionara una vez más la supremacía occidental (siempre desde la percepción estadounidense, particularmente de la fuerza demócrata).

Uno de los procedimientos para ello fue la ampliación de la OTAN en un sentido de poscontención, es decir, de vigilancia a Rusia en y desde sus mismas fronteras, escenario que, tratándose de Rusia, un país grande, pero con un marcado sentido de vulnerabilidad e inseguridad territorial, solo podía provocar, en algún momento, su reacción a través de la fuerza, "como de costumbre".

Está pugna entre Occidente y Rusia lleva treinta años e implica el entorno estratégico negativo que en gran medida explica la guerra actual y el deterioro de segmentos clave para la seguridad internacional y global, principalmente, el de las armas de exterminio masivo. No se puede comprender esta confrontación sin considerar aquella pugna mayor. Si no, sería una guerra que no tiene causas, y sabemos que en la historia de las relaciones internacionales y en la historia militar las guerras, salvo algunas pocas "guerras absurdas", ocurren debido a causas o compuertas que las habilitaron.

Durante estas semanas de conversaciones fracasadas con Ucrania, Rusia se ha referido a esa pugna cuando habló de "fuerzas profundas" en esta guerra. De modo que, si la situación entre Rusia y Ucrania se va volviendo cada vez más irreductible, ello se debe a que nadie en el complejo tablero quiere ser derrotado o, para moderarlo, ser la parte que más acabe cediendo.

Posiblemente, aunque con grands dificultades, marchas y contramarchas, la guerra será superada. Pero mientras continúe la "otra pugna" no habrá orden internacional que refrene los conflictos y tensiones entre los Estados, particularmente en la gran placa geopolítica y militar que se extiende como una línea de fuego vertical desde el norte de Noruega y Finlandia en el Ártico hasta las costas de Turquía al sur del Mar Negro. 

* Doctor en Relaciones Internacionales (summa cum laude, USAL). Posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas. Profesor Titular de Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Ex profesor en la UBA. Fue Director del Ciclo Eurasia en la Universidad Abierta Interamericana. Es autor de La geopolítica nunca se fue. Los grandes acontecimientos mundiales en clave política, territorial y de poder, Editorial Almaluz, CABA, 2025.