La decadencia política pone a la Argentina al borde de la autocracia
Argentina necesita más política, pero de la que honra a la democracia, sostiene sus instituciones y se compromete con el bien común. Una política capaz de recuperar valores, formar líderes y construir consensos que devuelvan sentido y dignidad a la vida pública. Pero, el deterioro absoluto en la dirigencia pone en riesgo la República.
14 de agosto de 2025

La democracia viene acumulando insatisfacciones. Con enorme injusticia se le achaca a esta institución, la responsabilidad que la política tiene a estos efectos. Es la política (la mala) que la amenaza de muerte con sus inescrupulosidades, con sus corrupciones, con sus malas acciones, con la traición a lo que juran sobre la Constitución Nacional.
Sucede que el remedio no está en otro lado, está en la política misma, y en la democracia.
Vemos como un sector del mundo se derechiza a extremo. Argentina no es la excepción. Estamos a un tris de la autocracia. Lo realmente conmovedor es ver cómo personajes que juraron varias veces -quizá lo vuelvan hacer-, por el respeto a los tres Poderes, los violan una y otra vez.
El Poder, los cargos y hasta quizás, rencores viejos de impotencias pasadas los movilizan. ¿Cómo explicar sino la crueldad de la ministra Bullrich para con viejos, jóvenes, periodistas, científicos, maestros; con todos los que se les cruza en el camino de subordinación, al pensamiento que representa y/a todo reclamo distinto al que se admite?
Argentina ha perdido los fundamentos, las bases, de lo que es la razón moral de la política ¿Tanta involución y decadencia hemos alcanzado?
Parecería que en el ser argentino, el individualismo a ultranza se apoderó del bien común y lo sodomizó.
¿Qué pasó con la UCR que, de haber vibrado con el Dr. Raúl Alfonsín para hacer un mejor Estado posibilitador de bienestar, especialmente para los que menos tienen, se pusiera el mameluco violeta para destruir el Estado en lugar de mejorarlo? ¿Dónde quedó el PRO y sus principios republicanos? ¿Y el kirchnerismo, que usó la justicia social para negocios particulares? ¿Qué pasó?
¿Se podrán restañar los cristales rotos de una sociedad cuanto menos desinteresada? ¿Deberemos experimentar más infiernos para luego resurgir de las cenizas?
El costo siempre es social y siempre recae sobre los más vulnerables.
Estamos perdiendo científicos formados que se van al exterior. Trabajadores que se uberizan –como en los 90- con indemnizaciones que se acaban generalmente más rápido que las necesidades de las familias. Jubilados que no tienen tiempo para esperar otro país: el que los respete y los contenga.
A horas de los cierres de listas, por lo que asoma –con sus respectivas excepciones- no aparece quien contradiga la decadencia señalada.
Se habla y mucho –otra vez- de candidaturas testimoniales. Cuando esto aparece la política se hunde un poco más. ¿Tan poco se han ocupado en la formación de cuadros, que no disponen de referentes que seduzcan sus electorados? Incluso hay casos de diputados que a mitad de su mandato, renunciarían (si son nuevamente elegidos) para asegurarse otro período.
Lamentablemente la política no despierta. No quiere anoticiarse de la realidad. El peligro es que sea cómplice de una mayor decadencia, ante una sociedad que ante estos procederes cada vez se distancia más.